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“Argentina, 1985”: Justicia jovial en el Juicio de las Juntas

El nuevo largometraje del argentino Santiago Mitre ha sido cubierto por medios y comentado por críticos de cine. Ahora, está disponible en la plataforma de streaming Amazon Prime Video. Esta es nuestra reseña de “Argentina, 1985”.

Fotograma de la película 'Argentina, 1985'

Foto: YT-Prime Video

LatinAmerican Post | Staff

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“Argentina, 1985” es el último largometraje del argentino Santiago Mitre, a quien la audiencia ya conocía por su más reciente película “La cordillera” (2027). La película, como lo anuncia su título, sucede en Argentina en 1985, año en el que tuvo lugar el Juicio a las Juntas Militares. Nunca antes en el mundo se había juzgado a los mandos militares de un país en un tribunal civil. El juicio de Argentina en la década de los 80's fue ordenado por el presidente Raúl Alfonsín, quien había llegado al poder dos años atrás, en 1983, con la llegada de la democracia. En él, se juzgaron a los golpistas que desde 1976 habían estado en el poder. Por primera vez, pues, se juzgaba a un dictador: Jorge Videla.

La película, que representa el Juicio de las Juntas, se inscribe en el género del drama judicial. Su protagonista es el fiscal Julio Strassera, interpretado por Ricardo Darín, quien es ya una figura reconocida internacionalmente. Strassera, padre de dos hijos, tiene la tarea de llevar a cabo la investigación y luego el alegato que probará que la violación de Derechos Humanos durante la dictadura fue sistemática y a sabiendas de los mandos militares. Esto, mientras los simpatizantes de la dictadura lo amenazan a él y a su familia.

¿Quién puede enfrentarse a Videla?

El primer obstáculo con el que se topa Strassera es, por supuesto, con el escepticismo en su propia oficina, con la certeza, fundada en la desesperanza, de que el juicio no será exitoso sino apenas una formalidad del Gobierno. Dado que nadie está dispuesto a trabajar con él en el caso, le es asignado un fiscal adjunto joven: Luis Moreno Ocampo, interpretado por Peter Lanzani.

Moreno Ocampo es un fiscal joven de familia militar, lo que en un primer momento genera resistencia de parte de Strassera, quien está convencido de que lo espían. Sin embargo, como sucede muchas veces, esta pareja no solo aprenderá a trabajar en conjunto, sino que formará una dupla a veces cómica en la que uno complementa al otro.

Como los abogados con carrera judicial temen participar del juicio, nuestra dupla de fiscales conformará un equipo de jóvenes abogados “que no tienen nada que perder”. Este énfasis en la juventud e inexperiencia de los abogados que conforman el equipo de Strassera no solo da un tono cómico que, a veces, aliviana el tema tan pesado de la película (algunos, por ejemplo, dicen estar ahí porque su padre lo sugirió, porque necesitan que les paguen horas extra, porque necesitan experiencia laboral), sino que da una nueva perspectiva sobre la dictadura. Justamente, por ser quienes no tienen nada que perder (una carrera o una familia), los abogados jóvenes son más libres, pueden ser insolentes, hacer chistes y hablar con la verdad. Además, no vivieron de primera mano la dictadura (eran niños y adolescentes durante el gobierno de Videla), lo que les da una distancia que refresca la solemnidad con la que Strassera a veces se acerca a la investigación.

Durante el proceso de reunir la evidencia, la película pone el foco en estos jóvenes abogados, que dan un aire de esperanza, que seguramente había en Argentina luego del regreso de la democracia. Sus viajes a escuchar los testimonios y a convencer a las víctimas del Estado de hablar en la corte conforman, tal vez, la secuencia más alegre y cálida de la película.

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Los testimonios en la corte

A pesar de que los jóvenes dan un tono jovial a la investigación, “Argentina, 1985” no es una película ligera. Cuando empieza ya el juicio en la corte, veremos a las víctimas dar su testimonio. Acá, la película usa también material de archivo del juicio real, lo que nos recuerda a los espectadores que lo que estamos oyendo sí sucedió.

En algunas películas sobre dictaduras, los actos de crueldad son representados con realismo para con esto denunciar desde el cine lo que en su momento no denunciaron los medios. No es el caso de “Argentina, 1985”, que no representa los actos, sino que nos hace oírlos de la voz de las víctimas. Los testimonios en la corte suelen ser el clímax emocional de los dramas judiciales y, en este ámbito, “Argentina, 1985” no propone ni arriesga mucho en su forma. Sin embargo, estas escenas son lo suficientemente contundentes para terminar de convencer al espectador, si no estaba convencido ya, de las atrocidades cometidas por el Estado.

“Nunca más”

Esta es la frase con la que Strassera termina su alegato en la corte y a cuya autoría renuncia por completo, pues será de ahí en adelante una frase de todo el pueblo argentino. “Argentina, 1985” toma como protagonista un funcionario público chapado a la antigua: un hombre reservado, refunfuñón, que cela a su hija, que se atañe con rigidez a las funciones de su cargo y que se toma muy en serio el cuidado de su familia. Este foco sobre el funcionario público que, en principio, difícilmente podría ser leído como un héroe, no solamente funciona a la trama de la película, sino que refuerza la institucionalidad a la que Argentina quería volver después de la dictadura.

Por supuesto, esta es una película en la que el héroe aprende en el camino: no solo desmonta sus prejuicios sobre la familia de Moreno Ocampo o sobre la inexperiencia de su equipo, sino que aprende que la corte es también un teatro. Strassera entiende que no solo debe convencer al juez, sino al país entero: a las víctimas que aún tienen miedo y a las personas que aún simpatizan con la acabada dictadura. Esta teatralidad de la que el héroe se hace consciente le da a la película una razón de ser: ahora nos cuentan todo esto a nosotros, los espectadores. Y, como dice Fernanda Solórzano en su reseña, tal vez volver a ver esta historia pueda traer una sensación de justicia impartida por extensión en los otros países en los que nunca hubo un juicio que reconociera la crueldad de las dictaduras militares.

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