El Desplazamiento en Haití Supera el Millón de Personas por el Aumento de la Violencia de las Pandillas
Más de un millón de personas en Haití se han visto obligadas a huir de sus hogares debido a la implacable violencia de las pandillas, lo que supone un aumento de tres veces en el transcurso de un solo año, según las alarmantes cifras divulgadas esta semana por las Naciones Unidas.
Aumento vertiginoso del desplazamiento
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) de las Naciones Unidas informó que actualmente hay más de un millón de personas desplazadas internamente. Esta cifra representa un notable aumento en comparación con los aproximadamente 315,000 individuos contabilizados en diciembre de 2023. El incremento es especialmente pronunciado en Puerto Príncipe y sus alrededores, donde se registró un aumento del 87 % en el desplazamiento entre 2023 y 2024.
Las causas de este dramático aumento están directamente relacionadas con la intensificación de la violencia de las pandillas: guerras territoriales, secuestros y la extorsión generalizada de los residentes. Según Kennedy Okoth Omondi, portavoz de la OIM, muchos haitianos se han visto obligados a huir varias veces mientras los grupos armados expanden su control sobre los vecindarios. La organización afirma que estos desplazamientos forzados empujan a las familias a una mayor pobreza y agravan la crisis humanitaria en general.
Para un país acostumbrado a luchas socioeconómicas y políticas, la crisis actual se distingue por su velocidad e intensidad. Las pandillas se han fortalecido tanto que, en muchas áreas, los servicios de salud esenciales han colapsado. Las interrupciones han causado un aumento en las tasas de inseguridad alimentaria entre los grupos vulnerables, lo que se suma a las dificultades de una población ya empobrecida. Los niños, que representan más de la mitad de los desplazados, son los más afectados por este caos, ya que a menudo pierden el acceso a la educación formal y a la atención médica.
Las cifras recientes subrayan una cruda realidad para Haití, un país que históricamente ha enfrentado desastres naturales, turbulencias políticas e inestabilidad económica. La violencia constante afecta la vida diaria de las personas. A pesar de los esfuerzos de las agencias internacionales y las ONG para brindar ayuda, la crisis continúa empeorando, proyectando una oscura sombra sobre el futuro de la nación.
Puerto Príncipe bajo asedio
La situación es más evidente en Puerto Príncipe. Según múltiples informes, las pandillas controlan hasta el 85 % del territorio de la ciudad. Los habitantes de estas zonas están a merced de grupos criminales que cometen actos de violencia con casi total impunidad. Las familias que logran escapar a menudo lo hacen solo con la ropa que llevan puesta, huyendo de noche para evitar ser detectadas.
En el último año, los sitios de desplazamiento en la capital aumentaron de 73 a 108, lo que pone de manifiesto la escasez de opciones de refugio adecuado. Los campamentos improvisados en edificios públicos, escuelas y áreas de construcción abandonadas son ahora una realidad para muchos que anteriormente tenían hogares estables. En estos sitios, la comida, el agua potable y el saneamiento adecuado son escasos, lo que amenaza con desatar brotes de enfermedades.
El gobierno haitiano recientemente nombró a Mario Andrésol como nuevo secretario de seguridad pública, con la esperanza de que su experiencia —ya que se desempeñó como director de la Policía Nacional de Haití hace casi dos décadas— le permita frenar la violencia. Durante su ceremonia de juramentación, Andrésol prometió combatir la actividad de las pandillas, enfatizando la necesidad de detener la entrada de armas y drogas al país. El primer ministro haitiano, Alix Fils-Aimé, lo nombró con la esperanza de “poner a las personas adecuadas en los lugares adecuados” para restaurar algo de normalidad.
Los riesgos para los ciudadanos siguen siendo elevados. La Oficina de Derechos Humanos de las Naciones Unidas señaló que más de 5,600 personas fueron asesinadas solo el año pasado, un aumento del 20 % en comparación con el año anterior. Los secuestros también se han disparado, con casi 1,500 casos reportados durante el mismo período. Mientras las autoridades locales e internacionales luchan por recuperar el control de la capital, decenas de miles de haitianos enfrentan la probabilidad de más desplazamientos o, incluso, algo peor.
Un sistema roto bajo presión
Más allá del peligro físico inmediato, el colapso de infraestructuras cruciales y servicios sociales ha agravado la crisis en Haití. Hospitales y clínicas en vecindarios dominados por pandillas han cerrado o reducido operaciones debido a amenazas contra el personal médico y al robo de suministros. Muchos médicos y enfermeras abandonan el país o se trasladan a lugares más seguros, dejando comunidades enteras sin acceso a trabajadores de salud.
El colapso del sistema de salud ha provocado que enfermedades e infecciones tratables queden sin atención, lo que incrementa las tasas de mortalidad. La economía también enfrenta grandes dificultades, ya que las empresas cierran o recortan operaciones por temor a secuestros y extorsiones. Las escuelas, que suelen ser centros comunitarios, han cerrado en zonas peligrosas, privando a los niños de educación y desestabilizando aún más las comunidades.
El sector agrícola de Haití también sufre. Las personas desplazadas que se mudan desde Puerto Príncipe hacia zonas rurales generan una presión adicional sobre los recursos limitados. Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), quienes llegan a estas áreas rurales a menudo lo hacen con poco dinero o perspectivas, lo que agrava las dificultades de las comunidades que ya enfrentan problemas con la producción de alimentos y el acceso al agua potable.
La situación se complica aún más con el retorno forzoso de unos 200,000 haitianos desde el extranjero, principalmente desde la República Dominicana, en el último año. Muchos de estos repatriados llegan sin recursos adecuados y son devueltos a un país sumido en el caos, donde tienen pocas conexiones u opciones de vivienda. Frecuentemente, terminan en los mismos sitios de desplazamiento que aquellos que huyen de los vecindarios controlados por pandillas.
Los esfuerzos internacionales de asistencia continúan, pero enfrentan grandes obstáculos, incluyendo ataques a convoyes humanitarios y saqueos de suministros de ayuda. Aunque la fuerza multinacional de seguridad respaldada por la ONU, desplegada en junio, tiene como objetivo apoyar a la Policía Nacional de Haití, el progreso ha sido limitado. La fuerza carece de fondos y de equipo adecuado para enfrentar a las pandillas fuertemente armadas que operan con casi total autonomía.
Buscando soluciones
Dada la magnitud de la crisis, se necesitan cambios estructurales a largo plazo para brindar alivio significativo a Haití. El Consejo Presidencial de Transición (CPT), encargado de organizar elecciones atrasadas desde hace mucho y de restaurar la gobernanza democrática, ha avanzado lentamente. Aunque el primer ministro interino fue reemplazado en noviembre, la nueva administración ha logrado poco progreso en estabilizar el país o desarmar a las pandillas.
Diversas entidades internacionales enfatizan que se requiere un apoyo significativo. Amy Pope, directora de la OIM, insiste en que la ayuda continua es crucial para salvar vidas. Los grupos de ayuda locales también solicitan apoyo, advirtiendo que el tiempo para prevenir un desastre mayor se está agotando.
Las reglas de inmigración de EE. UU. han brindado cierto alivio a los migrantes haitianos al ofrecerles estatus temporal, pero los cambios políticos podrían empeorar la crisis. Leyes como grandes deportaciones o recortes en las protecciones aumentan el número de personas en riesgo que regresan a un país inestable. La OIM advierte que los retornos forzosos podrían desestabilizar aún más las comunidades y empeorar la seguridad.
En el terreno, grupos locales y líderes comunitarios han comenzado a formar alianzas para proteger vecindarios y negociar treguas con líderes de pandillas. Estos esfuerzos buscan estabilidad en zonas plagadas de violencia, aunque los activistas reconocen que, sin una supervisión gubernamental más sólida, una verdadera aplicación de la ley y apoyo internacional, estas acciones solo brindan alivio temporal.
Defensores de los derechos humanos y grupos religiosos han intervenido para ofrecer refugio, alimentos y servicios de asesoramiento a quienes lo han perdido todo. El apoyo a la salud mental es fundamental, ya que muchos haitianos desplazados luchan contra el trauma después de haber presenciado o sufrido violencia de primera mano. Los niños, que constituyen la mitad de este grupo desplazado, enfrentan interrupciones escolares y cicatrices psicológicas que podrían durar toda la vida.
El primer ministro haitiano, Alix Fils-Aimé, insiste en que se necesita un esfuerzo nacional con ayuda internacional para cambiar la situación. Habla de un futuro en el que Haití recupere el control de su territorio, ofreciendo “la paz que el pueblo haitiano merece”. Sin embargo, muchos haitianos se muestran escépticos después de ver repetidos ciclos de promesas y fracasos.
Abordar la crisis de desplazamiento en Haití requiere un enfoque múltiple: restaurar la seguridad pública, fortalecer las instituciones, proporcionar ayuda humanitaria y crear un entorno propicio para futuras elecciones. La toma de posesión de Mario Andrésol marca un renovado enfoque en contener el poder de las pandillas, pero se necesitará más que cambios de personal para romper el control de los grupos armados sobre la nación. Es fundamental incluir un sistema judicial funcional, sistemas gubernamentales adecuados y oportunidades económicas en el plan para lograr una paz duradera.
Haití se encuentra en un punto crítico. Más de un millón de personas viven desplazadas dentro del país, muchas de las cuales han tenido que mudarse varias veces, y la frágil estructura social de la nación se desmorona rápidamente. El gobierno, los grupos internacionales y las organizaciones locales deben unirse para detener la violencia y atender las necesidades urgentes de ayuda. De lo contrario, el problema del desplazamiento podría empeorar, dejando a muchos haitianos sin un futuro seguro.
Lea Tambien: El juicio de un migrante venezolano arroja luz sobre un trágico caso de asesinato
Entre los fuertes llamados a una mayor ayuda, una idea destaca: los ciudadanos de Haití no pueden esperar para siempre. Cuanto más dure la violencia, más difícil será reconstruir los sistemas que han colapsado. Por ahora, las familias siguen huyendo de sus hogares, buscando refugio del caos, con la esperanza de que algún día puedan regresar a un país que ya no esté controlado por pandillas, sino guiado por una renovada esperanza y una paz genuina.