AMÉRICAS

Américas al límite: el clima y la violencia obligan a millones a abandonar sus hogares

Las comunidades de todo el continente americano enfrentan un nivel de agitación sin precedentes, ya que los desastres naturales y los conflictos obligan a millones de personas a dejar sus hogares. El Informe Global sobre Desplazamiento Interno (GRID) del Centro de Monitoreo de Desplazamientos Internos (IDMC, por sus siglas en inglés) revela cifras alarmantes que impulsan llamados urgentes a una cooperación regional y a planes de recuperación resilientes.

Aumento vertiginoso de poblaciones desplazadas

A fines de 2024, según el informe GRID del IDMC, 83,4 millones de personas en todo el mundo vivían desplazadas dentro de sus propios países—un aumento del 11 % en comparación con 2023. Esta cifra se ha duplicado en seis años, impulsada no solo por conflictos más intensos, sino también por extremos climáticos agravados por el cambio climático. Alrededor de 73,5 millones de personas, casi el 90 % del total, abandonaron sus hogares debido a la violencia. Aunque Sudán registró la cifra más alta de desplazamientos internos a nivel mundial, las Américas también enfrentan una creciente inestabilidad, con crisis que se encadenan desde México hasta Chile.

El informe destaca que Brasil alcanzó su número más alto de personas desplazadas internamente: 1,1 millones. La mayoría de estos casos estuvieron relacionados con inundaciones catastróficas en Río Grande del Sur, donde lluvias inusuales anegaron un área de tamaño comparable al del Reino Unido. Mientras tanto, otros países informaron menos desplazamientos por inundaciones que en 2023, lo que sugiere que los patrones meteorológicos no han afectado a todas las regiones por igual. Aun así, los datos subrayan las consecuencias impredecibles del cambio climático en toda la región.

El GRID revela otra estadística alarmante: los desplazamientos relacionados con conflictos y violencia en las Américas más que se duplicaron, llegando a aproximadamente 1,5 millones. Más del 60 % de esos movimientos se originaron en Haití, donde la violencia de las pandillas sigue provocando un éxodo desde la capital, Puerto Príncipe. Por su parte, Colombia—históricamente un punto crítico—registró cerca de 388.000 nuevos desplazamientos, un patrón similar al de años anteriores. Para diciembre de 2024, alrededor de 9,6 millones de personas seguían desplazadas internamente en el hemisferio, el 87 % de ellas afectadas por conflictos en Colombia o Haití. Parte de este incremento—frente a los 6,3 millones del año anterior—se debe a una mejora en la recolección de datos, especialmente por parte de las autoridades colombianas, que actualizaron cifras previas para reflejar vulnerabilidades persistentes entre las personas forzosamente desplazadas.

Huracanes desatan devastación histórica

Uno de los hallazgos más preocupantes del informe del IDMC se refiere a las tormentas devastadoras que han azotado grandes extensiones del continente. La temporada de huracanes de 2024 fue la novena consecutiva con una actividad superior a lo normal, causando más del 80 % de los desplazamientos por desastres en las Américas. El huracán Beryl se destacó como el huracán de categoría cinco más temprano jamás registrado en el Atlántico. Causó daños en el Caribe, luego avanzó hacia el norte y afectó la península de Yucatán en México. En Texas, generó 1,6 millones de desplazamientos. Algunos de estos movimientos respondieron a órdenes de evacuación; en otros casos, familias abandonaron sus viviendas por la subida del agua, con la esperanza de evitar tragedias similares a las provocadas por inundaciones súbitas en meses anteriores.

El embate continuó con el huracán Helene, que provocó más de dos millones de desplazamientos en el sureste de Estados Unidos, en particular en Florida, Carolina del Sur y Carolina del Norte. Poco después, las autoridades advirtieron sobre el huracán Milton, una tormenta de categoría cinco que obligó a funcionarios de Florida a ordenar 5,9 millones de evacuaciones. Estos desplazamientos masivos desbordaron los recursos locales, con algunos condados reportando aumentos de hasta el 40 % en su población temporal. Milton perdió fuerza al tocar tierra, pero golpeó zonas que ya habían sido afectadas por Helene, agravando el sufrimiento de quienes intentaban reconstruir sus vidas. Estimaciones preliminares indican que miles de viviendas fueron destruidas o severamente dañadas, y reunir datos completos ha resultado difícil.

Aunque muchas veces fuera del foco mediático, varios países fuera de EE. UU. continental también sufrieron temporadas de huracanes especialmente severas. Cuba enfrentó dos tormentas importantes, Óscar y Rafael, durante el otoño. Cada una impactó extremos opuestos de la isla y provocó un total de 480.000 desplazamientos por desastres. Junto con las inundaciones y deslizamientos de tierra, varios terremotos también afectaron la infraestructura, dañando redes eléctricas y sistemas de agua, lo que generó condiciones propicias para brotes de enfermedades. Estas catástrofes superpuestas muestran cómo una región puede sufrir múltiples emergencias simultáneas con graves consecuencias para la salud y la seguridad pública.

Tensiones crecientes e inestabilidad crónica

A la agitación provocada por el clima se suma la violencia, que sigue obligando a miles a abandonar sus hogares en distintas partes del continente. En Haití, casi 889.000 personas fueron desplazadas por la violencia criminal solo en 2024, triplicando las cifras de 2023. La creciente influencia de las pandillas ha aumentado la inseguridad en Puerto Príncipe, empujando a algunos a buscar refugio en provincias rurales y generando presión sobre comunidades que ya lidian con recursos limitados. Las fallas en la infraestructura, incluidos cierres esporádicos de aeropuertos y colapsos en los centros de desplazamiento, obstaculizaron las respuestas de emergencia y ayuda humanitaria.

Mientras tanto, Colombia reportó una disminución de los enfrentamientos armados tras los ceses al fuego entre el gobierno y varios grupos no estatales. Aun así, casi 388.000 personas se vieron obligadas a abandonar sus hogares debido a amenazas de seguridad persistentes y extorsiones. Las comunidades indígenas y afrocolombianas, principalmente en Cauca, Chocó y Nariño, siguen siendo particularmente vulnerables. El número persistentemente alto de personas desplazadas internamente—actualmente 7,3 millones—también refleja recuentos revisados que ofrecen una imagen más realista de las dificultades actuales. El monitoreo gubernamental semestral ayuda a identificar brechas en la asistencia y a evaluar si las comunidades desplazadas pueden regresar a sus hogares o integrarse en otros lugares.

Otro país que apenas comenzaba a registrar estos datos, Ecuador, reveló por primera vez que la violencia y los conflictos provocaron unos 101.000 desplazamientos en 2024. Las autoridades en Quito han combatido la expansión de redes criminales que operan cerca de la capital y en la costa, lo que llevó al presidente Guillermo Lasso a declarar la existencia de un conflicto armado y a desplegar al ejército. Casi la mitad de las familias encuestadas huyeron en masa, lo que revela el nivel de peligro colectivo en provincias como Esmeraldas, Manabí y Guayas.

Varios gobiernos enfrentan ahora la necesidad urgente de aliviar el sufrimiento inmediato de sus poblaciones mientras implementan estrategias a largo plazo para reducir riesgos. Algunos Estados han comenzado a redactar legislación relevante. Brasil, por ejemplo, está actualizando su Política Nacional de Protección y Defensa Civil, introducida en 2012, para adaptarla a los desafíos actuales. Tras las inundaciones catastróficas, las autoridades de Río Grande del Sur lanzaron programas específicos de reconstrucción y resiliencia climática. Persisten las omisiones de datos, lo que complica la situación. Es difícil evaluar el impacto final de estas políticas y saber cuántas personas siguen desplazadas debido a deficiencias en la información. El informe GRID del IDMC demuestra la necesidad de una acción más organizada en muchas áreas. Alertas tempranas, evacuaciones preventivas, planes de desastre bien estructurados y mecanismos sólidos de resolución de conflictos pueden ayudar a mitigar los desplazamientos.

Al mismo tiempo, los sistemas sólidos de recolección de datos son fundamentales para dimensionar la magnitud de esta crisis. Mejor información permite ayuda específica—ya sea estableciendo refugios permanentes para víctimas de violencia o construyendo barreras contra inundaciones. Las perturbaciones ambientales aumentan. Las organizaciones criminales expanden sus operaciones. Las autoridades locales deben estar alertas. Las autoridades nacionales también deben mantenerse vigilantes, compartir recursos y atender las necesidades de las poblaciones desplazadas por la fuerza. Estas poblaciones requieren atención prioritaria.

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En definitiva, el panorama en las Américas es el de una presión creciente sobre poblaciones vulnerables, ya sean familias rurales arrasadas por inundaciones, habitantes urbanos en la trayectoria de huracanes o comunidades empobrecidas atrapadas por bandas armadas. La creciente ola de desplazamientos internos exige estrategias rápidas e integrales que combinen el fortalecimiento de la resiliencia climática, la desescalada de los conflictos y la mejora crítica de las infraestructuras. Solo enfrentando tanto los peligros relacionados con el clima como la violencia arraigada podrán los países revertir estas tendencias alarmantes y ofrecer a millones de personas desplazadas la oportunidad de regresar a casa o reconstruir sus vidas con dignidad.

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