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La reina del sprint de Jamaica, Shelly-Ann Fraser-Pryce, se despide con gloria

Shelly-Ann Fraser-Pryce cerró su brillante carrera en el sprint donde todo comenzó—en suelo japonés—con una última medalla, un último rugido del público y el traspaso del testigo a la siguiente generación. Para la “Pocket Rocket” de Jamaica, fue una despedida en sus propios términos.

Una leyenda definida por la longevidad y la resiliencia

Hace dieciocho años, en Osaka, Fraser-Pryce subió al escenario mundial como suplente. Este mes en Tokio, se despidió como la velocista de 100 m más condecorada de la historia. A los 38 años, su última carrera le dio a Jamaica la plata en el relevo 4x100m, junto a las hermanas gemelas de 21 años Tia y Tina Clayton—un relevo intergeneracional en todo el sentido de la palabra. “He tenido una carrera increíble y la medalla de hoy es la guinda del pastel”, dijo a BBC Sport. “Es un momento de círculo completo. No podría haber sido de otra manera.”

El legado de Fraser-Pryce no se trata solo de las medallas—aunque su colección es impresionante, con tres oros olímpicos y diez títulos mundiales. Se trata de durabilidad. Ha competido en cada evento global importante desde 2007, ausentándose solo en Londres 2017, cuando dio a luz a su hijo Zyon, un día después de la final de 100m. Su regreso como madre fue sin precedentes: cinco podios globales más, dos títulos mundiales de 100m, y la reescritura de lo que se creía posible para las atletas en sus treintas.

El poder de retirarse en sus propios términos

El retiro se cernía el año pasado tras su dolorosa retirada en las semifinales de los Juegos Olímpicos de París. Fraser-Pryce reveló después que sufrió un ataque de pánico al negársele acceso oportuno a la pista de calentamiento, lo que le robó la final que anhelaba. “Fue muy doloroso”, admitió. Para ella, 2025 era sobre recuperar el control. Llegó a la final de 100m, terminando sexta, a solo 0.19 segundos del podio frente a rivales más de una década más jóvenes. Y luego, de manera apropiada, subió una vez más al podio junto a sus compañeras de relevo.

“Mucha gente puede cuestionar por qué volver [después de dar a luz]”, dijo. “Pero creo que es muy importante terminar en tus propios términos.” Para Fraser-Pryce, que ha dado tanto al deporte, la decisión de retirarse fue un regalo para su familia y para ella misma. “Quizás, cuando llegue a casa, sentiré todas las emociones”, reflexionó, con la humildad y calidez que siempre la han definido.

Resonancia más allá de Jamaica

Su influencia está entretejida en la siguiente generación de atletas en todo el mundo. En el Estadio Nacional de Tokio, las 60.000 personas corearon su nombre, una ovación que usualmente se reserva a las estrellas locales. Melissa Jefferson-Wooden, la estadounidense que luego ganaría doble oro en 100m y 200m, admitió: “Shelly-Ann es la mejor de todos los tiempos. Me inspiró cuando era niña.”

Los homenajes llegaron de todo el mundo del sprint. Usain Bolt, el único jamaicano cuya fama rivaliza con la suya, dijo a la BBC: “Es una leyenda en mi libro. Se fue, tuvo un hijo, volvió y siguió dominando. Me alegra conocerla y ver esta grandeza.” El ex campeón mundial trinitense Ato Boldon fue igualmente enfático: “Es la carrera de 100m con la que todas las demás serán comparadas.”

Es revelador que incluso en el retiro, Fraser-Pryce siga cambiando percepciones. Fue la mujer de mayor edad en ganar un título mundial de 100m, y luego rompió su propio récord tres años después. Su presencia demostró que la maternidad y la edad no son barreras, sino nuevos capítulos. Ese mensaje resuena en deportes mucho más allá del atletismo.

EFE@Kiko Huesca

El significado de una despedida jamaicana

Fraser-Pryce deja el sprint no solo como atleta, sino como un ícono cultural. Fue cariñosamente apodada la “Pocket Rocket”, su metro cincuenta escondiendo una potencia explosiva que la llevó a registrar 10.60 segundos en su mejor momento. Se mostró siempre con alegría—luciendo su característico cabello brillante, una sonrisa radiante y una determinación feroz.

Su despedida es también una historia nacional. Jamaica ha producido una línea ininterrumpida de realeza del sprint, desde Merlene Ottey hasta Bolt, Elaine Thompson-Herah y ahora las gemelas Clayton. Fraser-Pryce unió esas eras. Recordó al mundo que el sprint no se trata solo de velocidad bruta, sino de resiliencia, dignidad y desafío.

Mientras posaba para fotografías en Tokio, sonriendo con aficionados y compañeras, la sensación no era de un final, sino de un relevo entregado. Habló de sus planes de enfocarse en la defensa de derechos y el apoyo a mujeres y atletas. “Quiero seguir teniendo impacto”, dijo. Y si la historia es una guía, lo logrará.

El récord de Fraser-Pryce habla por sí solo—25 podios globales, cinco Juegos Olímpicos y una presencia que definió el sprint femenino durante casi dos décadas. Pero su verdadero logro es más difícil de cuantificar: la inspiración que dio a innumerables jóvenes atletas que hoy se calzan los clavos creyendo que la edad y la maternidad no deben apagar la ambición.

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En Tokio, la reina del sprint de Jamaica se despidió, pero su rugido aún resuena. La Pocket Rocket puede haber cruzado su última meta, pero su legado seguirá corriendo—llevado por quienes inspiró y por las generaciones que perseguirán sus récords durante décadas.

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