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“The French Dispacth” es una carta de amor al buen periodismo

Con "The French Dispatch", Wes Anderson demuestra su amor hacia el buen periodismo, la literatura, Francia, y, como siempre, las historias sencillas, pero poderosas.

Poster de la película 'The French Dispatch'

Quizás podríamos empezar por decir que su estilo es tan particular que no puede encasillarse en ningún género cinematográfico; si tuviéramos que crear uno y darle un nombre habría que llamarlo “Wes Anderson”. Foto: FilmAffinity

LatinAmerican Post | Vanesa López Romero

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Read in english: “The French Dispacth” is a Love Letter to Good Journalism

¿Por dónde comenzar a describir el trabajo de Wes Anderson? Quizás podríamos empezar por decir que su estilo es tan particular que no puede encasillarse en ningún género cinematográfico; si tuviéramos que crear uno y darle un nombre habría que llamarlo "Wes Anderson". La simetría y paletas de colores de los sets, los whip pans, los zooms hacia adentro y hacia afuera, los objetos de fina coquetería, el vestuario, el uso constante de notas escritas sobre la pantalla, todo eso y su uso recurrente en toda su obra lo hace único. 

Quizás podríamos hablar de sus personajes excéntricos, un tanto absurdos, un tanto depresivos, un tanto problematizados con la figura paterna y materna, y en general con la familia. Niños que actúan como adultos y adultos que actúan como niños. Personajes protagonistas de historias absurdas, pero historias simples y con un tono satírico y nostálgico a fin de cuentas. Ellos las viven como si fuera su cotidianidad, porque lo es, y siempre son interpretados por actores y actrices maravillosos que suelen aparecer. Wes Anderson es todo eso, hablar de una de sus películas exige que se hable de su obra en general, y con "The French Dispatch", su más reciente trabajo, no es a excepción.

Las historias detrás de la historia

"The French Dispatch" es el nombre de la película pero también de su protagonista: una revista estadounidense con sede en Ennui-sur-Blasé, una ciudad ficticia en la Francia del siglo XX que por su nombre hace referencia al aburrimiento, algo muy recurrente en la obra de Anderson. La historia gira alrededor de 4 crónicas que se han escrito a lo largo de la vida de la revista y de un recuento de ellas debido a la repentina muerte del editor, Arthur Howitzer Jr., que en su testamento dejó establecido que una vez muriera, la revista moriría con él. Así es como se nos presentan cuatro crónicas escritas y protagonizadas por personajes muy peculiares. 

Tres de las cuatro crónicas están basadas en escritos publicados en The New Yorker, la revista favorita del director estadounidense. De hecho, el editor de la revista ficticia también está basado en Harold Ross, editor y fundador del medio neoyorquino. Si quieres conocer un poco más sobre estas historias y de cómo se inspiró el director estadounidense para su película, recomiendo escuchar este episodio del podcast Radio Hour de The New Yorker, en donde se entrevistó a Wes Anderson y a Jeffrey Wright, quien le da vida a uno de los personajes más importantes de la película. The New Yorker siempre se ha caracterizado por su periodismo certero y por sus crónicas impecables.

Y es precisamente por eso que podemos decir que "The French Dispacth" no solo es una carta de amor al periodismo, como se ha dicho incesantemente desde que se supo que la película se basaría, en parte, en The New Yorker, sino que es una carta de amor al buen periodismo, uno que se ha perdido con el paso de los años y la saturación de información que significa la internet y la masificación de los medios de comunicación, que, por cierto, han tenido que pasar a ser transmedia.

Hay que mencionar que en "The French Dispatch", Anderson cambió un poco su estilo, pero no de manera abrupta. Si bien sigue siendo fiel a su estética tan peculiar, el hecho de agrupar cuatro historias en una sola de menos de dos horas, hace que el filme avance con una velocidad a la que no estamos acostumbrados los fanáticos del director. En ocasiones, los whip pans se sienten muy seguidos, demasiado veloces y carentes de significado, así como la rapidez con la que se salta entre escenas. Al salir de la sala de cine me costó aceptarlo, esa velocidad sí me gustó, pero no la entendí del todo. 

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Sin embargo, la banda sonora de Alexandre Displat, en especial la pieza "Obituary", le hizo justicia a esa velocidad. Así como se la hizo al género de la crónica. Un género lo suficientemente literario para darse los permisos de ser absurdo, interno y subjetivo, pero también lo suficientemente no ficción para responder a las necesidades periodísticas, a lo objetivo y lo informativo. Y eso es lo más hermoso de esta película.

La capacidad que tuvo Wes Anderson para escribir un guion que cumple con ese deber ser de una crónica: compuesto (no acompañado) de una banda sonora impecable, interpretaciones de actores y actrices potentes (¿podemos mencionar la corta pero increíble aparición de Willem Defoe y de Saoirse Ronan?) y sets dignos de revisitar las veces que sea necesario. 

Es posible que si uno comienza a ver la obra de Anderson con "The French Dispatch" quede confundido, no entienda nada, sienta que perdió 1 hora y 48 minutos de su tiempo e, incluso, la haya detestado. El amor por Wes Anderson debe adquirirse de a poco, pues su trayectoria, precisamente, muestra cómo se ha consagrado a su propio estilo a lo largo de su carrera como director y guionista de sus películas. Con "The French Dispatch", aquellos que ya lo admiramos nos enamoramos aún más y aquellos que no lo entienden, porque claro que es extraño, quizás queden más hastiados de su absurdo. Ese es el detalle con Wes Anderson.

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