El nuevo remezón político de Argentina: el ascenso de Milei pone a prueba el legado de Macri

Un cambio histórico sacude el panorama político argentino con el ascenso de La Libertad Avanza (LLA), el partido del presidente Javier Milei, que desbanca a la hasta entonces dominante Propuesta Republicana (Pro), fundada por Mauricio Macri. Estos acontecimientos han reconfigurado a las facciones de derecha en el país y avivado los debates políticos.
La disputa derechista entra en una nueva fase
Una sacudida silenciosa estremeció las veredas de Buenos Aires la noche en que los resultados comenzaron a aparecer en las pantallas de televisión: La Libertad Avanza (LLA), el partido emergente de Javier Milei, se disparó hasta alcanzar alrededor del 30 % de los votos legislativos en la ciudad, relegando a la otrora dominante Propuesta Republicana (Pro) de Mauricio Macri a un humillante tercer puesto. Fue el peor resultado del Pro en la capital desde que Macri tiñó de amarillo la sede del gobierno en 2007—y cayó como un balde de agua fría sobre el establishment conservador.
Los números eran claros, pero el ambiente en los cafés alrededor de Plaza de Mayo contaba toda la historia. Habituales que llevaban una década comentando las jugadas políticas de Macri se veían de pronto desconcertados ante las banderas violetas de Milei y sus motosierras simbólicas. “Es el caos con una sonrisa”, murmuró un contador de mediana edad, mitad admirado, mitad aterrorizado. El caos, resultó, tenía impulso.
La larga sombra de Macri—y el hombre con linterna
Durante años, Macri fue el patriarca de la derecha argentina, incluso después de dejar la presidencia en 2019. Cuando Milei irrumpió en la escena con su ofensiva libertaria—una mezcla de evangelismo de libre mercado y espectáculo televisivo—Macri le ofreció apoyo táctico, esperando que el novato drenara votos del peronismo sin amenazar al viejo orden. Ese matrimonio de conveniencia ayudó a Milei a ganar el balotaje presidencial del año pasado. Pero también sembró las semillas de la actual pugna.
“Milei es el sueño de ayer vendido como el milagro de mañana”, rezongó Macri ante sus allegados tras las elecciones, según filtraciones en la prensa local. El presidente, que rara vez deja pasar un desafío, respondió al instante en redes sociales, calificando la era Macri como “el interludio tímido entre crisis”. Ese desprecio mutuo marca hoy cada negociación presupuestaria en el Congreso, donde el Pro aún tiene suficientes bancas como para frenar la terapia de shock económico de Milei. Ambos necesitan los votantes del otro, pero no pueden evitar lanzarse zarpazos.

Cómo se desdibujó el “bastión amarillo”
El declive del Pro no comenzó con esta elección; simplemente llegó a su clímax público. Militantes venían quejándose desde hacía años de que el partido perdió su rumbo cuando Macri dejó la Casa Rosada. Su primo Jorge, elegido jefe de gobierno en diciembre, heredó un presupuesto inquieto y un electorado golpeado por la pandemia—condiciones poco ideales para demostrar capacidad de gestión. Sus primeros meses fueron calificados por críticos como “grises y administrativos”, dos adjetivos que ningún estratega de campaña quiere oír.
Mientras tanto, Silvia Lospennato, candidata legislativa del Pro, tuvo dificultades para competir con Manuel Adorni, el vocero excéntrico de Milei y excomentarista televisivo que lanza frases hechas para viralizarse. Mientras Lospennato hablaba de “estabilidad responsable”, Adorni bromeaba con convertir el Banco Central en una “tienda de souvenirs”. La estabilidad responsable no se vuelve tendencia.
El resto lo hizo el temor económico. Con la inflación devorando salarios, la promesa incendiaria de Milei de recortar gastos y cerrar ministerios sonaba a música—o al menos catarsis—para votantes convencidos de que el gradualismo había fracasado. El plan técnico y cuidadoso del Pro parecía un sermón viejo.
El campo minado de septiembre
Pese al humo violeta y el nuevo ímpetu, LLA sigue siendo una fuerza minoritaria en la Cámara baja. Su próximo desafío llegará en septiembre, cuando las provincias del Gran Buenos Aires vayan a las urnas. Esos distritos se inclinan hacia el peronismo y miran con escepticismo el plan de Milei de dinamitar subsidios. Los estrategas de Macri ven ahí su oportunidad: si logran atraer a conservadores moderados asustados por el extremismo mileísta, el Pro podría recuperar algo de credibilidad.
Aun así, la influencia de Macri es un arma de doble filo. Si bloquea demasiado del programa de Milei, corre el riesgo de ser visto como obstruccionista; si coopera, su partido podría diluirse aún más. El expresidente apuesta a que, cuando los recortes de Milei empiecen a doler, los votantes volverán a buscar manos conocidas. Pero esa apuesta solo funciona si el Pro logra hablar con una sola voz—una tarea difícil en una coalición que ya murmura sobre escisiones.
Una capital partida en dos
Los mapas electorales de la ciudad revelan una división de clase clara. La coalición de Milei arrasó en los barrios acomodados de Recoleta, Palermo, Belgrano y Núñez—lugares donde las charlas de café sobre impuestos a las ganancias de capital importan casi tanto como el tránsito de la tarde. Los peronistas conservaron su bastión al sur de la Avenida Rivadavia, donde hay más baches que cervecerías artesanales. En medio, un grupo menguante de votantes indecisos se pregunta qué bando recordará sus facturas de luz cuando llegue el invierno.
Esa geografía refleja las fracturas del país: los más acomodados apostando por la desregulación radical, los más vulnerables temiendo perder lo poco que el Estado aún les brinda. Y sugiere por qué la guerra interna de la derecha podría terminar con ambos bandos debilitados lo suficiente como para que el peronismo reaparezca entre el humo.
El momento de Milei—la hora de Macri
Nada permanece estable por mucho tiempo en la política argentina, pero el 30 % que obtuvo Milei en Buenos Aires fue una llamada de atención para el viejo orden. Demostró que puede movilizar a los apáticos: solo el 53 % de los votantes habilitados acudió a las urnas—la participación más baja de la historia en la ciudad—y aun así LLA se disparó. Si repite esa alquimia en los suburbios, Milei podría reescribir el manual del conservadurismo, convirtiendo a Macri en nota al pie más que en pilar.
El Pro, por su parte, enfrenta una crisis de identidad. ¿Es el partido de la gradualidad promercado o simplemente una marca personal de Macri? Una unidad renovada y un relato económico convincente podrían frenar la sangría. De lo contrario, las fugas hacia LLA continuarán, distrito tras distrito, hasta que el amarillo se disuelva en violeta en el mapa.
Lea Tambien: Pacientes latinoamericanos con hipertensión pulmonar desafían las expectativas mundiales
Por ahora, las conversaciones de café tienen nuevo protagonista. Algunos argentinos reciben a Milei con esperanza condimentada con humor negro; otros escuchan ecos de viejos demagogos y ajustan su presupuesto. Los devotos de Macri insisten en que el péndulo volverá a la experiencia. Cualquiera sea el pronóstico correcto, la derecha del país ya cruzó el punto de reconciliación fácil. Y en algún lugar del recinto del Congreso, con las miradas cruzadas desde sus bancas, dos hombres que antes se daban la mano en público ahora se lanzan miradas capaces de cortar papel.