Brasil: ¿el país más homofóbico y religioso de Suramérica?
¿Por qué uno de los países más desarrollados de América Latina permite terapias de reversión?
En 1973, la Asociación Norteamericana de Psiquiatría retiró la homosexualidad de su lista de enfermedades y trastornos mentales. Sin embargo, en pleno Septiembre de 2017, un juez federal de Brasil concedió una cautelar que le permite a los psicólogos tratar la homosexualidad como una enfermedad y por ende abre la posibilidad de realizar las terapias de “reversión sexual”.
La decisión aprobada por el magistrado Waldemar Cláudio de Carvalho autoriza a los psicólogos del país a promover estudios o aplicar técnicas orientadas a la “reversión sexual”, también conocida como “cura gay”. Pero esta práctica obsoleta fue prohibida por el Consejo Federal de Psicología de Brasil en 1999 y es vista como una forma de debilitar los derechos de la comunidad homosexual, ya que como lo define la Organización Mundial de la Salud, la homosexualidad es una variación natural de la sexualidad humana y no debe ser vista como una patología.
Entre la fe y el odio
Brasil se convirtió en el tercer país de Suramérica en aceptar el matrimonio gay y trabaja con firmeza en la implementación de nuevas leyes que garanticen los derechos y la igualdad de la comunidad LGBT. Aún así, cada 25 horas un homosexual es asesinado en el gigante suramericano y los crímenes homofóbicos aumentan al ritmo que crece la popularidad de los grupos religiosos en sus roles políticos.
De acuerdo al último reporte entregado por la organización no gubernamental Grupo Gay de Bahía, este año, comparando las cifras con las de 2016, se ha registrado un aumento del 18% en el número de muertes homosexuales propiciadas por discriminación. Algunas organizaciones atribuyen el aumento de esta violencia a la ausencia de una ley que penalice la homofobia y al incremento de iglesias evangélicas y pentecostales, que suelen promulgar posturas radicales con respecto a la unión entre personas del mismo sexo.
El 14 de mayo de 2013, el Poder Judicial de Brasil legalizó el matrimonio gay en todo su territorio, pero la postura de algunas iglesias o representantes religiosos continúa siendo la misma. Argumentan que las personas del mismo sexo que decidan vivir juntas y formar una familia deben ser protegidas por el Estado, pero no aceptar o reconocer su unión como un matrimonio.
La idea de tratar la homosexualidad como una enfermedad nos devuelve décadas en el tiempo, en donde los trastornos de comportamiento se intentaban corregir mediante lobotomías, electrochoques, castraciones, hipnosis y tratamientos psicológicos similares a torturas. Esto no significa que en Brasil quieran retomar estas ilógicas y peligrosas técnicas del pasado, pero sí indica que uno de los países más desarrollados de Suramérica sigue viendo en su mayoría la homosexualidad como un error de la naturaleza y no como una elección del individuo para expresar su identidad e inclinaciones.
En las palabras del papa Francisco, “creo que la Iglesia católica no solo debe pedir disculpas a una persona homosexual que ofendió, sino que hay que pedir perdón a los pobres, a las mujeres que han sido explotadas, a los niños obligados a trabajar, pedir perdón por haber bendecido tantas armas”.
Latin American Post | Krishna Jaramillo
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