¿Dos sedes para la Copa América? La solución a un problema económico
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Colombia se juntará con Argentina para ser la sede de la Copa América 2020, una nueva propuesta que alteraría gran parte de la dinámica del torneo
Reunidos en Rio de Janeiro, el consejo de la Conmebol decidió que la Copa América del año 2020 se llevará a cabo en Colombia y Argentina. Este es el resultado de la candidatura conjunta de ambos países, que competían en contra de los Estados Unidos, sede de este torneo para su edición Centenario.
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Al tener dos sedes geográficamente distantes, el torneo se dividirá en dos zonas: La zona norte, conformada por Brasil, Colombia, Venezuela, Ecuador y Perú y la zona sur, conformada por Chile, Uruguay, Bolivia, Paraguay y Argentina.
Sin embargo, la primera pregunta que surge es: ¿por qué la Copa América dos años seguidos? Este año el torneo se realizará en Brasil, lo cual es una consecuencia de la serie de torneos en los que este país ejerció como anfitrión recientemente, ubicándolo como el mayor bastión del deporte en Latinoamérica, sin lugar a dudas.
El mundial de fútbol 2014, los juegos olímpicos 2016 y la Copa América 2019, todos han tenido lugar en Brasil. Sin embargo, para el 2020, el torneo volverá a celebrarse, de una manera similar a como se celebró dos años seguidos en 2015 y 2016, por el carácter extraordinario de los cien años que celebraba este torneo. La razón ahora es una sincronización con los demás torneos internacionales de la FIFA, de tal manera que la Copa América se celebre en años pares y no impares, coincidiendo así con torneos como la Eurocopa.
Una solución a un problema económico
Lo que llama la atención ahora es el hecho de que dos países se postulen en conjunto como anfitriones del torneo, pues hasta ahora, solo han sido países en solitario quienes han recibido a las demás selecciones para competir.
Este formato, que no es extraño en las Eurocopas, o incluso en el máximo torneo internacional con su ejemplo en el mundial que se llevó a cabo en Corea y Japón en el 2002, responde a unas dinámicas económicas muy específicas: hay muy pocos países que en este momento se lancen a ser candidatos en solitario, pues los torneos terminan siendo un dolor de cabeza.
A pesar de que existen ejemplos positivos, como las cifras entregadas por los organizadores de la Copa Centenario 2016, en donde los ingresos alcanzaron los 500 millones de dólares, o la venta de los tiquetes para la edición de este año que ya representan cerca del 60% de los tiquetes totales, una hazaña en toda regla, ser anfitrión de un evento como estos ya no es un negocio. La mayor prueba de ello es que Estados Unidos, habiendo sido anfitrión de la Copa Centenario, buscando ser anfitrión de nuevo en 2020, y teniendo la experiencia de haber organizado un mundial en el 94, su candidatura para el máximo torneo internacional del 2026 es en conjunto con México y Canadá.
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El Huffington Post lo anunció el año pasado: ser anfitrión de un mundial es una ruina económica, y la BBC propuso una solución: las candidaturas en conjunto. En su artículo del año pasado, la BBC pronosticó que el mundial de Rusia puede llegar a ser el último torneo de esta índole organizado por un solo país, debido a las fuertes implicaciones económicas y a los pocos e irregulares retornos económicos que representa el torneo para estos países. Una prueba material de ello son los estadios que para las dos últimas ediciones de este torneo se construyeron tanto en Brasil como en Rusia y que, a día de hoy, son más un recuerdo efímero que un activo de la comunidad.
Este pronóstico, como se puede ver, es posible extenderlo a todas las competencias de selecciones, y trae detrás unos planteamientos de cooperación económica y social que pueden resultar benéficos para todos. Por un lado, los países desarrollan estrategias para facilitar la comunicación, el transporte y todos los factores económicos que se mueven alrededor del torneo. Por otro lado, la FIFA como estamento internacional y sus filiales regionales no se exponen al fracaso del torneo por las dificultades económicas de uno u otro país.
Si bien es un experimento que en Latinoamérica aún no se ha puesto a prueba, puede ser el mejor camino económico para el desarrollo de un torneo que, de otra manera, solo representaría un momento de fulgor frente a esfuerzos descomunales para cualquier comunidad que se plantee hacerlo.
LatinAmerican Post | Jorge Ovalle
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