Reseña de “Tár”: Obsesión por el control
Después de 16 años, Todd Field regresa al cine para entregar un relato meticuloso de una mente brillante y manipuladora, obsesionada con la adulación, el poder y el control, protagonizado por Cate Blanchett. Esta es nuestra reseña de “Tár”.
Foto: Universal Pictures
LatinAmerican Post | Juan Andrés Rodríguez
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Grandes trabajos artísticos provienen de mentes brillantes con métodos y comportamientos cuestionables ¿Son estos fundamentales para alcanzar su mayor potencial? ¿Es la obsesión por el control una cualidad intrínseca de la genialidad? ¿Es indivisible la obra del autor? Estas cuestiones dictan el ritmo de “Tár”, un drama psicológico escrito y dirigido por Todd Field y protagonizado por Cate Blanchett como Lydia Tár, una genio musical y conductora de orquesta, atormentada por los fantasmas del pasado en medio de la preparación para el concierto más importante de su vida.
Arte y artista: dos caras de la misma moneda
Lydia Tár es narcisista. Quiere que todos los ojos de la sala estén en ella y reconozcan su genialidad. Cuando alguien la contradice no le importa humillar y menospreciar, pero no de forma obscena, lo hace con tanta gracia y sutileza que es inevitable sentirse cautivado por su beligerancia. Es misteriosa porque sabe que es la forma de ser un objeto de deseo y eso le da el control, o al menos la ilusión de tenerlo, que necesita para dar orden al mundo que percibe con minuciosidad; sufre de misofonía, hipersensibilidad al sonido. Su intelecto musical no tiene igual y por eso su ambición no conoce límites. Este talento acarrea demonios, impulsos que no pude resistir y que piensa que ha encontrado métodos para satisfacer sin tener que renunciar a la gloria que acarrea el título de “maestro”.
¿Es esto lo que le permite a Tár ser una gran artista? Un discípulo de Stanley Kubrick (quien hoy probablemente sería “cancelado” por sus métodos de trabajo), Todd Field, disecciona el discurso de separar obra de artista que ha tomado prominencia por el absolutismo moral de la era digital. De esta forma deja la propuesta interesante de que el talento es indivisible de la ambición desmesurada, que si queremos disfrutar de las grandes obras tenemos que aceptar su origen en los demonios del artista. Arte y creador son dos caras de la misma moneda.
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Obsesión por el control
Field dirige la cinta con una precisión milimétrica. Su puesta en escena está pensada para evocar el orden con el que su protagonista percibe el mundo. La simetría en cada plano, la coreografía entre cámara y actor en los planos secuencia, los sonidos fantasmagóricos y desconcertantes, todo ensamblado en una edición hipnotizante y en función de la pieza central: la interpretación de Cate Blanchett. El guion fue escrito con Blanchett en mente y si ella hubiera rechazado el papel, la película no existiría.
Aunque en el repertorio de Blanchett no faltan personajes inmorales y seductores, en “Tár”, su tarea es encarnar un genio maquiavélico y demuestra un dominio total del arte actoral. Su voz profunda varía de un tono amable para dar confianza a uno estridente cuando quiere mostrar su superioridad. Los pequeños gestos de sus ojos, siempre atentos para determinar el momento adecuado para ejecutar una jugada. Sus movimientos en el atril son hipnotizantes, comanda la orquesta con todo su cuerpo, se convierte en una con la música.
Hay una bestialidad en el personaje, su carácter depredador que está comandado por la ilusión de control. Es un largo camino a la decadencia (la cinta dura más de dos horas y media), pero la paciencia de la audiencia es muy bien retribuida con una escena que deja sin palabras ante la ferocidad de la actuación. Independiente de si gana el Óscar, esta se puede considerar la mejor actuación en la increíble carrera de Cate Blanchett.
“Tár” es el producto de la colaboración entre dos de las mentes más brillantes del cine y su resultado es una obra maestra. Su ejecución en cada aspecto es impecable gracias a la precisión con la que Todd Field elabora la escena, al rededor de una feroz Cate Blanchett. Una introspección de Field a su obsesión por la perfección, quien con solo tres cintas en su filmografía puede considerarse como uno de los mejores directores del siglo XXI.
Su propuesta narrativa es provocativa e incluso polémica, desafía el moralismo absolutista de las redes sociales. Aunque sea difícil de admitir, un artista puede lograr su mayor potencial motivado por su narcisismo que, alimentado por la adulación, le da poder para satisfacer sus impulsos y cometer actos despreciables ¿Es realmente posible dividir la obra del creador? Una cuestión que persigue al espectador, la reminiscencia de la cinta como un sonido distante y desconcertante.
“Tár” se suma a cintas como “Amadeus” (1984) de Miloš Forman, “El cisne negro” (2010) de Darren Aronofsky y “Whiplash” de Damien Chazelle, como relatos icónicos de la obsesión de los artistas por la perfección y el control. Field y Blanchett han creado un personaje icónico del que seguramente seguiremos hablando por muchos años, con lo que cupliremos con el sueño de Lydia Tár en una ironía risible.