Argentina: genocida consigue prisión domiciliaria
El Tribunal Oral Federal N°6 le otorgó el beneficio de la prisión domiciliaria al represor Miguel Etchecoltaz, ex jefe de la Brigada de Investigaciones de la Policía Bonaerense durante la última dictadura argentina
Miguel Etchecolatz estuvo al frente de 21 centros clandestinos de detención que fueron instalaciones secretas en las cuales se detuvieron ilegalmente, torturaron y, eventualmente, asesinaron a miles de personas. Estos centros fueron la piedra angular necesaria para ejecutar un plan sistemático de desaparición forzada de personas en el marco de un régimen de terrorismo de estado.
Debido a sus crímenes, fue condenado en seis expedientes por crímenes de lesa humanidad, incluidas tres cadenas perpetuas por las causas “Etchecolatz”, “Circuito Camps” y “La Cacha”, además de la apropiación de una hija de desaparecidos.
Su defensor oficial, Daniel Carlos Ranuschio, alegó que su representado cumplía con los requisitos legales necesarios para obtener la prisión domiciliaria. Invocó su avanzada edad (88 años) y el padecimiento de enfermedades tales como hipertensión arterial, adenoma de próstata y deterioro cognitivo.
Por otro lado, la abogada Guadalupe Godoy, representante de querellantes en juicios de lesa humanidad, se mostró disconforme y señaló: “Nos opusimos a la domiciliaria porque la ley dice que se otorga el beneficio cuando se demuestra que no puede permanecer detenido, pero nosotros demostramos que había falseado los informes de salud”.
Los jueces que tomaron esta decisión habían afirmado que la presencia del represor en el hospital del penal de Ezeiza implicaba “el plausible riesgo de contraer nuevas enfermedades que incidan negativamente en su perjuicio”. Es por ello que determinaron que cumpla su condena en una amplia casa ubicada en la ciudad balnearia de Mar del Plata que cuenta con cuatro habitaciones, tres baños, living, cocina y quincho.
Las condiciones obligatorias que Etchecolatz deberá respetar será no ausentarse del domicilio salvo que sea por razones de urgencias médicas y no poseer armas. Este último requisito se relaciona con el motivo por el cual el genocida perdió el beneficio de la prisión domiciliaria en 2006, cuando un grupo de jóvenes denunció que Etchecolatz los había amenazado con un arma en las inmediaciones de su casa.
Las organizaciones de derechos humanos repudiaron esta decisión. El Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (CeProDH) exigió “¡Cárcel común y efectiva a todos los genocidas! ¡Basta de privilegios e impunidad a los asesinos de los 30.000!”. Por otro lado, la agrupación HIJOS (integrada por hijos de desaparecidos, presos políticos y exiliados) declaró en Twitter: “Pase el tiempo que pase. Sigue sin decir qué hicieron con Julio López. Con un genocida en el barrio, todos/as estamos en peligro. El único lugar para un genocida es la cárcel común, perpetua y efectiva”.
Jorge Julio López, el testigo que desapareció por segunda vez
Las acusaciones que pesan sobre Etchecolatz no se reducen sólo a sus crímenes cometidos durante la dictadura. También se lo ha inculpado como responsable intelectual de la desaparición de Jorge Julio López en tiempos de democracia, un albañil que declaró como víctima y testigo en el juicio en el que se condenó a prisión perpetua al represor. López lo había señalado como uno de los torturadores y los estremecedores detalles de su testimonio causaron conmoción.
El 18 de septiembre de 2006, poco después de declarar y antes de que se dictara la sentencia condenatorio, Julio López desapareció por segunda vez. Nunca más se supo de él y la impunidad de su caso volvió a sembrar el terror entre quienes luchaban por avanzar con los juicios hacia los responsables de los crímenes de la última dictadura argentina.
Un hecho escalofriante que tuvo lugar en 2014, sumó más bronca y repudio social hacia Etchecolatz. El 24 de octubre de ese año, finalizaba un juicio por el cual el genocida era condenado por delitos cometidos en el centro de detención clandestino de La Cacha. Fiel a su estilo provocador, durante la lectura de la sentencia, Etchecolatz miró a familiares de desaparecidos y escribió algo en un papel. Luego quiso entregárselo al Tribunal pero no se lo permitieron. Sin embargo, las fotos tomadas por los fotógrafos develaron luego el turbador contenido que estaba escrito en ese papel. Decía, se su puño y letra, “Jorge Julio López”.
Etchecolatz será vecino de una de sus víctimas
Otro dato alarmante se hace presente en la actualidad. La casa en la que el condenado cumplirá el resto de su castigo, se encuentra en la misma calle en la que vive una de sus víctimas directas. A tan solo cuatro cuadras, vive un hombre que sufrió en carne propia lo que se conoce como “la Noche de los Lápices”, una serie de secuestros, torturas y asesinatos de estudiantes durante 1976. Los secuestros fueron llevados a cabo por miembros de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, dirigida en aquel entonces por el general Ramón Camps y Miguel Etchecolatz.
Esta víctima, que decidió reservar su identidad frente a los medios, declaró: “No estoy aterrado, porque es un viejo. Pero yo no confío en esta gente. Julio López desapareció cuando Etchecolatz estaba preso, pero lo hizo desaparecer su mano de obra. El aparato de esta gente todavía existe”.
El fuerte testimonio de su hija
Este año, la hija de Etchecolatz alzó la voz y contó detalles de la que fue su vida al lado de un monstruo, como ella lo define. Relató su historia luego de que un polémico fallo de la Corte Suprema declarara aplicable el cómputo del 2×1 para el caso de un condenado por delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura, generando así un preocupante precedente.
Frente al miedo de que este beneficio pudiera hacerse extensivo al caso de su padre, Mariana comentó que Etchecolatz había sido “la encarnación del mal en todos los ámbitos”, y que era su deseo que no saliera nunca más de prisión.
La perversidad del represor también se tradujo a su vida familiar. Mariana, sus dos hermanos y su madre padecieron la violencia de Etchecolatz. Incluso la madre de Mariana intentó varias veces escaparse con ella y sus hermanos, pero el represor se enteró y la amenazó diciéndole: “Si te vas, te pego un tiro a vos y a los chicos”.
Toda la entrevista fue un testimonio desgarrador que se sumó a la lista de muchos otros. El horror para Mariana y para las víctimas de la dictadura, tenía nombre y apellido: se llamaba Miguel Etchecolatz.
Latin American Post | Sofia Cerutti
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