ANÁLISIS

El abstencionismo, una alternativa a la democracia

Las cifras, más que demostrar la cantidad de gente que no sólo no acude a las urnas, está tratando de generar una voz de protesta contra el sistema y sus participantes

El abstencionismo, una alternativa a la democracia

Colombia, a diferencia de la gran mayoría de  países de América Latina y del mundo en donde el voto es obligatorio, (Argentina, Brasil, Ecuador, Bolivia, Perú, Panamá, Honduras, Suiza, Luxemburgo, Egipto, entre otros) ha optado por acogerlo como un derecho y un deber en cabeza de los ciudadanos. Ahora bien ¿Qué implica que el voto sea contemplado como un derecho, un deber  y no una obligación? ¿Qué consecuencia trae consigo la libertad en el ejercicio de la democracia? La consecuencia inmediata es aquel fenómeno no previsto por los padres de la patria que surge como un brote inofensivo y termina propagándose como una infección: El abstencionismo.

A lo largo de los años este ha sido concebido por muchos como algo nefasto. Tal es la aversión que se tiene al mismo, que ha despertado todo tipo de invenciones para combatirlo. Un ejemplo de ello es el proyecto de ley presentado por el senado en el año 2013, que pretendía reformar el artículo 99 de la constitución política para cambiar  la edad mínima para votar de 18 años a 16 años, aduciendo la aparente madurez de los adolescentes y la capacidad de estos para tomar decisiones que afectan a su Nación. Así mismo se ha reabierto el debate sobre la implementación del voto obligatorio, acompañado por supuesto de sanciones y multas para aquellos que decidan desistir de su deber ante la patria.  También se han adoptado incentivos para motivar a las personas a votar, como los beneficios contemplados en la ley 403 de 1997 la cual otorga “premios” para quienes vayan a votar, a saber: un día de compensatorio en el trabajo, rebaja de un mes de prestación del servicio militar, preferencia en el puntaje de cargos públicos, entre otros. Es más el gobierno considera un triunfo la reducción del abstencionismo en la actualidad.

Pero ¿acaso es algo tan malo? ¿es un mal que debe ser erradicado? No, el abstencionismo lejos de ser una plaga o una falla en el sistema, es una figura que debe protegerse y respetarse. Por varias razones: la primera, porque un Estado que respeta la libertad de pensamiento, de creencias y el libre desarrollo de la personalidad por encima del voto es mucho más garantista que un Estado que obliga a sus ciudadanos a participar en la política. En otras palabras el hecho de que el Estado no pueda obligar a sus ciudadanos a votar es respetar el valor de la libertad.

Segundo porque el abstencionismo permite expresar las críticas, las inconformidades y el descontento de los ciudadanos hacia la democracia y el sistema electoral, es la forma de enviar un mensaje claro de desacuerdo. Tercero porque el voto en blanco es insuficiente para expresar el desacuerdo, es decir que el voto en blanco puede interpretado como indecisión, como ignorancia, como indiferencia o como inconformidad, a diferencia del abstencionismo cuya lectura es mucho más clara. Y por último porque la Colombia en que vivimos no es la Colombia pensada, es decir que el país en que vivimos no es el  plasmado en nuestra Constitución, por el contrario se aleja bastante de la realidad. Ergo, la democracia soñada no funciona a la perfección; al contrario tambalea, su constante es intentar mantenerse. Prueba de ello es lo ocurrido en las pasadas elecciones de senado, cámara y consulta interpartidista, en donde se evidencio la falta de tarjetones, la compra de votos, el fraude mediante cédulas falsas, la doble votación y la penosa solución de fotocopiar los tarjetones.

Luego el abstencionismo no debe entenderse como el enemigo de la democracia, como la amenaza al sistema electoral, como símbolo de la apatía y el desinterés del ciudadano. Todo lo contrario, este debe respetarse y entenderse como una forma de expresión y de protesta, ya que este se erige como un cuestionamiento al sistema de gobierno, como un mecanismo que permite ejercer la libertad de pensamiento. Por ende proteger la inconformidad de los ciudadanos, su derecho a no votar, a no participar de la democracia y su actitud reacia frente al sistema electoral, es si me lo permiten mucho más democrático que cualquier forma de participación ciudadana.

 

Latin American Post | Ana Camila Montoya 

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