Insomnio en adolescentes e insuficiencia de sueño: un problema creciente
De acuerdo con varios estudios, la falta de sueño puede derivar en enfermedades de índole mental y cognitiva, especialmente en etapas tempranas de la vida como la infancia y la adolescencia.
Foto: Freepik
LatinAmerican Post | Christopher Ramírez
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Según un artículo de la Academia Estadounidense de Pediatras (AAP, por sus siglas en inglés), los niños entre los 6 a los 12 años deberían dormir un total de 9 a 12 horas diarias, que deberían incluir las siestas que puedan o no tomar a lo largo del día. Por su parte, los adolescentes entre los 13 y los 18 años deberían hacerlo entre unas 8 a 10 horas por día.
Ahora, una cosa es la que dicen los expertos y otra muy diferente la que se ve en la vida real. Lo cierto es que, en muchas ocasiones, variables como el sexo, el nivel socioeconómico y el estado de pubertad de los adolescentes pueden tener incidencia en la forma como duermen y lo más importante, el tiempo pleno en el que lo hacen. El insomnio en adolescentes cada vez aumenta más.
De acuerdo con un estudio publicado en la revista The Lancet, “los niños de las últimas generaciones a menudo informan que duermen menos” de lo que realmente deberían hacerlo. Para los encargados de esta investigación resultaba crucial saber, más allá de si los niños, niñas y adolescentes estaban durmiendo mal o bien, cuál era el efecto de su tiempo de sueño sobre sus capacidades cognitivas y su salud mental.
“En este estudio (…) obtuvimos datos de una muestra basada en la población de niños de 9 a 10 años de 21 sitios de estudio de EE. UU.”, explican en el artículo especializado.
Así, luego de dos años de investigación y análisis (2018-2020) se logró concluir que la falta de sueño entre los menores no solo puede derivar en cansancio, sino que este a su vez traería consecuencias para su aprendizaje y su salud. En este sentido, se encontraron consecuencias negativas sobre la mente como la depresión; así como sobre el pensamiento y la inteligencia cristalizada (amplitud y profundidad de los conocimientos adquiridos de una persona).
Resultados similares fueron los que mostró un estudio publicado en la revista académica ScientiAmericana, que se centró específicamente en la “relación entre calidad de sueño e indicadores de ansiedad y depresión”.
En este caso, la investigación se realizó en Sudamérica, específicamente con 100 estudiantes adolescentes de un colegio público en Capiatá, Paraguay, y arrojó los siguientes resultados:
- El 78 % de los estudiantes analizados fueron considerados como “malos dormidores”, lo que acrecentó la cifra poblacional de adolescentes con problemas mentales (mínimos o altos).
- Por esto, no es raro que el estudio comunicara que el 76 % de los estudiantes presentó ansiedad, mientras que el 52 % mostró algún grado de depresión. En ambos casos, las enfermedades podrían mostrarse desde un grado leve hasta uno más grave.
- Además, se registró que la falta de sueño, aunque no presenta cifras radicalmente opuestas entre hombres y mujeres, sí actúa de forma más severa entre las estudiantes. “Se observaron diferencias estadísticamente significativas entre estos dos grupos con respecto a los indicadores de ansiedad y depresión, en ambos casos las mujeres puntuaron más alto”, explica el estudio.
Finalmente, los investigadores pudieron concluir lo que desde un principio, incluso antes de iniciar el estudio, se podría saber: “se puede considerar a la mala calidad de sueño como un factor de riesgo para la aparición de indicadores de ansiedad y depresión en los adolescentes”.
¿Cuáles son los principales problemas de los adolescentes a la hora de dormir?
Otro estudio que puede dar claridad sobre la relación entre la falta de sueño y los problemas de salud mental y cognitivo, es el de la “Prevalencia de trastornos del sueño en niños y adolescentes”, publicado por la Fundación Universitaria Juan N. Corpas en Colombia.
De acuerdo con esta investigación, que tomó como muestra poblacional a “2.548 niños y adolescentes entre las edades de 5 a 19 años, de instituciones educativas públicas, privadas, urbanas y rurales ubicadas en Bogotá, Chía y Boyacá (Colombia)”, al menos el 76 % de los encuestados presenta trastornos del sueño.
Ahora bien, el estudio también arroja que esta cifra va aumentando conforme la edad de los encuestados, especialmente en poblaciones que viven en estratos socioeconómicos altos o en la ciudad.
Sin embargo, este informe no solo aporta al entendimiento de las consecuencias de la falta de sueño, sino también a las causas que llevan a que los niños y adolescentes no cumplan con el horario recomendado.
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Entre las razones principales se encuentran:
- El 50 % de los encuestados “no tiene un horario para dormir y no duerme lo suficiente”, ya sea por cuenta de las obligaciones escolares a las que debe responder, o la ansiedad derivada de factores como “temor a la oscuridad, a tener pesadillas o a ser víctimas de pequeñas ilusiones hipnagógicas y por dejarse llevar por su imaginación. Prefieren realizar otras actividades que les impiden cumplir con un horario adecuado para ir a dormir”.
- Además, está el impacto negativo que tiene sobre el estado de sueño el uso frecuente e indiscriminado, horas e incluso minutos antes de dormir, de aparatos electrónicos como celulares, televisores, computadores, consolas, entre otros. Según el estudio, al menos el 52% de los niños y adolescentes dijo tener problemas en la duración, calidad y eficiencia del sueño siempre que han interactuado con estos dispositivos instantes previos a irse a la cama.
- También está el insomnio adolescente, es decir, episodios continuos de despertarse durante la noche, con una prevalencia del 16%.
- Por último, se informó que el 11 % dijo tener patologías físicas que impiden respirar normalmente y que por ende impiden también tener un buen dormir. Entre las más importantes se encuentran la rinitis y el asma. “Por estar relacionado con otros trastornos del sueño, se recomienda a los acompañantes de vivienda de los niños y jóvenes que observen sus patrones de sueño para evidenciar la presencia de ronquidos y realizar un diagnóstico adecuado”, concluye esta investigación.