Crisis en la UNESCO
Problemas financieros y políticos están dificultando la labor de la Organización
Los problemas financieros que enfrentaba desde hace unos años la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), se han agravado en simultáneo con conflictos políticos que complican aún más la situación. La suspensión de aportes de países tales como Estados Unidos, Israel y Japón pone en jaque la ejecución de muchos proyectos de la organización, y la salida de las dos primeras naciones crea un clima de tensión que amenaza con deslegitimar la labor de la misma.
El primer y gran shock financiero vino con la decisión del gobierno de Barack Obama de congelar los aportes de dinero en 2011, cuando la institución aceptó a Palestina como miembro a raíz de los votos a favor de dos tercios de los países parte. Este suceso significó un fuerte sismo económico para la UNESCO, ya que la contribución de Washington representaba el 22% de la recaudación total del organismo.
Japón, que era el segundo mayor proveedor de fondos, decidió retrasar el pago de su cuota desde 2016 también por razones políticas. Se debió al rechazo de Tokio de la inclusión de la UNESCO de documentos chinos que hacían referencia a la Masacre de Nankín, en la cual soldados japoneses asesinaron a más de 300.000 personas, en el registro de la Memoria del Mundo.
Desafortunadamente, este año la crisis económica empeoró con la notificación de Israel de abandonar el organismo y que, por ende, implicaría el cese de sus aportes. El pasado 12 de octubre, Estados Unidos anunció su retirada de la UNESCO, la cual fue secundada por Israel, que también acusó a la organización de tener un sesgo anti-israelí.
La arista política
Funcionarios de la UNESCO consideran que, desde la década de los noventa, hubo un empobrecimiento intelectual que afectó su funcionamiento al vincularlo más a la puja de intereses estatales y menos a las recomendaciones de especialistas. Es decir, hubo un cambio en el mecanismo de selección de los integrantes del Consejo Ejecutivo que implicó la llegada al organismo de figuras de la diplomacia, en lugar de intelectuales, científicos y artistas. Esta modificación se tradujo en una mayor preeminencia de presiones e intereses estatales, que se evidencia con claridad en la actualidad.
El reto que enfrenta la nueva directora general de la UNESCO, la francesa Audrey Azoulay, es justamente poder timonear una organización que se ve fuertemente cuestionada por la presencia de intereses políticos nacionales en pugna, y que pone a prueba la capacidad de la dirigente de continuar con el mandato de la institución sin convertirse en rehén de las exigencias de las capitales.
Las perspectivas del organismo son complicadas. Algunos países tales como Arabia Saudita, Noruega, China, Malasia, Corea del Sur, Indonesia, Qatar, Argelia, Gabón y Chad hicieron donaciones para crear un fondo de emergencia; otros estados tales como Alemania adelantaron el pago de su cuota para atemperar la escasez de fondos. Sin embargo, estas son soluciones temporales a los problemas económicos que vive la UNESCO, ya que aún así se han tomado medidas de ahorro que implican la cancelación de proyectos en estado de planificación y el congelamiento de otros en proceso de ejecución. Probablemente este plan de ahorro continúe si la organización no recibe inyecciones de dinero constantes y significativas que le permitan desarrollar sus actividades en un marco de previsibilidad.
El contexto mundial requiere más que nunca solucionar estos problemas económicos y políticos que atraviesa la UNESCO ya que, como afirma la ex directora general Irina Bokova, es el “momento en que la lucha contra el extremismo violento pide una inversión renovada en educación y en diálogo intercultural para prevenir el odio”. Es necesario que los proyectos tengan continuidad y que haya una participación amplia de toda la comunidad internacional, para poder hacer frente a los desafíos que se presentan.
Latin American Post | Sofía Cerutti
Copy edited by Susana Cicchetto