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Asesinos seriales en América Latina: la cruda realidad detrás de las cifras

Aunque los asesinos en serie suelen asociarse con Estados Unidos y los países desarrollados, cuatro de los diez asesinos en serie más prolíficos son de América Latina. Con un asombroso número de víctimas, sus historias revelan una historia escalofriante que los medios de comunicación mundiales suelen pasar por alto.

Cuando la mayoría de la gente piensa en asesinos en serie, pueden venir a la mente nombres como Ted Bundy, Jeffrey Dahmer o el Asesino del Zodíaco, lo que refuerza la percepción de que estos crímenes atroces son principalmente un fenómeno en Estados Unidos u otros países desarrollados. Sin embargo, esta suposición pasa por alto la escalofriante realidad de que algunos de los asesinos en serie más letales de la historia moderna provienen de América Latina. Entre los diez asesinos en serie con mayor número de víctimas conocidas, cuatro provienen de esta región, y dos ocupan los primeros puestos.

Estos asesinos, que operan en países como Colombia, Perú, Ecuador y Brasil, se han cobrado la vida de cientos de personas, atacando predominantemente a niños y niñas. Sus historias reflejan no sólo la capacidad de crueldad humana, sino también las condiciones sociales y económicas más amplias que pudieron haber permitido que sus horribles crímenes continuaran durante años antes de ser detenidos.

1. Luis Garavito: La Bestia de Colombia

Luis Garavito, conocido como “La Bestia”, es considerado ampliamente el asesino en serie más letal de la historia, con un recuento confirmado de víctimas de 193 niños, aunque el número real podría superar los 300. El reinado de terror de Garavito duró siete años, de 1992 a 1999, en Colombia y los vecinos Ecuador y Venezuela. Sus objetivos eran principalmente niños de la calle vulnerables, de entre seis y dieciséis años, a los que atraía con promesas de regalos, comida o trabajo.

Los crímenes de Garavito incluían actos indescriptibles de tortura, abuso sexual y asesinato. Su captura en 1999 fue el resultado de un meticuloso trabajo policial tras el descubrimiento de varias fosas comunes. Durante el interrogatorio, Garavito confesó haber asesinado a 140 niños y detalló la ubicación de muchos de sus cuerpos. Su sentencia inicial fue un récord de 1.853 años de prisión. Sin embargo, debido a la ley colombiana, que limita la duración de las penas de prisión, y a su cooperación en la localización de las víctimas, su sentencia se redujo a 22 años.

El hecho de que Garavito fuera programado para libertad condicional en 2023 indignó a muchos colombianos y desató un debate sobre el sistema legal del país, en particular en lo que respecta a la indulgencia de las sentencias por crímenes tan horribles. Sin embargo, Garavito murió en prisión el 12 de octubre de 2023, antes de poder ser liberado, poniendo fin a una de las carreras criminales más notorias de la historia moderna.

2.Pedro López: El Monstruo de los Andes

Si Garavito es considerado el asesino en serie más letal, Pedro López, conocido como “El Monstruo de los Andes”, le sigue de cerca. Los crímenes de López son igualmente espantosos, con un recuento de víctimas confirmadas de 110 y un total sospechoso de más de 300. López, que operó en Colombia, Ecuador y Perú entre 1969 y 1980, se centró principalmente en niñas de entre ocho y doce años.

La carrera criminal de López comenzó a temprana edad, marcada por una infancia traumática llena de abusos y abandono. Después de ser arrestado por robar autos, confesó a la policía que había asesinado a más de 100 niñas. Su escalofriante confesión llevó a las autoridades a fosas comunes donde se encontraron decenas de víctimas jóvenes. A pesar de esto, López fue condenado por solo tres asesinatos en Ecuador en 1983, cumpliendo 14 años antes de ser liberado a fines de la década de 1990 debido a las leyes ecuatorianas que limitaban las sentencias de prisión.

No se sabe con certeza qué le ocurrió a López tras su liberación, ya que desapareció tras ser deportado a Colombia. Las autoridades temen que haya continuado con su ola de asesinatos y se desconoce su paradero actual. El hecho de que uno de los asesinos de niños más prolíficos de la historia haya sido puesto en libertad pone de relieve los desafíos que enfrentan los sistemas legales latinoamericanos para lidiar con criminales tan atroces.

3.Daniel Camargo Barbosa: un asesino que cruzó fronteras

Daniel Camargo Barbosa, un asesino en serie colombiano, dejó un rastro de devastación en Colombia y Ecuador durante las décadas de 1970 y 1980. Su número de víctimas confirmadas asciende a 72, pero se cree que violó y asesinó a más de 150 niñas. Al igual que Garavito y López, Camargo se aprovechaba de niños vulnerables, principalmente niñas, a las que consideraba vírgenes.

Camargo fue arrestado inicialmente en Colombia por una serie de asesinatos brutales, pero escapó de la prisión en 1984. Después de huir a Ecuador, reanudó su ola de asesinatos, estrangulando y mutilando a sus víctimas. Finalmente fue capturado nuevamente en 1986 después de que se descubriera el cuerpo de una niña, lo que llevó a una confesión que lo vinculó con docenas de asesinatos sin resolver.

Camargo fue sentenciado a prisión en Ecuador, supuestamente encarcelado junto con Pedro López. Sin embargo, a diferencia de López, Camargo tuvo un final violento en la cárcel. En 1994, fue asesinado por el sobrino de una de sus víctimas, lo que supuso un final brutal para la vida de otro prolífico asesino en serie que había aterrorizado a América Latina durante más de una década.

4. Pedro Rodrigues Filho: el asesino más famoso de Brasil

El asesino en serie más infame de Brasil, Pedro Rodrigues Filho, también conocido como “Pedrinho Matador” (el asesino Petey), es único entre los asesinos en serie por la naturaleza de sus crímenes. A diferencia de Garavito, López y Camargo, las víctimas de Rodrigues Filho incluían no solo a civiles sino también a otros criminales. Nacido en 1954, Rodrigues Filho afirmó haber cometido su primer asesinato a la edad de 14 años, contra un político local responsable del despido de su padre.

A lo largo de su carrera criminal, Rodrigues Filho afirmó haber asesinado a más de 100 personas, con 71 víctimas confirmadas. Entre sus víctimas se encontraba su padre, a quien Rodrigues Filho asesinó y luego le devoró un trozo de corazón en un espantoso acto de venganza por el asesinato de su madre. Incluso mientras estaba encarcelado, continuó con su racha violenta, matando a 47 reclusos, muchos de los cuales consideró “indeseables” debido a sus crímenes.

Rodrigues Filho fue sentenciado a 128 años, pero cumplió solo 30, la pena máxima permitida por la ley brasileña. Fue liberado en 2018, pero fue asesinado por dos hombres en 2023. Su historia, aunque llena de violencia, presenta una figura más compleja: un asesino que, en su mente, estaba impartiendo justicia a quienes consideraba malvados.

5.Florisvaldo de Oliveira: El justiciero Cabo Bruno

Aunque Florisvaldo de Oliveira, también conocido como “Cabo Bruno”, no está en la lista de los 10 asesinos en serie más prolíficos, su historia no es menos conmovedora. De Oliveira, un ex oficial de policía convertido en justiciero, operaba en las afueras de São Paulo a principios de los años 80, donde tomó la justicia por su mano. En tan solo un año, de 1982 a 1983, fue responsable del asesinato de más de 50 personas, principalmente criminales.

A diferencia de otros asesinos en serie que se aprovechaban de víctimas inocentes, Cabo Bruno se veía a sí mismo como una fuerza de justicia, eliminando a quienes creía que eran amenazas para la sociedad. Sin embargo, sus acciones desdibujaron las fronteras entre la aplicación de la ley y el asesinato a sangre fría, ya que sus asesinatos como justiciero generaron tanto miedo como apoyo de las comunidades locales. Detenido y condenado por sus crímenes, de Oliveira pasó décadas en prisión antes de ser liberado en 2009. Sin embargo, su vida terminó violentamente en 2012 cuando unos agresores desconocidos lo asesinaron, un final escalofriante para la vida de un hombre que vivía de un arma.

Aunque ocupa el puesto 16 en cuanto a número de víctimas, la historia de Cabo Bruno es un ejemplo inquietante de cómo la ley y la justicia pueden entrelazarse peligrosamente con la venganza personal.

6. Fernando Hernández: el asesino en la sombra de México

Fernando Hernández, aunque ocupa el puesto 27 en cuanto a número de víctimas confirmadas, presenta uno de los casos más escalofriantes de México. Arrestado en 1999 después de confesar 100 asesinatos y seis secuestros, Hernández se atribuyó la responsabilidad de una ola de violencia en cinco estados del sur de México. A pesar de que más tarde se retractó de su confesión (afirmando que la policía lo había golpeado y amenazado a su familia), la magnitud de sus presuntos crímenes es asombrosa. Condenado por 33 asesinatos, fue sentenciado a 50 años de prisión.

La historia de Hernández está llena de misterio y controversia. Antes de su arresto final, había escapado de prisión dos veces, una de ellas después de ser arrestado por asesinato en 1986. Su capacidad para evadir la justicia durante tanto tiempo, junto con su alto número de víctimas, ha alimentado la especulación de que puede ser el asesino en serie más prolífico de México. Los intentos de suicidio en prisión agregaron otra capa oscura a su enigmático legado. Independientemente de si todas sus confesiones fueron genuinas o no, el reinado de terror de Hernández ha dejado un impacto duradero en el país, proyectando una larga sombra sobre la historia criminal de México.

Las complejidades de la justicia en América Latina

Las historias de estos cuatro hombres —Luis Garavito, Pedro López, Daniel Camargo Barbosa y Pedro Rodrigues Filho— plantean preguntas incómodas sobre la justicia en América Latina. A pesar de sus crímenes horribles, cada uno de estos hombres se benefició de sistemas legales que no estaban equipados para lidiar con asesinos en serie a una escala tan masiva. Ya sea por reducciones de sentencias, fugas de prisión o lagunas legales, los cuatro asesinos lograron evitar enfrentar las consecuencias totales de sus acciones.

Parte del problema radica en los marcos legales de países como Colombia, Ecuador y Brasil, donde las penas máximas de prisión permitidas a menudo son inferiores a lo que muchos consideran apropiado para crímenes de esta magnitud. Por ejemplo, a pesar de ser responsables de cientos de muertes, tanto Garavito como López fueron sentenciados a penas de prisión que, en países desarrollados, serían consideradas sorprendentemente leves.

Además, la magnitud de los crímenes de estos hombres sugiere que las agencias policiales locales a menudo estaban abrumadas o mal preparadas para lidiar con las complejidades de las investigaciones de asesinatos en serie. En países que luchan contra la inestabilidad social y económica, los recursos para investigaciones criminales exhaustivas suelen ser insuficientes, lo que permite que asesinos como Garavito y López operen con impunidad durante años antes de ser atrapados.

La globalización y la percepción de los asesinos seriales

La percepción global de los asesinos seriales ha estado sesgada desde hace mucho tiempo hacia los países desarrollados como Estados Unidos, donde los casos de alto perfil reciben una amplia cobertura mediática y a menudo son romantizados o sensacionalizados en películas, libros y documentales. En contraste, las historias de asesinos seriales latinoamericanos como Garavito, López, Camargo y Rodrigues Filho a menudo han sido pasadas por alto por los medios internacionales a pesar de sus asombrosas cifras de víctimas.

Esta discrepancia refleja un problema más amplio de cómo se entiende a los asesinos seriales en un contexto global. Las condiciones que permiten que los asesinos seriales prosperen (aislamiento social, inestabilidad económica, sistemas legales débiles) no son exclusivas de Estados Unidos u otros países desarrollados. La historia de violencia, pobreza y agitación política de América Latina puede haber contribuido al surgimiento de algunos de los asesinos seriales más letales que el mundo haya visto jamás.

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Al examinar las historias de estos asesinos, podemos desafiar la narrativa de que los asesinos en serie son un fenómeno predominantemente estadounidense. La cruda realidad es que los asesinos en serie existen en todas partes del mundo y sus crímenes a menudo revelan problemas sociales profundamente arraigados que exigen atención.

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