La reinvención en la carrera de Óliver Pérez
18 temporadas en las Grandes Ligas no son para cualquiera.
El pelotero de 39 años de edad de los Indios de Cleveland ha sido parte de una evolución conforme transcurren las campañas en el mejor béisbol del mundo. / Foto: MLB
LatinAmerican Post | Saúl Gómez Pintor
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No se llega con suerte a ser el líder histórico mexicano en temporadas en Grandes Ligas. Se debe a algo más que eso. Todo mundo quiere saberlo y Óliver Pérez tiene la respuesta en su brazo izquierdo.
Para mantenerse por 18 años en Las Mayores es necesario tener talento. Pero más allá de su repertorio de lanzamientos, el sinaloense se ha reinventado en el montículo: de abridor a relevista situacional.
Ahora en pleno 2020, se tiene que enfrentar, por lo menos, a tres bateadores por aparición. El nuevo reglamento para los serpentineros. De soltar el brazo hasta en un promedio de 90 pitcheos por juego, a hacerlo hoy en día bajo una metódica cantidad de no más de 25, el pelotero de 39 años de edad de los Indios de Cleveland ha sido parte de una evolución conforme transcurren las campañas en el mejor béisbol del mundo.
La longevidad lo ha acompañado al asentarse en la labor de ingresar en medio del duelo. Trabajar en un sexto, séptimo u octavo episodio, o bien, cuando el siguiente bateador fuera un zurdo, ha sido el mecanismo que ha encumbrado su trayectoria.
En 689 ocasiones el serpentinero se ha parado arriba de una loma en la Gran Carpa. 195 han sido como parte de una rotación. 494 juegos viniendo desde el bullpen revelan que los bateadores son más vulnerables ante sus lanzamientos con un porcentaje de .237 por un .243 al abrir juegos; una efectividad de 3.69 frente a 4.58. Lo mismo sucede con el WHIP con 1.302 ante 1.470. Y por supuesto, produciendo más ponches con un promedio de 10.9 por cada nueve entradas por encima de un 9.1.
“Antes de convertirme en relevista, era abridor, así que sé cómo prepararme para lanzar en diferentes situaciones”, declaraba Pérez a MLB.com el pasado mes de febrero. “Es un mundo nuevo. Yo solía ser un hombre de bateador a bateador que tenía que estar listo para lanzar todos los días. Ahora, solo tengo que descansar un poco más porque me enfrentaré a más bateadores. Sé que puedo sacar a todos los bateadores”.
Sus primeras campañas se resumían a trabajar cada cuatro días con los Padres de San Diego, Piratas de Pittsburgh y Mets de Nueva York. Este último equipo con el cual tuvo su mejor año de 15 victorias y que lo llevó a ganarse un contrato de 3 años y 36 millones de dólares. La exigencia de ser un referente en la rotación de la escuadra neoyorquina se acrecentaba con esos cheques por cobrar. Pero las lesiones fueron su victimario al impedirle lanzar como toda la organización esperaba.
El último juego que abrió fue el 14 de mayo del 2010, con una derrota de tres capítulos con un tercio, siete carreras, nueve hits y cuatro cuadrangulares permitidos ante los Marlines de Florida. Le quitaron la bola sin saber que no habría una próxima apertura, para posteriormente esperar ser llamado desde el bullpen durante el resto del calendario regular. La travesía millonaria en la Gran Manzana terminó a principios del siguiente año tras ser liberado por el equipo.
Todo el 2011 estuvo en Ligas Menores con la sucursal AA de los Nacionales de Washington. 16 apariciones, 15 de ellas al comenzar juegos. Enfrentando a peloteros más jóvenes y ávidos por querer abrirse paso a las Grandes Ligas.
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“Mi esposa y mis padres me dijeron: ‘Aún tienes 29 años y todavía puedes lanzar durante muchos años’”, recuerda su sentir en ese entonces. “Entonces lo pensé y empecé a pensar que todavía tenía 29 años y esos tres años no fueron porque no era bueno. Fui herido. Eso es en lo que estaba pensando. Al mismo tiempo, estaba haciendo ejercicio y entrenando y luego recuperé mi confianza y mi velocidad y aquí estoy”.
Una temporada después, el bullpen se convirtió en su aliado y refugio. La escuadra de los Marineros de Seattle le dio la bienvenida como un habitual relevista en su roster. Se olvidó de tener que medirse a un mismo bateador 2 o 3 veces por juego. Su labor se convirtió en sacar un solo out: zurdo contra zurdo. Tal y como dicta el ‘librito’ del béisbol.
Las estadísticas nunca mienten y revelaban una mejora en el rendimiento del lanzador sinaloense. En esa primera campaña viniendo a relevar su efectividad terminó en 2.12, la más baja en toda su carrera; los rivales le batearon para .243, una cifra que disminuyó considerablemente en comparación los últimos dos años. Al igual que el WHIP a 1.25 en 33 juegos con Seattle.
El 2013 trajo consigo su segunda temporada con Seattle y se apuntó sus primeros dos rescates, para finalizar el año con un récord de 3-3 en 61 apariciones en el rol regular.
Los uniformes de Arizona, Houston, Washington, y actualmente en su tercer año con Cleveland continuaron en su paso por la Gran Carpa. Este último, donde recién tuvo el privilegio de dejar atrás a Fernando Valenzuela, Juan Gabriel Castro y Aurelio Rodríguez en esa lista histórica de 17 campañas cada uno.
“Se ha rehecho a sí mismo varias veces y es realmente un tipo valioso en nuestro equipo”, son las palabras de su actual mánager Terry Francona. “Sé que Óliver estaba realmente orgulloso de (romper el récord), como debería estar. Eso debería ser algo grande para él. Ese es un momento bastante bueno para él”.
La campaña anterior, Óliver Pérez lanzó en 67 juegos, y en los que 17 de ellos, como especialista, entró únicamente para enfrentar a un rival zurdo. Un escenario que sería imposible de concretar este año ante el nuevo reglamento establecido por las Grandes Ligas. Ese mismo año los zurdos le batearon .207, mientras que los diestros .286.
Terminando este 2020 se convertirá en agente libre. Mientras su contrato expira, el relevista se olvida de lo que es ser un “zurdo situacional” frente a cualquier bateador, sin importarle de qué lado se pare junto al plato.