ANÁLISIS

Salud, corrupción y superstición: “Leche mujer amada”

El caso de la esteticista Stella Durán, quien vendía un producto esotérico avalado por prácticas corruptas, llama a la reflexión acerca de cómo asume la ciudadanía el tema de la salud pública

 

Salud, corrupción y superstición: “Leche mujer amada”

Cirugías estéticas, depilación láser, tratamientos corporales y faciales acompañados de “consejos y truquitos” a partir de dietas con productos naturales: todo esto ofrecía en su página de Internet la empresaria y esteticista Stella Durán en Colombia, un sitio web elegante, con fotos de modelos e incluso una radio en línea. Una oferta nada fuera de lo normal en la dinámica comercial del país excepto por las investigaciones que se llevan a cabo sobre presuntas irregularidades cometidas por la señora Durán.

 

De acuerdo con información de la revista Semana, Durán no solamente estuvo relacionada con productos estéticos, sino también esotéricos. Uno de ellos, la llamada “Leche Mujer Amada”, se presentaba como un líquido para atraer suerte, dinero y amor a quienes hicieran “riegos” con él en sus hogares, lugares de trabajo o donde las necesidades lo requirieran. No obstante, investigadores del Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (INVIMA) concluyeron que la “Leche”, en vez de tener los elementos señalados en las etiquetas de sus botellas, en realidad estaba compuesta por ambientador para el hogar.

 

Podría creerse que, debido a su finalidad o a los resultados de las pesquisas, la “Leche” y otros productos esotéricos, estéticos y nutricionales de diversas empresas han sido distribuidos en el comercio colombiano sin las debidas autorizaciones. No obstante, lo que complica la situación es que estos se vendían con registros sanitarios aparentemente en regla.

 

Estos permisos se lograron, de acuerdo con investigaciones, gracias a una red de corrupción de la que hace parte la señora Durán, quien ha recibido casa por cárcel en tanto responde por los delitos de “cohecho propio y falsedad ideológica en documento público”. Otras personas y entidades han sido llamadas por la Fiscalía General de la Nación a responder por acciones similares. Y se ha señalado que ciertos funcionarios del INVIMA se prestaron a permitir y a cubrir estos actos ilícitos en una red de corrupción.

 

Las irregularidades en temas de la salud han sido durante años un gran dolor de cabeza para los colombianos, especialmente a partir de la puesta en marcha de la Ley 100 de 1993, defendida en su momento por los entonces senadores Álvaro Uribe Vélez, Fabio Valencia Cossio y Jaime Arias durante el gobierno de César Gaviria. En la tónica de adecuación del país al modelo neoliberal que llegó a Colombia en esos años (promotor de la supremacía de lo privado sobre lo público en la economía), lo referente a la prestación de servicios sanitarios se ha complicado desde entonces para amplios sectores del país, especialmente para los más desfavorecidos económicamente.

 

Toda persona en Colombia debe adherirse al POS (Plan Obligatorio de Salud) a través de las EPS (Empresas Prestadoras de Salud). Las EPS ofrecen los servicios de medicina y farmacia a partir de un monto mensual que todos debemos aportar, seamos afiliados independientes o empleados. No obstante, con el correr de los años es cada vez más difícil acceder a servicios médicos, sobre todo de especialistas, a pesar de que ciertamente algunas organizaciones han hecho esfuerzos por prestar una mejor asistencia a la población colombiana. A esto se suman los problemas de corrupción y de irregularidades en la atención de entidades como Saludcoop y Medimás, los cuales deterioran la confianza de las personas en el sistema.

 

Los múltiples problemas del andamiaje médico y administrativo generan tal recelo en el público, que no pocos prefieren ir a las farmacias de barrio y a los teguas o sanadores populares (quienes en ciertos casos, han cometido abusos y estafas) o practican la automedicación que genera, entre otros efectos, la resistencia de ciertos microorganismos a los medicamentos creados para combatirlos. La situación se complica con la superstición como fenómeno social que aún se mantiene en el país y determina prácticas salubres para muchas personas en Colombia. Con los anteriores elementos se cocina un caldo que, lejos de mejorar los problemas de la ciudadanía, los empeora cada vez más.

 

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Dentro de este panorama, a la par de una revisión a fondo de su desarrollo, sin duda uno de los puntos más flacos y más urgentes de tratar del sistema de salud colombiano es el referente a la educación en temas de higiene y de autocuidado efectivo, especialmente en cuanto a consumo de productos farmacéuticos y alimenticios, así como a la supervisión ciudadana de los procesos y proyectos salubres. No es una costumbre nacional fijarse en los detalles técnicos o compositivos de los productos que se ofrecen en el mercado, o si verdaderamente cumplen con los estándares de calidad. Tampoco lo es tener en cuenta ciertas campañas realizadas por agrupaciones como RedPapaz, asociación de madres y padres de familia quienes llevaron a cabo recientemente, de manera masiva, una campaña para combatir la obesidad infantil causada por alimentos excesivamente azucarados.

 

Como ciudadanos, también nosotros somos responsables (los primeros, en realidad) en todo cuanto al sistema de salud se refiere. No solamente hay que supervisar: hay que alzar la voz adecuadamente para exigir un servicio justo y adecuado. Casos como el de la “Leche Mujer Amada” no son solamente asunto de quienes los distribuyeron de forma ilícita.

 

También lo son de sus consumidores, poco dados a pensar en lo que toman porque viene en un envase bonito, por creer en fórmulas mágicas para la solución de las dificultades o porque el problema de la salud es de otros, y no nuestro. Desde RedPapaz se ha propuesto que los colombianos comiencen a consumir alimentos de manera reflexiva, crítica. Esto también aplica para el recibimiento de los servicios del sistema nacional de salud.

 

 

Latinamerican Post | Carlos Novoa Pinzón

 

 

* La opinión del redactor no representa la del medio

 

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