Fugitivo de las Brigadas Rojas finalmente capturado en Argentina décadas después de los crímenes
Tras 44 años prófugo, Leonardo Bertulazzi, exmiembro de las tristemente célebres Brigadas Rojas, ha sido detenido en Buenos Aires. Su captura revela una compleja red de asilo político, intrigas internacionales y el papel clave de Argentina en el refugio de fugitivos.
Durante casi cinco décadas, Leonardo Bertulazzi vivió como un fantasma, evadiendo la justicia por su papel en uno de los grupos militantes de extrema izquierda más notorios de Italia, las Brigadas Rojas. Ahora, a los 72 años, su tiempo prófugo ha terminado. El arresto de Bertulazzi en Buenos Aires a principios de este año ha arrojado nueva luz sobre los crímenes de las Brigadas Rojas y la constante búsqueda de justicia para sus víctimas. A medida que la búsqueda llega a su fin, la pregunta sigue siendo: ¿cómo logró Bertulazzi evadir a las autoridades durante tanto tiempo y qué papel desempeñó Argentina para protegerlo de la justicia?
El caso de Bertulazzi no es sólo la historia de un único fugitivo, sino también un reflejo del complejo panorama político de los años 1970 y 1980, una época en la que grupos terroristas como las Brigadas Rojas causaron estragos en toda Italia. También pone de relieve la controvertida historia de Argentina de proporcionar refugio a criminales y exiliados políticos. Mientras Argentina avanza para extraditar a Bertulazzi a Italia, el caso ha reabierto viejas heridas y ha provocado un nuevo debate sobre la participación pasada del país en albergar a fugitivos de la justicia.
Un movimiento terrorista que sacudió a Italia
Las Brigadas Rojas, o Brigate Rosse en italiano, surgieron como una de las organizaciones terroristas más temidas en Europa durante los años 1970 y 1980. Nacido de los movimientos estudiantiles y obreros de extrema izquierda de finales de los años 1960, el grupo intentó derrocar al gobierno democrático de Italia y reemplazarlo por un régimen marxista-leninista. Creían que la violencia era la única forma de alcanzar sus objetivos, y se embarcaron en una sangrienta campaña de secuestros, atentados y asesinatos que marcarían para siempre el panorama político de Italia.
El período de violencia, a menudo conocido como los “años de plomo” (Anni di Piombo), fue testigo de una agitación política generalizada, ya que grupos tanto de extrema izquierda como de extrema derecha participaron en actos violentos para promover sus ideologías. Sin embargo, fueron las Brigadas Rojas las que llevaron a cabo algunos de los crímenes más notorios, incluido el secuestro y asesinato en 1978 de Aldo Moro, ex primer ministro de Italia.
Bertulazzi, miembro de la facción de Génova de las Brigadas Rojas, estuvo profundamente involucrado en estas actividades. En 1977, participó en el secuestro de Pietro Costa, un rico ingeniero naval. Costa estuvo cautivo durante 81 días mientras su familia luchaba por pagar un rescate. El dinero recaudado con el secuestro se utilizaría más tarde para financiar la infame operación que llevó a la muerte de Aldo Moro. El secuestro de Moro marcó un punto de inflexión en la lucha de Italia contra el terrorismo, ya que las Brigadas Rojas mantuvieron al país como rehén durante 54 días antes de acabar matándolo. Su cuerpo fue encontrado abandonado en el maletero de un coche en Roma, un símbolo escalofriante de la brutalidad del grupo.
La huida del fugitivo a Argentina
Tras la violenta caída de las Brigadas Rojas, muchos de sus miembros fueron detenidos o asesinados, pero algunos, como Leonardo Bertulazzi, lograron escapar. Bertulazzi fue condenado en ausencia en la década de 1970 a 27 años de prisión por su papel en el secuestro de Pietro Costa. Sin embargo, en lugar de enfrentarse a la justicia, huyó de Italia y finalmente encontró refugio en Argentina, un país que desde hace mucho tiempo ha sido un destino para exiliados políticos y criminales que buscan evitar la extradición.
Bertulazzi ingresó a Argentina a principios de la década de 2000, al parecer utilizando un pasaporte falso después de pasar brevemente por Chile. En 2002, la policía de Buenos Aires lo arrestó, pero su extradición fue bloqueada y, a los pocos meses, fue liberado. Dos años después, se le concedió el estatus de refugiado, una decisión controvertida que lo protegió de la extradición a pesar de su participación en crímenes violentos en Italia. Esta protección se mantuvo vigente durante casi dos décadas, lo que le permitió a Bertulazzi vivir relativamente abiertamente en Argentina mientras su pasado como miembro de las Brigadas Rojas se desvanecía en la oscuridad.
El modo en que Bertulazzi pudo evadir su captura durante tanto tiempo plantea serias preguntas sobre el esfuerzo internacional para rastrear a los fugitivos asociados con grupos terroristas violentos. Su vida en Argentina transcurrió en gran medida sin perturbaciones hasta que los vientos políticos cambiaron en el país con la elección del presidente de derecha Javier Milei. Al asumir el cargo, el gobierno de Milei revocó el estatus de refugiado de Bertulazzi, argumentando que sus crímenes socavaban los valores democráticos y las vidas de muchas víctimas inocentes.
El papel de Argentina: ¿un refugio seguro para los criminales?
Argentina tiene una larga y compleja historia como refugio para criminales, exiliados políticos e incluso ex nazis. A lo largo del siglo XX, el cambiante panorama político del país lo convirtió en un destino atractivo para quienes buscaban escapar de la justicia en Europa y más allá. Durante el gobierno de Juan Perón, en la era posterior a la Segunda Guerra Mundial, Argentina se hizo famosa por brindar refugio a ex funcionarios nazis que huían de ser procesados en Europa. Más tarde, durante la Guerra Fría, Argentina se convirtió en un centro para revolucionarios de izquierda y disidentes políticos en América Latina y Europa.
Durante gran parte de su historia moderna, las políticas de asilo de Argentina han estado guiadas por la ideología política, ofreciendo protección a quienes se alineaban con su liderazgo predominante. En el caso de Leonardo Bertulazzi, fue bajo un gobierno de tendencia izquierdista que se le concedió el estatus de refugiado, lo que le permitió evitar la extradición a Italia.
Sin embargo, con el ascenso del presidente Milei, las políticas de Argentina han cambiado, en particular con respecto a las personas vinculadas a movimientos violentos como las Brigadas Rojas. El gobierno de Milei ha adoptado una postura de línea dura contra la concesión de asilo a personas con antecedentes penales, especialmente a aquellas que han estado involucradas en actividades que amenazan la democracia. El estatus de refugiado de Bertulazzi fue revocado como parte de este cambio de política más amplio, una decisión que recibió elogios de Italia y de los observadores internacionales que desde hace mucho tiempo buscan justicia para las víctimas de las Brigadas Rojas.
La revocación del estatus de refugiado de Bertulazzi y su posterior arresto también indican una creciente voluntad dentro de Argentina de enfrentar su pasado como refugio para criminales. Si bien algunos ven a Bertulazzi como una reliquia de una era pasada, su captura es un poderoso recordatorio del complicado papel de Argentina en la justicia global y su lucha continua para equilibrar el asilo político con la rendición de cuentas por crímenes graves.
Cooperación internacional y búsqueda de justicia
El arresto de Bertulazzi en Buenos Aires no fue un hecho aislado, sino el resultado de años de colaboración entre las autoridades italianas, Interpol y el gobierno argentino. La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, elogió la cooperación entre los dos países y señaló que el arresto fue posible gracias a una “colaboración intensa y fructífera” con las agencias internacionales de aplicación de la ley. La captura de Bertulazzi se considera una victoria significativa para quienes buscan justicia para las víctimas del régimen de terror de las Brigadas Rojas.
Sin embargo, el camino hacia la extradición de Bertulazzi dista mucho de ser sencillo. Su equipo legal ya ha apelado a la Comisión Nacional para los Refugiados (CONARE) de Argentina para bloquear su extradición a Italia. Esta apelación probablemente desencadenará un largo proceso legal mientras los tribunales argentinos evalúan el destino de Bertulazzi. Mientras tanto, el gobierno italiano sigue decidido a verlo cumplir su condena de prisión por los crímenes cometidos hace más de cuatro décadas.
El arresto de Bertulazzi también ha reavivado el debate sobre la extradición de otros exmiembros de las Brigadas Rojas que han logrado evadir la justicia. Italia ha intentado en repetidas ocasiones extraditar a exmilitantes de países como Francia, donde algunos fugitivos han encontrado refugio, pero estos esfuerzos han sido en su mayoría infructuosos. El caso de Bertulazzi puede sentar un nuevo precedente sobre cómo los gobiernos extranjeros tratan a estas personas, lo que podría allanar el camino para más arrestos y extradiciones.
Cerrando un capítulo oscuro en la historia de Italia
El arresto de Leonardo Bertulazzi marca el cierre de un capítulo en la larga búsqueda de justicia para las víctimas de las Brigadas Rojas. Después de 44 años prófugo, la captura de Bertulazzi brinda una sensación de cierre a las familias de quienes sufrieron durante los violentos “Años de Plomo” en Italia. Sin embargo, su caso también sirve como recordatorio de los desafíos persistentes para hacer que los fugitivos rindan cuentas por crímenes cometidos hace décadas.
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Mientras se desarrolla la batalla legal de Bertulazzi, los tribunales argentinos tendrán que decidir si finalmente se enfrentará a la justicia en Italia. Para muchos, su arresto es un paso hacia la reconciliación, un momento que subraya la importancia de la cooperación internacional en la lucha contra el terrorismo y la violencia política. Si bien el legado de las Brigadas Rojas sigue siendo un recuerdo doloroso para Italia, la búsqueda de justicia para sus víctimas continúa, un arresto a la vez.