El bosque y el agua, un vínculo que beneficia al hombre
Los bosques necesitan del agua para su supervivencia; pero también la producen, regulan y preservan. Por lo tanto, resulta indispensable mantener un vínculo armónico entre los bosques y el ser humano, a fin de asegurar la disponibilidad y calidad del agua, y evitar inundaciones.
Bosque cercano a un lago. / Foto: Unsplash – Imagen de referencia
LatinAmerican Post | Jorge Guasp
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Los árboles retienen y regulan el agua de lluvia
El follaje de los árboles intercepta el agua de lluvia y evita el impacto directo de las gotas sobre el suelo, protegiéndolo contra la erosión y el anegamiento. También brinda sombra al suelo, e impide su desecación. Las raíces arbóreas sostienen el suelo y restringen los deslizamientos de las laderas; favorecen asimismo la infiltración y utilización del agua subterránea profunda, que a su vez regresa a la atmósfera a través de la evapotranspiración de las hojas, incrementando la humedad relativa ambiente y la probabilidad de lluvias.
Gracias a la amortiguación de las precipitaciones y a la retención del agua en el suelo, los bosques moderan los efectos negativos de las lluvias intensas, y facilitan la disponibilidad de agua durante períodos de sequía. Por lo tanto, los bosques de las cuencas hídricas desempeñan un papel clave en la protección contra las inundaciones, y en la conservación del agua y la provisión de ese elemento a las poblaciones aledañas.
Numerosas ciudades del mundo tienen agua gracias a los bosques
La FAO, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, explica en su Conjunto de Herramientas para la Gestión Forestal Sostenible que “una gran parte del agua potable mundial proviene de zonas boscosas, y millones de personas dependen del agua dulce de buena calidad que fluye de los bosques. Por ejemplo, los bosques de las montañas Uluguru suministran agua potable a los 2,5 millones de habitantes de Dar es Salaam, la capital de Tanzania. Asimismo, 1,3 millones de personas en Quito y 20 millones de personas en Ciudad del México obtienen su agua potable de bosques de montaña”.
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La organización ambientalista Mongabay, en su artículo Los habitantes de la Ciudad de México enfrentan el futuro incierto de su Bosque de Agua, consigna que “el Bosque de Agua ayuda a regular los problemas climáticos creados por el hombre: los bosques urbanos, en particular, son bien conocidos por filtrar contaminantes del aire, como el smog. También salvaguarda el ciclo del agua conectado a dos de los ríos más grandes del país, el Lerma y el Balsas, y los acuíferos que suministran aproximadamente dos tercios del agua del área metropolitana”.
Ciertas amenazas a los bosques ponen en riesgo la disponibilidad de agua
El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), en su informe Los Guardianes del Bosque, expone que “la deforestación se presenta en muchas formas, incluidos los incendios, la tala indiscriminada para agricultura, ganadería y desarrollo de proyectos, la tala insostenible de la madera y la degradación debido al cambio climático”.
Además de los incendios, que en el último año han destruido en total millones de hectáreas de bosques en Bolivia, Brasil y Paraguay, una importante amenaza es la ganadería extensiva, que afecta a grandes extensiones territoriales boscosas, incluso dentro de algunas áreas naturales protegidas. El ganado ramonea y pisotea las plántulas recién nacidas, y compacta y desnuda el suelo, favoreciendo de este modo la erosión laminar y el aporte de sedimentos a los cursos y espejos de agua, además de exponer los suelos a la acción desecante del sol y del viento, fenómeno que a largo plazo reduce el agua subterránea acumulada en los acuíferos, y restringe la infiltración del agua de lluvia.
Es importante comprender el delicado equilibrio que existe entre los árboles y el agua, y la facilidad con que podemos alterarlo: basta un cigarrillo arrojado sobre la hojarasca seca para provocar un incendio, devastar un bosque, y alterar tanto la calidad como la cantidad de agua disponible para la fauna y las poblaciones humanas.
Sin agua no hay bosques; pero sin éstos, tampoco hay agua, y sin ella, nuestra supervivencia y la de otras especies resulta imposible.