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Primera alcaldesa de Bogotá hace temblar a los corruptos

El nombre de Claudia Nayibe López Hernández retumba en los medios de comunicación nacionales y del mundo desde la noche del 27 de octubre, tras convertirse en la primera mujer en lograr el que es considerado el segundo cargo de elección popular más importante en Colombia, la alcaldía de la capital de la República.

Claudia López, alcaldesa electa de Bogotá.

Claudia López, alcaldesa electa de Bogotá. / Foto: claudia-lopez.com

LatinAmerican Post | Alberto Castaño

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Con muchas etiquetas han tratado de definir a Claudia López como política y como ser humano: mujer, lesbiana, primera alcaldesa de Bogotá, lucha anticorrupción, gritona, vehemente, enfática, etc. Sin embargo, la etiqueta que definió ella misma para su carrera política y en especial para esta campaña es una sola, “una mujer del común”.

Así se vendió la alcaldesa electa a los ciudadanos en Bogotá, Colombia, como una mujer nacida en el seno de una familia de clase media que padeció todas las inclemencias de un país desigual, que sorteó todas las necesidades que se le presentan a una niña nacida en un barrio popular de clase media en una inmensa ciudad que, si no es amigable en el siglo XXI, mucho menos lo era en la década de los 70 cuando creció en los barrios La Granja, Puente Aranda, La Candelaria, Engativá e incluso en una de las zonas más deprimidas de Bogotá, en Ciudad Bolívar.

 

 

Hija de una maestra de escuela y de un comerciante boyacense de origen humilde, López es la mayor de seis hermanos de entre los cuales ha sobresalido su “Ángel de la Guarda”, como ella misma la ha llamado, su hermana Martha, quien murió muy pequeña a la edad de tres años como consecuencia de una accidente en un juego infantil.

Su vida política inició cuando estudiaba biología en la universidad Distrital de Colombia y junto con otros estudiantes de otras universidades públicas y privadas, lideró el movimiento por la Séptima Papeleta que dio origen a la Asamblea Nacional Constituyente que en 1991 dio vida a la constitución colombiana.

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Esto abrió los ojos de la joven Claudia a la lucha por la democracia en Colombia y con tan sólo 20 años de edad decidió cambiar para siempre el rumbo de su vida e iniciar una nueva carrera en la universidad Externado de Colombia. Finanzas, gobierno y relaciones exteriores, estudios que pagó coo cualquier colombiano con los créditos del ICETEX.

Posterior a ello, obtuvo una beca para hacer una maestría en administración pública en la universidad de Columbia en Nueva York y  finalmente un doctorado en Ciencia Política en la Universidad de Northwestern, en Chicago.

En 2013, decidió salir del país para proteger su vida ante las reiteradas amenazas, presuntamente, por parte de Kiko Gómez, exgobernador de La Guajira, hoy capturado y condenado por asesinato en una cárcel en Colombia y Marquitos Figueroa, también vinculado a hechos criminales. En aquella ocasión trinó desde su cuenta de twitter: “Ayer salí del país como una medida preventiva. Espero regresar pronto cuando la Policía y la Fiscalía hagan su trabajo y verifiquen”.

Pero en 2014, regresó la analista y periodista que destapaba ollas podridas por donde iba pasando, dejando al descubierto y ante los ojos de sus potenciales electores, la naturaleza del poder en Colombia. En aquella ocasión, López aspiró al Senado de la República obteniendo una curul. En ese momento obtuvo una no despreciable votación de 81.125 votos representando al partido de sus amores, Alianza Verde.

 

 

Desde allí consolidó la lucha anticorrupción que había iniciado desde 2006 cuando en la Revista Semana publicaba informes sobre las anomalías electorales en elecciones regionales, lo que derivó en los procesos de la parapolítica que destapó los vínculos de políticos colombianos con el ejército de criminales de las Autodefensas Unidas de Colombia, develando lo suficiente para llevar a más de 50 políticos del orden nacional y regional a la cárcel.

A finales del 2016 anunció su postulación como la primera precandidata de su partido para participar en las presidenciales en el 2018 y en el trasegar de la campaña, formando la Coalición Colombia, integrada por el Polo Democrático, Compromiso Ciudadano y Partido Alianza Verde, fue candidata a la vicepresidencia de la República acompañando en la aspiración presidencial al antioqueño Sergio Fajardo, logrando la tercera votación más alta en primera vuelta electoral.

Una de las más álgidas polémicas que protagonizó Claudia López fue cuando se refirió en una de sus columnas a Luis Alfredo Ramos, elegido gobernador de Antioquia para el periodo 2008 – 2011 y seguidor del expresidente Álvaro Uribe Vélez, en aquella ocasión Claudia escribió “Ramos podría haberse elegido sin el apoyo de los paramilitares y escogió no hacerlo”, lo que derivó en una denuncia penal por injuria y calumnia.

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Sin embargo, las afirmaciones de López Hernández se confirmaron con la captura del uribista Ramos Botero durante tres años por presuntos vínculos con paramilitares. Cabe anotar que el hijo de éste, Alfredo Ramos Maya fue candidato a la alcaldía de Medellín por el Centro Democrático, partido de Álvaro Uribe, derrotado también por un candidato independiente, Daniel Quintero.

Lo cierto es que a todas las etiquetas que se le puedan encajar a la nueva alcaldesa electa de Bogotá, hay una más que sobresale y es que es la candidata que más votos ha obtenido en la historia de las elecciones para alcalde por voto popular en la capital del país cafetero, 1.108.541 votos correspondientes al 35.21% de la totalidad.

La mayoría de los bogotanos votaron por una mujer, por una mujer homosexual, por una política jugada contra la corrupción y por una ‘gritona’, pero como ella misma lo dice: “he anejado presupuestos de miles de millones de pesos y ¿todo lo malo que tienen para decir de mi es que soy gritona?, qué dicha que ese sea el gran defecto que me encontraron, yo no robo, yo gobierno bien, yo lidero, yo produzco resultados, pero grito, ese fue el gran defecto que me pudieron encontrar”.

Sin duda, la etiqueta que prima, luego de todas las anteriores, es la de ser un ser humano como cualquiera pero que sobresale de los ‘cualquieras’ en la política y en la que reposan la esperanza y la confianza de un cambio, de avanzar hacia un desarrollo armónico y sostenible entre la economía, la movilidad, el transporte, la educación, la seguridad y sobre todo, la protección ambiental de la estructura ecológica principal de Bogotá.

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