La anulación de las condenas relacionadas con el Lava Jato de Lula lo ponen nuevamente en la escena principal de la política latinoamericana.
Recientemente, el Tribunal Supremo de Brasil decidió anular las condenas contra el expresidente brasileño. Foto: TW-LulaOficial – Ricardo Stuckert
LatinAmerican Post | Ariel Cipolla
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La situación judicial de Lula ha cambiado. Recientemente, el Tribunal Supremo de Brasil decidió anular las condenas contra el expresidente brasileño, las cual implicaban un posible esquema de lavado de dinero, en lo que se conoce como el caso de Lava Jato. Según el Tribunal Supremo, las actuaciones que derivaron en la condena de Lula Da Silva, que en un primer momento fue sentenciado a 12 años de prisión, no pudieron haber tenido lugar en Curitiba, porque los hechos no se relacionan con el esquema de desvíos de Petrobras.
Justamente, se acusaba al excandidato a presidente por el PT de beneficiar a la constructora OAS (una de las 16 empresas que estafaron a Petrobras) a cambio de un departamento de lujo de tres pisos en Guarujá, siendo una compra que nunca concretó. Sin embargo, a través de un comunicado, el ministro Luiz Eson Fachin dictaminó que los casos deberán reiniciarse en la Corte Federal de Brasilia.
Esta nueva decisión genera que Lula vuelva al ruedo político contra Bolsonaro, actual presidente de Brasil. De esta manera, uno de los líderes de la izquierda latinoamericana, que actualmente tiene 75 años, podría ser uno de los principales competidores para el 2022, buscando un eventual regreso al poder y convertirse en una alternativa al oficialismo.
El regreso de Lula a la política de Brasil
Lo primero que hay que tener en cuenta es que Lula es un político extremadamente popular en Brasil. El antiguo obrero metalúrgico, que estuvo al mando del país entre 2003 y 2011, fue un político realmente exitoso en su momento. Por ejemplo, en el 2008, un estudio a cargo de Datafolha mencionaba que el 70% de los brasileños tenían simpatía por sus políticas.
Si bien la popularidad del exmandatario disminuyó por las causas de corrupción que pesaron sobre él, la tendencia sigue siendo positiva. Un sondeo reciente a cargo del Instituto IPEC contó que Lula tendría una intención de voto del 50% de cara a las elecciones presidenciales del 2022, por lo que sería el claro favorito de las urnas. El actual presidente, Jair Bolsonaro, tendría la simpatía de un 33% del electorado, de cara a una eventual reelección, según la misma encuesta.
Sin embargo, el debilitamiento del Partido de los Trabajadores (PT) también podría generarle complicaciones a su candidatura. No solamente por haber perdido las elecciones presidenciales en el 2018, cuando Fernando Haddad fue derrotado por Jair Bolsonaro, sino también por las elecciones municipales del 2020.
En ese caso, por primera vez desde 1985, el Partido de los Trabajadores no logró gobernar en ninguna de las capitales brasileñas. Por ejemplo, perdió los comicios en las ciudades de Recife y Vitoria, terrenos generalmente favorables a estas candidaturas. No obstante, también esas elecciones supusieron un revés para el oficialismo, pues 11 de los 13 candidatos de Bolsonaro perdieron en la segunda vuelta de los comicios regionales.
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Por eso, al quedar anuladas sus condenas, desde lo jurídico Lula puede presentarse a las próximas elecciones del 2022. Sin embargo, la cuestión pasará por ver si es un candidato lo suficientemente fuerte para derrotar a Bolsonaro, pero también a sus propias intenciones de cara al futuro. En una entrevista para el portal de noticias UOL, había mencionado que, para ser candidato otra vez, tendría que “estar al cien por cien de salud”, pues no le serviría hacerlo “siendo un viejecito”, pues ya prestó sus servicios al país.
Celebro que @LulaOficial haya sido rehabilitado en todos sus derechos políticos. Se anularon las condenas en su contra que fueron dictadas con el solo fin de perseguirlo y eliminarlo de la carrera política.
Se hizo Justicia!#LulaLivre https://t.co/Hog0MqFtJg— Alberto Fernández (@alferdez) March 8, 2021
No obstante, el apoyo parece provenir no solamente del interior del país, sino también del exterior. Por ejemplo, el actual presidente de la Argentina, Alberto Fernández, celebró la anulación de las condenas hacia Lula y se comunicó con él, calificando el hecho como un acto de "justicia” y se le restauraron todos sus derechos políticos que buscaban “eliminarlo” de la carrera presidencial.
Lo mismo sucedió con otros líderes políticos, como el expresidente boliviano Evo Morales, el senador estadounidense Bernie Sanders e incluso el actual mandatario de Venezuela, Nicolás Maduro. Es decir, todos políticos internacionales que, de una u otra manera, manifestaron el apoyo hacia la anulación de las condenas que pesaban sobre su figura.
Lo que queda claro es que, para algunos sectores de la población, Lula representa un “regreso” hacia los “años dorados” de Brasil. Su popularidad en este territorio se debió a que 30 millones de personas pudieron elevarse por encima del umbral de la pobreza, con una economía en auge y una tasa de desempleo extremadamente baja, lo que representaron su más grande logro de Gobierno.
Al mismo tiempo, implicaría cambios en la política latinoamericana. Por ejemplo, La Vanguardia destacaba que Lula pedía reconocer a Maduro como el “único y legítimo presidente de Venezuela”, a diferencia de Jair Bolsonaro, que condenó su mandato al decir que es un “dictador” que busca perpetuarse en el poder.
De la misma manera, un eventual regreso de Lula significaría una mejor integración con las BRICS, pues el mandatario había criticado el confrontamiento con “países amigos”, ya que, desde su perspectiva, Bolsonaro siempre buscó acercarse a los Estados Unidos. Este cambio de perspectiva política también tiene su trayectoria en territorio latinoamericano.
Por ejemplo, la famosa historia del “No al ALCA”, donde Lula, Kirchner y Chávez manifestaron su disconformidad en la IV Cumbre de las Américas del 2005, paralizando el proyecto de los Estados Unidos. Esto implicó un total liderazgo y consolidación dentro del UNASUR y el MERCOSUR, lo cual supo posicionar al país como una potencia regional, hasta que fue sucedido por Dilma Rousseff.
Todavía resta por ver cómo funcionará dentro del PROSUR, pues este organismo internacional fue fundado en el 2019 y apoyado por los Gobiernos de derecha y una alternativa a UNASUR. Definitivamente, la vuelta de Lula representa la posibilidad de cambios en Brasil y en todo el tablero político regional.