Seguimos construyendo muros

Treinta años se cumplieron de la caída del muro del Berlín el pasado 9 de noviembre. Y aunque éste es un día histórico para la globalización, cuyo mensaje detrás de la caída de ese muro significaba la apertura y la convivencia entre todo tipo de creencias, razas y formas de ser, hoy en día, en pleno siglo XXI, los muros se hacen cada vez más grandes, imponentes y difíciles de derrumbar.

El 9 de noviembre de 1989, tras haber estado construido desde 1961 como símbolo de la Guerra Fría, el muro que dividió al mundo (literalmente a Europa Occidental de la Europa comunista) cayó. Sin embargo, hoy en día las divisiones persisten. En muchos casos, siguen siendo tan tangibles como ese muro que es ahora un atractivo turístico en Alemania.

Este día significó la apertura comercial en el mundo: el surgimiento de unas nuevas relaciones intraestatales que llevarían al desarrollo de la globalización. Por lo mismo, significó una unidad mundial en el que comunistas y capitalistas, izquierdistas y derechistas podrían co existir sin necesidad de muros. 

Al menos esa era la intención. Sin embargo, el mundo parece no haber entendido el propósito y desde entonces más muros se han continuado construyendo. De acuerdo con un estudio de la Universidad de Québec en Montreal, en 1990 había 15 muros y hoy hay más de 70. Muchos de estos muros, o cercas fronterizas son construidas en zonas donde hay conflictos latentes, en algunos casos por amenazas terroristas — como sucede en Medio Oriente –, en otros por conflictos entre Estados y en otros, la mayoría, como una reacción a los grandes éxodos migratorios en países que están en crisis.

Solo hay que mirar a Estados Unidos y su actual presidente, cuyo lema de campaña para llegar a la presidencia “Make America Great Again”, Que América (Estados Unidos) vuelva a ser grande, en español, llevaba consigo un discurso antiinmigrante. La construcción de un muro sería el cimiento de esta propaganda política, en donde la solución a los problemas de los estadounidenses sería construirlo en la frontera con México para impedir el paso de los cientos de miles de inmigrantes que llegan desde Centroamérica cada año.

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Este es uno de los ejemplos más sonados en el último tiempo, especialmente por el talante que Trump ha sembrado, convirtiéndolo casi en un discurso de odio en contra de los migrantes. Sin embargo, según el estudio, la migración es la razón principal para construir muros divisorios, y no solamente por el caso de Estados Unidos. Por el contrario, Europa tiene una gran cantidad de muros para frenar el pase ilegal de inmigrantes.

De acuerdo con BBC, las cifras de una ONU arrojan un paso de 50 millones de migrantes a más de 82 millones en Europa desde 1990 hasta el 2019. En los últimos cinco años específicamente, el conflicto en territorio sirio ha aumentado la cantidad de muros en Europa, pasando de 5 a 12.

Gracias a este flujo migratorio creciente, discursos nacionalistas como el de Donald Trump han llamado la atención, especialmente en países donde la llegada de inmigrantes parece no cesar. “Según un estudio del Instituto Transnacional, un think tank independiente, la influencia de la extrema derecha en la política migratoria europea ha resultado en la criminalización de la migración y de los movimientos migratorios”, afirmó BBC. Por esto, países como Italia y Alemania, entre otros europeos o Brasil en América Latina han ido girando hacia discursos de extrema derecha antiinmigrantes.

La caída del muro de Berlín, entonces, ha quedado en un hecho histórico. Pero la celebración del pasado 9 de noviembre llega como un recuerdo de una época que Europa quisiera dejar atrás, pero que el mundo sigue perpetuando cada día. Como de costumbre, en la sociedad solemos olvidar el pasado y volvemos a repetirlo.