AMÉRICAS

El legado corrupto del Zar de las Drogas que moldea la guerra en México

Genaro García Luna, quien fuera el principal responsable de seguridad en México, ha sido sentenciado a más de 38 años en una prisión de Estados Unidos. Su condena por tráfico de drogas expone la corrupción profundamente arraigada en la lucha de México contra los cárteles, con repercusiones que aún influyen en la violenta guerra del país contra el narcotráfico.

El arquitecto de la guerra contra las drogas en México

En una sala de un tribunal de Nueva York, Genaro García Luna permaneció inmóvil mientras su destino quedaba sellado: 38 años de prisión por su participación con los cárteles de la droga. El exsecretario de Seguridad Pública de México, una vez considerado el principal arquitecto de la guerra contra las drogas en el país, cayó en desgracia de manera espectacular. Su sentencia marcó el fin de una carrera que lo había presentado como una figura clave en la lucha de México contra el crimen organizado, pero su traición era profunda.

Como la cara pública de la estrategia de seguridad del gobierno bajo el mandato del presidente Felipe Calderón, García Luna fue fundamental en intensificar la batalla de México contra los cárteles. Sin embargo, detrás de su enfoque implacable, ayudaba en secreto a una de las organizaciones criminales más temidas de México, el cártel de Sinaloa. Su condena sorprendió al mundo, con informes de la BBC subrayando el alcance de su duplicidad. “Su papel en la intensificación de la guerra contra las drogas en México desde 2006 hasta un nivel completamente nuevo no puede subestimarse”, dijo el experto en narcotráfico Falko Ernst a la BBC.

El juicio de García Luna reveló una realidad siniestra: mientras lideraba públicamente la lucha contra los narcotraficantes, estaba en la nómina de los mismos criminales que debía eliminar. Su caída del poder es más que la historia de un funcionario corrupto; representa las complejidades y contradicciones en el corazón de la guerra contra las drogas en México. El caso de García Luna ilustra cómo el gobierno y los cárteles se entrelazaron profundamente, borrando las líneas entre la aplicación de la ley y la criminalidad.

Corrupción y colusión en los niveles más altos

La condena de García Luna por aceptar sobornos del cártel de Sinaloa sorprendió a muchos, pero para aquellos que siguieron la guerra contra las drogas en México, los signos de su corrupción habían sido evidentes durante años. “La sospecha siempre rodeó a García Luna”, informó la BBC, con rumores sobre sus vínculos con el crimen organizado mucho antes de que se tomaran acciones legales.

Como secretario de Seguridad Pública, García Luna utilizó su posición para dirigir los recursos estatales contra los rivales del cártel de Sinaloa, incluido el brutal cártel de Los Zetas. A cambio de su protección, García Luna recibió millones de dólares en sobornos, lo que permitió al cártel de Sinaloa expandir su alcance en todo México. Su estrategia no era única, como explicó Benjamin T. Smith, profesor de la Universidad de Warwick, a la BBC: “Cada jefe de seguridad pública antes que él hizo lo mismo”.

Sin embargo, para García Luna, las apuestas eran más altas. Las enormes sumas de dinero que recibió y el grado en que ayudó al cártel de Sinaloa lo convirtieron en un objetivo principal de investigación. Sin embargo, su caída no se produjo durante su tiempo en el cargo; ocurrió años después, cuando se mudó a Estados Unidos, aparentemente fuera del foco de atención. La cobertura de su caso por parte de la BBC planteó preguntas sobre por qué tardó tanto en hacerse justicia y por qué la Agencia de Control de Drogas de EE. UU. (DEA) le permitió operar con impunidad durante tanto tiempo.

Un juego estratégico: apoyar a un cártel sobre otro

Una de las principales revelaciones del juicio de García Luna fue su favor estratégico hacia el cártel de Sinaloa sobre otros. La práctica de respaldar a una organización criminal para obtener ventaja sobre otra no era nueva, pero García Luna la llevó a un nivel superior. Al dirigir las fuerzas gubernamentales contra los rivales del cártel de Sinaloa, permitió que el grupo consolidara su poder, mientras recibía millones en sobornos del narcotraficante Joaquín “El Chapo” Guzmán.

“Tienes que elegir uno sobre otro porque necesitas informantes”, explicó el profesor Smith a la BBC. “La única manera de entrar en ellos es tener informantes dentro. Así que apoyas a una pandilla sobre otra”. Esta estrategia de aplicación selectiva de la ley pudo haber parecido pragmática a corto plazo, pero a largo plazo solo intensificó la violencia en México.

Para Falko Ernst, la corrupción expuesta por el caso de García Luna es emblemática de los desafíos más amplios que enfrenta la guerra contra las drogas en México. “Muestra cómo esta receta de un estado supuestamente ‘bueno’ actuando contra los malos no concuerda con las realidades sobre el terreno en México”, dijo a la BBC. La complicidad entre los funcionarios estatales y los cárteles ha creado un sistema donde la violencia prospera y los ciudadanos comunes soportan la peor parte del caos.

La caída de García Luna revela las contradicciones inherentes en el enfoque de México para combatir el crimen organizado. Por un lado, el gobierno declaró públicamente la guerra a los cárteles, pero tras bambalinas, funcionarios como García Luna se beneficiaban de los mismos criminales que decían oponerse. La delgada línea entre la colusión para el orden público y la corrupción total se desdibujó donde las acciones de García Luna se volvieron indistinguibles de las de los cárteles con los que trabajaba.

El impacto duradero de las acciones de García Luna

El legado del tiempo de García Luna en el cargo sigue moldeando la guerra contra las drogas en México. Su estrategia de favorecer a un cártel mientras atacaba a otros alimentó una ola de violencia que aún se despliega en todo el país. La actual lucha de poder dentro del cártel de Sinaloa, que ha provocado un aumento de los asesinatos en los últimos meses, se remonta a las decisiones de García Luna mientras estaba en el cargo.

Como señaló la periodista de investigación Deborah Bonello a la BBC, la condena de García Luna llega demasiado tarde para revertir el daño que causó. “García Luna dejó el cargo en 2012 y el daño ya está hecho”, dijo. “Su condena no va a cambiar nada. Así que parece un poco como ‘demasiado poco, demasiado tarde’”. De hecho, la violencia actual dentro del cártel de Sinaloa, que ha visto a facciones rivales luchar por el control, es en parte resultado de las dinámicas de poder que ayudó a crear.

Su condena puede ofrecer una victoria simbólica en la lucha contra la corrupción, pero plantea preguntas más importantes sobre la efectividad de las políticas de seguridad de México. Como señaló Bonello a la BBC, Estados Unidos arrestó recientemente a uno de los cofundadores del cártel de Sinaloa, Ismael “El Mayo” Zambada, sin compartir ninguna inteligencia con sus contrapartes mexicanas. “Eludieron a los mexicanos debido a la corrupción dentro de las fuerzas de seguridad”, señaló. La desconfianza entre las autoridades mexicanas y estadounidenses es una consecuencia directa de años de colusión entre funcionarios gubernamentales y cárteles.

Para la presidenta Claudia Sheinbaum, las consecuencias de las acciones de García Luna presentan uno de sus primeros grandes desafíos. A medida que la violencia escala en estados como Sinaloa, su administración necesitará encontrar nuevas formas de combatir el crimen organizado sin repetir los errores del pasado. Pero como Falko Ernst dijo a la BBC, el enfoque de García Luna dejó una marca duradera en el panorama criminal de México. “Su estrategia fue gasolina en el fuego del conflicto”, dijo Ernst. “Llevó a la extrema fragmentación del panorama criminal, que es mucho más agresivo hacia la sociedad civil y la economía legal”.

La fragmentación de los grupos criminales, junto con el legado corrupto de García Luna, ha hecho que la guerra contra las drogas en México sea más compleja y peligrosa que nunca. A medida que facciones más pequeñas luchan por el control, la violencia se vuelve cada vez más indiscriminada, afectando no solo a cárteles rivales, sino también a ciudadanos comunes atrapados en el fuego cruzado. La condena de García Luna puede ser un paso hacia la rendición de cuentas, pero el camino hacia la justicia y la paz en México sigue siendo largo y lleno de desafíos.

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Al final, la condena de Genaro García Luna es un recordatorio contundente de la corrupción arraigada que ha plagado la guerra contra las drogas en México. Si bien su sentencia puede traer una sensación de cierre, el daño que causó sigue acechando al país. Mientras México lucha con el legado de sus acciones, la lucha por la justicia y la transparencia en la batalla contra el crimen organizado está lejos de haber terminado.

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