AMÉRICAS

El Espacio Aéreo de América Latina Está Bajo Asedio Criminal—Y Ellos Se Están Volviendo Más Inteligentes

Capos de la droga y guerrilleros en toda América Latina están corriendo para militarizar drones comerciales baratos, convirtiendo herramientas de contrabando en bombarderos voladores. Un nuevo informe del Colegio de Guerra del Ejército de EE.UU. advierte sobre una inminente insurgencia aérea—para la cual las autoridades no están preparadas.

De Entregas de Droga a Bombarderos Caseros

Hace diez años, cuando los agentes fronterizos de EE.UU. empezaron a ver cuadricópteros sobrevolando el Río Grande, usualmente llevaban paquetes de heroína o metanfetamina. Hoy, ese tipo de misión parece casi inocente.

“Pasamos de lanzar droga a lanzar muerte”, dice el profesor Evan Ellis, autor del informe El Problema de los Drones en América Latina, del Instituto de Estudios Estratégicos del Colegio de Guerra del Ejército. Ha seguido esta escalada entre enero de 2024 y abril de 2025: más ataques con drones, más heridos, mayor precisión. Los carteles, advierte, han adoptado tácticas de combate tomadas directamente de Ucrania y Siria.

El método es alarmantemente simple: comprar un dron en un sitio web chino, seguir un tutorial en YouTube para modificar los ganchos de carga, colocar una granada o una botella de plástico con Tannerita, ingresar coordenadas GPS. Por unos pocos cientos de dólares, una banda puede lanzar un ataque aéreo antes reservado para fuerzas armadas nacionales.

México es el ejemplo más claro. En la región de Tierra Caliente, Michoacán, los sicarios del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) usan drones con cámaras térmicas para identificar casas seguras rivales y lanzar bombas caseras sobre los techos—grabando el caos y publicándolo en Telegram como propaganda.

Informes forenses mexicanos citados por el analista de seguridad Romain Le Cour indican que las recientes explosiones imitan las “bombas de botella” improvisadas usadas en Ucrania: tubos de PVC cargados con C-4 y metralla. La técnica—y la destrucción—han cruzado océanos.

De Colombia a Perú: Cambian las Líneas del Frente

No es un problema de un solo país. El informe de Ellis traza un inquietante mapa de ataques que se extienden desde la costa ecuatoriana hasta la selva colombiana.

  • En septiembre, un dron con 18 kilos de nitrato de amonio impactó la prisión La Roca, cerca de Guayaquil. La explosión abrió el techo. Inteligencia cree que el objetivo era liberar a un líder narco.
  • En marzo, un dron dejó caer un mortero sobre una patrulla del ejército en Catatumbo, Colombia, matando a un soldado y dejando cuatro heridos.
  • Semanas antes, un cuadricóptero explotó a metros del convoy del General Jorge Alejandro Gutiérrez en Chihuahua, México, obligando a las tropas a retroceder bajo fuego de francotiradores.

Ni siquiera los eventos diplomáticos importantes están a salvo. En la cumbre APEC en Lima, el pasado noviembre, la policía peruana neutralizó 35 drones sospechosos usando interferidores israelíes colocados alrededor del recinto.

El atractivo es claro: los drones pasan sobre bloqueos, alcanzan recintos amurallados y provocan un shock psicológico. Son más limpios que los coches bomba y más fáciles de controlar. ¿La mayor ventaja? Los pilotos suelen estar a kilómetros de distancia, viendo todo en video en vivo, sin riesgo de ser atrapados.

“Esta tecnología democratiza el poder aéreo”, dice Ellis. “De repente, una célula de seis hombres puede atacar como una fuerza aérea.”

InSide Crime

Los Gobiernos Corren Detrás, Siempre un Dron Atrasados

En algunos países, ya hay respuesta. Pero en la mayoría, es insuficiente.

Brasil lidera la contraofensiva regional. Su ejército y policía comparten una flota de 1.500 drones, y empresas locales están fabricando rifles antidrones con radar. En Río de Janeiro, la policía instala sensores Dedrone en las favelas para rastrear vuelos ilegales. Dicen haber detenido 60 este año.

Colombia ha instalado interferidores israelíes Skylock en bases militares cercanas a la frontera con Venezuela. México está probando disruptores de microondas diseñados en EE.UU. cerca de refinerías clave.

Pero en otros lugares, el progreso es lento.

En Perú, un contrato para redes antidrones estuvo 16 meses atascado en el Congreso—mientras los traficantes ya usaban cuadricópteros de mayor alcance. En Argentina, las guerras de competencias crean vacíos legales: la aviación nacional controla el espacio aéreo, pero los gobernadores manejan las cárceles. Los contrabandistas aprovechan para lanzar drogas y celulares directamente a los patios.

“Las defensas fragmentadas sólo empujan a los atacantes hacia el vecino más débil”, advierte Ellis.

Washington está atento. La Ley de Autorización de Defensa Nacional de 2025 incluye $60 millones para entrenar en interdicción de drones en América Latina. El Comando Sur de EE.UU. ya comparte inteligencia sobre mercados de drones en la dark web. Pero persiste la desconfianza. Tras escándalos de vigilancia en el pasado, el Congreso de Brasil rechazó un acuerdo bilateral de monitoreo, citando preocupaciones de soberanía.

Más Allá del Cielo: Lo Que Viene Es Aún Más Peligroso

El informe de Ellis termina con un tono sombrío: los drones pueden ser solo el comienzo.

Los carteles ya fabrican narcosubmarinos semisumergibles para transportar cocaína por el Pacífico. Con pocas modificaciones, podrían convertirse en bombas flotantes a control remoto—con objetivos como terminales de gas o cruceros en Cartagena.

En tierra, autos autónomos podrían entregar explosivos sin conductor. Empresas chinas de robótica ya venden robots con forma de perro que suben escaleras y cargan hasta cinco kilos—perfectos para emboscar estaciones policiales.

Y luego están las máquinas excavadoras—robots como topos que se prueban en laboratorios de Asia y Europa. Algún día podrían excavar bajo muros fronterizos y emerger bajo cuarteles o consulados.

Esto no es ciencia ficción. Ya está en marcha.

Tras el uso de drones Shahed por Rusia en Ucrania, ingenieros mexicanos empezaron a analizar sus diseños en Telegram, intercambiando archivos 3D de estabilizadores de cola. La cadena es global: tecnología hecha en Teherán, ensamblada en Shenzhen, financiada con criptomonedas desde Miami, y volada por un recluta adolescente de cartel que aprendió todo en TikTok.

El Cielo Ya No Es Seguro—Y El Tiempo Se Agota

Los grupos criminales siempre han buscado la innovación—desde radios encriptados hasta submarinos caseros. Pero la rapidez con que evoluciona el poder destructivo es lo que diferencia a la era de los drones.

“El cuadricóptero de hoy, comprado en tienda, rivaliza con un misil crucero de los años 80 en precisión”, escribe Ellis. “El de mañana costará menos que un celular.”

Los gobiernos de América Latina enfrentan una decisión: construir una doctrina regional de defensa aérea—o seguir reaccionando caso por caso hasta que sea demasiado tarde.

Ellis argumenta que esta doctrina necesita más que equipamiento. Requiere leyes, intercambio de inteligencia y controles de exportación para componentes de doble uso. También demanda que reguladores del espacio aéreo, funcionarios aduaneros y líderes militares trabajen con el mismo manual.

Porque los criminales ya se han movido a la guerra tridimensional. Dejaron de cruzar fronteras por tierra. Ahora, vuelan. Y no necesitan una pista de despegue.

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Por ahora, la amenaza de los drones zumba mayormente sobre selvas, cárceles y puestos remotos. Pero a medida que los drones se vuelven más pequeños, inteligentes y sigilosos, ese zumbido podría aparecer en cualquier lugar: un concierto, un mitin presidencial, un puerto, una escuela.

“La ventana se está cerrando”, advierte Ellis. “Y cuando se cierre, cada pelea será un partido de visitante.”

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