Dentro de la Valiente Lucha por Justicia de una Mujer Aymara Boliviana

Una mujer aymara llamada Rosa Quiroga pasó cinco años en prisión después de acusar a un alto político boliviano de acoso sexual. Ahora, tras ser absuelta de cualquier delito, exige una reparación integral por parte del Estado boliviano y, si es necesario, buscará justicia en el ámbito internacional.
Las Raíces de una Injusta Odisea
El sistema judicial de Bolivia está en el centro de un controvertido caso que involucra a Rosa Quiroga, una mujer aymara de 34 años. Tras comenzar a trabajar a principios de 2015 para la entonces diputada Inés López Quispe, Quiroga afirma haberse convertido en blanco de acoso sexual por parte de Santos Paredes Mamani, también diputado en ese momento y presidente de la Comisión de Pueblos Indígenas en la Cámara Baja del Congreso boliviano.
“Lo que pido es justicia”, dijo Quiroga a EFE. “Que se cumpla la ley. Estoy en una situación de salud frágil, desempleada y empezando desde cero tras haber sufrido tanto trauma por el acoso sexual que viví”. Su historia pone de manifiesto las enormes dificultades que enfrentan las mujeres en los espacios laborales de Bolivia, especialmente las mujeres indígenas, quienes suelen afrontar capas adicionales de discriminación.
Quiroga alega que Paredes insistía repetidamente en que lo acompañara en viajes y eventos sociales para poder estar a solas con ella. “Me decía: ‘Yo soy el jefe, y aquí harás lo que yo diga'”, relató Quiroga a EFE. Buscó apoyo en su entonces colega Inés López, quien en un principio pareció solidaria y prometió llevar el caso ante la Comisión de Ética de la Cámara de Diputados si era necesario. Sin embargo, en lugar de recibir apoyo, Quiroga fue víctima de una serie de acontecimientos que la llevarían a prisión durante cinco años.
De la Acusación al Encarcelamiento
En noviembre de 2015, Quiroga denunció formalmente a Paredes ante el Ministerio Público por acoso sexual. Poco después, fue despedida de su cargo. Aunque Paredes fue imputado en 2016, su caso sufrió múltiples postergaciones. Mientras tanto, la situación legal de Quiroga dio un giro devastador en abril de 2017, cuando asistió a una audiencia judicial relacionada con su denuncia. Al llegar, la policía la detuvo abruptamente bajo cargos de falsedad ideológica y abuso de firma en blanco, acusaciones promovidas por las mismas personas a quienes ella había señalado.
“Me llevaron a las celdas judiciales en cuestión de minutos y pasé 10 días detenida”, contó Quiroga a EFE. “Me acusaron de ser terrorista. No tenía dinero ni abogado”. Representantes legales de la Fundación Construir, incluida la abogada Elena Attard, sostienen que estos cargos fueron una represalia, criminalizando a Quiroga por hablar en un entorno de trabajo profundamente machista y misógino.
Según su abogada, Audalia Zurita, López había escrito inicialmente tres cartas a la Comisión de Ética denunciando la conducta de Paredes hacia Quiroga. Pero en 2017, la diputada cambió su versión y afirmó que había firmado esas cartas en blanco y desconocía su contenido. Como resultado, Quiroga pasó años en detención preventiva.
“El caso de Rosa demuestra todo lo que está mal en la administración de justicia en Bolivia”, dijo Zurita a EFE. Además de los prolongados tiempos de espera y retrasos procesales, las condiciones de vida de Quiroga en prisión fueron insoportables. Sin recursos para pagar su defensa ni cubrir necesidades básicas, dormía en una celda abarrotada, soportando temperaturas extremas y una alimentación deficiente.
“Perdí peso, mis huesos dolían”, recordó Quiroga. “Estaba desnutrida, mi cabello se volvió blanco. Parecía una mujer de 80 años”. Los médicos le aconsejaron cortarse las trenzas aymaras para mejorar su salud, que se deterioraba rápidamente. También dejó de usar la vestimenta tradicional de las mujeres indígenas bolivianas. La decisión fue un sacrificio personal importante, que reflejaba la gravedad de su situación.
Durante cuatro años, Quiroga permaneció en prisión antes de que se le concediera arresto domiciliario. Durante ese tiempo, varios jueces supuestamente la presionaron para que se declarara culpable con el fin de “cerrar el caso”, según sus abogados. Sin embargo, Quiroga se negó, defendiendo su inocencia.
Absolución, Reparación y un Llamado al Cambio Sistémico
En 2023, un tribunal finalmente absolvió a Quiroga. No obstante, su equipo legal exige que el sistema judicial boliviano emita una declaración completa de inocencia. También piden que el Estado le otorgue una reparación integral por el daño moral, físico y económico que sufrió. Si las autoridades bolivianas no cumplen, sus abogados planean llevar el caso a organismos internacionales de derechos humanos para exigir compensación y justicia.
“Rosa es una sobreviviente”, afirmó la abogada Attard a EFE. “Este caso involucró tortura y tratos crueles y degradantes. Plantea preguntas fundamentales sobre la independencia de los tribunales, el papel del sistema de castigo y hasta qué punto las leyes realmente garantizan justicia”.
La experiencia de Quiroga ha impulsado a activistas en Bolivia a exigir cambios estructurales. “El caso de Rosa es la criminalización de una mujer que se atrevió a hablar en un entorno laboral machista y misógino”, declaró Susana Saavedra, presidenta de la Fundación Construir. “Envía un mensaje alarmante a quienes aún creen que el sistema las protegerá si denuncian abusos”.
Por su parte, Quiroga mantiene la esperanza. Quiere que su lucha sirva para visibilizar la profunda injusticia que enfrentan las mujeres indígenas, especialmente en instituciones estatales aún dominadas por estructuras patriarcales. No se rinde: sigue exigiendo una disculpa real, una compensación justa y un compromiso de que ninguna mujer vuelva a sufrir lo mismo.
“Quiero justicia”, reiteró Quiroga. “Quiero volver a vivir con dignidad y no quiero que ninguna otra mujer boliviana sufra como yo”.
Organizaciones de derechos humanos dentro y fuera de Bolivia siguen el caso con atención, viéndolo como una prueba clara del fracaso del sistema judicial. Estas entidades sostienen que se requieren mejoras en la formación judicial, procesos judiciales más ágiles y un cambio en la cultura institucional para garantizar que quienes sobreviven al acoso y la violencia sexual sean escuchados y no castigados.
Lea Tambien: La brecha política en Bolivia: Morales, Arce y nuevas alianzas
La historia de Quiroga es un llamado urgente al cambio y un recordatorio contundente: lograr justicia verdadera va más allá de una sentencia judicial. Se necesitan transformaciones profundas que protejan los derechos de los más vulnerables y garanticen que ninguna persona, especialmente las mujeres indígenas, sufra un encarcelamiento injusto. Mientras la presión sobre el gobierno boliviano aumenta, Rosa Quiroga se mantiene firme en su lucha, decidida a transformar su sufrimiento en una demanda mayor por rendición de cuentas, igualdad y respeto para todas.