AMÉRICAS

El Relleno Sanitario de la Verdad en Colombia desentierra las desapariciones enterradas durante décadas en Medellín

En las laderas de la Comuna 13 de Medellín, un botadero de escombros se ha convertido en un cementerio de la memoria. Mientras los equipos forenses exhuman huesos en La Escombrera, las familias hacen guardia, exigiendo que la ciudad confronte la violencia paramilitar que alguna vez enterró bajo desechos de construcción.

Un relleno de memoria

El sonido es constante, casi como un metrónomo: cernidores que suben y bajan, tierra que golpea la malla, ojos que se esfuerzan por detectar un destello de tela o hueso. Durante décadas, La Escombrera fue conocida solo como un botadero donde los camiones descargaban los restos del auge de la construcción en Medellín. Ahora es una escena del crimen. Desde julio de 2024, investigadores de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) han abierto zanjas en su ladera, confirmando lo que las familias insistieron durante años: esta montaña guarda a los muertos. En apenas ocho meses, han aparecido seis conjuntos de restos.

La Associated Press, con acceso a la excavación, observó a los equipos forenses trabajar en silencio bajo la mirada de mujeres que se niegan a marcharse. Entre ellas está Luz Elena Galeano, de 61 años, que escudriña cada bandeja de tierra tamizada en busca de su esposo, desaparecido en 2008. Ella describió los últimos hallazgos: “Todavía se podían ver las cuerdas con las que estaban atados y cómo todos estaban en posición fetal”. Su vigilia, repetida a diario por decenas de mujeres, es un reproche a años de desestimación. Casi 500 personas desaparecieron en este distrito desde la década de 1970, parte de un saldo nacional que supera las 120,000 entre 1985 y 2016. Cada palada aquí desestabiliza el silencio de la ciudad.

Mujeres que se niegan a apartar la mirada

Galeano habló por última vez con su esposo, Luis Javier Laverde Salazar, una tarde de diciembre de 2008. Él prometió regresar a cenar. Nunca volvió. Ella cree que los paramilitares lo asesinaron y ocultaron su cuerpo en La Escombrera. Para ella, la excavación es insoportable y necesaria a la vez. “El hallazgo de restos humanos fue significativo para que el país supiera que no estamos locas, que no somos mentirosas”, dijo, hablando en nombre de Mujeres Caminando por la Verdad, el grupo que cofundó en 2022 para defender a las víctimas de desapariciones forzadas.

Su presencia en el sitio es más que simbólica. Preparan café para los forenses, intercambian rumores sobre hallazgos y recitan los nombres de los desaparecidos. Los detalles que guardan—el diente astillado de un hijo, el suéter rojo de un hermano—son pistas que los archivos nunca conservaron. Esas pistas ahora coinciden con huesos, reivindicando años de testimonios ignorados. Donde antes los funcionarios veían histeria, los investigadores ahora ven evidencia. Lo que sostiene la excavación es la memoria que nunca se rindió.

La larga sombra de la Operación Orión

Las excavaciones en La Escombrera también reabren las heridas del pasado violento de la Comuna 13. Entre 2001 y 2004, las fuerzas de seguridad lanzaron más de treinta ofensivas para expulsar a los guerrilleros de este sector en la ladera. La más infame, la Operación Orión en octubre de 2002, desplegó soldados, policías y helicópteros en las calles. Algunos la celebraron como una recuperación del orden. Muchos residentes solo recuerdan detenciones arbitrarias, abusos y desapariciones.

Según el magistrado Gustavo Salazar, quien lidera la investigación de la JEP, La Escombrera pronto se convirtió en una base paramilitar. “Las personas detenidas por estos grupos eran llevadas allí para ser interrogadas, torturadas o simplemente asesinadas y enterradas, bajo la creencia de que nunca se encontrarían sus cuerpos”, dijo a la AP. El testimonio de exparamilitares, imágenes satelitales y expedientes guiaron la excavación actual, una corrección a un intento fallido en 2015 que no produjo hallazgos y profundizó la desconfianza de las familias. Aunque se responsabiliza principalmente a los paramilitares, los investigadores también examinan la posible complicidad de fuerzas estatales.

Las excavaciones han reavivado los debates nacionales. Los aliados del expresidente Álvaro Uribe, quien ordenó la Orión, defienden la operación y acusan a la JEP de sesgo político. El actual presidente Gustavo Petro, crítico de la Orión desde hace mucho, afirma que los hallazgos son prueba del nexo estado-paramilitar que ha denunciado. Así, las zanjas no son solo forenses: son espejos políticos que reflejan una memoria dividida de la guerra.

EFE@Luis Eduardo Noriega A

De la excavación a la memoria

Para Margarita Restrepo, de 62 años, los huesos descubiertos en julio abrieron de golpe un miedo que arrastra desde que su hija Carol, de 17 años, desapareció durante la Orión. Los investigadores le dijeron que un esqueleto pertenecía a una joven de entre 16 y 18 años con “dientes perfectos”, igual que Carol. Ella ahora espera los resultados de ADN, mirando desde su casa hacia la ladera donde cree que siempre ha estado su hija. “Queremos que todo este dolor quede plasmado allí… y que la historia se cuente con verdad y respeto al país”, dijo a la AP, pidiendo un memorial cuando termine la excavación.

Algunas fosas están a menos de medio metro de profundidad, lo suficientemente superficiales como para que los huesos permanezcan intactos. Eso ofrece esperanza de identificación. Sin embargo, las familias dicen que cientos más podrían estar enterrados en esta montaña y en otras cercanas. “Desde 2001 venimos denunciando que puede haber más de 350 cuerpos, pero no nos han escuchado”, afirmó Galeano, señalando otra montaña que sospecha oculta fosas clandestinas.

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Hoy La Escombrera es más que un botadero. Es un registro de ausencias convertido en testimonio. Cada hueso devuelto a una familia es también un fragmento restituido a la historia de Colombia. La excavación enseña que la paz no se firma solo en los acuerdos, sino también en la tierra—cuando los desaparecidos son nombrados y la ciudad que una vez los enterró acepta su responsabilidad de recordar.

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