Impacto continuo cincuenta años después del incendio más mortal de un rascacielos en América Latina
Este año, Brasil conmemoró el quincuagésimo aniversario del incendio del edificio Joelma en São Paulo, que se cobró la vida de casi 200 personas y se convirtió en el desastre de gran altura más letal de América Latina. Las desgarradoras historias de las víctimas y las lecciones aprendidas de esta tragedia siguen dando forma a las normas de seguridad contra incendios en la actualidad.
En la mañana del 1 de febrero de 1974, la bulliciosa ciudad de São Paulo, Brasil, se vio sacudida por uno de los incendios más catastróficos de su historia. Aproximadamente a las 8:50 a. m., se desató un incendio en el edificio Joelma de 25 pisos, sede de las oficinas del Banco Crefisul. El fuego, que se propagó rápidamente debido a un mal funcionamiento del aire acondicionado en el piso 12, consumió gran parte del edificio en solo 20 minutos, dejando a los que estaban dentro con poco tiempo para escapar.
Al igual que muchos rascacielos, el edificio Joelma carecía de medidas básicas de seguridad contra incendios, como alarmas contra incendios, sistemas de rociadores y salidas a prueba de fuego. Sin cortafuegos adecuados, iluminación de emergencia ni planes de evacuación, el edificio se convirtió rápidamente en una trampa mortal para sus ocupantes. La única escalera no ignífuga que servía como salida de emergencia pronto se llenó de humo espeso y calor intenso, volviéndola intransitable después del piso 11.
Cuando los bomberos llegaron 20 minutos después de que comenzara el incendio, el edificio estaba envuelto en llamas. Su equipo no era adecuado para controlar un incendio de tal magnitud, ya que las escaleras solo llegaban hasta el piso 14, lo que dejó a cientos de personas atrapadas en las llamas. La ferocidad del fuego y la falta de preparación del edificio convirtieron el incendio de Joelma en uno de los desastres más mortíferos en un edificio de gran altura de la historia.
Desesperados intentos por sobrevivir
A medida que el fuego se propagaba, casi 300 personas lograron escapar del edificio utilizando los ascensores antes de que los huecos se llenaran de humo, dejándolos inutilizables. Para los ocupantes restantes, las opciones de escape eran limitadas. Alrededor de 170 personas buscaron refugio en la azotea del edificio, rezando por un rescate que llegó demasiado tarde para muchos. Llegaron helicópteros para rescatar a algunos sobrevivientes, pero solo unas 100 personas se salvaron de esta manera.
Una de las historias de valentía más extraordinarias fue la de un oficial de policía que colocó una cuerda entre el edificio Joelma y una estructura adyacente. Usando esta delgada cuerda salvavidas, llevó a 18 personas a un lugar seguro, cruzando el aterrador desnivel entre los edificios. Pero para muchos, no había una ruta de escape disponible.
Dentro del edificio, algunos trabajadores de oficina sobrevivieron trepando a las cornisas exteriores o bajando de balcón en balcón en un intento desesperado por escapar de las llamas. Otros no tuvieron tanta suerte. Trágicamente, 40 personas atrapadas por el fuego decidieron saltar a la muerte en lugar de enfrentarse al infierno. Sus cuerpos, esparcidos en el suelo, se convirtieron en un inquietante recordatorio de la desesperación absoluta de ese día.
Entre las historias más desgarradoras está la de 13 víctimas que fueron encontradas dentro de un ascensor, acurrucadas unas contra otras en sus últimos momentos. El intenso calor había fundido sus cuerpos con las paredes del ascensor, lo que hizo imposible identificarlas. Fueron enterradas una al lado de la otra en el cementerio de São Pedro, y sus tumbas contiguas eran un símbolo de la tragedia colectiva que les había sobrevenido. Las víctimas habían inhalado grandes cantidades de humo y estaban gravemente deshidratadas, y sus últimos momentos transcurrieron en un sufrimiento inimaginable.
Las secuelas del incendio
El incendio del edificio Joelma dejó una cicatriz indeleble en São Paulo y en todo el país de Brasil. De las 756 personas que se encontraban en el interior del edificio en el momento del incendio, la cifra oficial de muertos osciló entre 188 y 227, según el informe. Además, más de 300 personas sufrieron lesiones, muchas de las cuales murieron posteriormente por quemaduras graves e infecciones. Los que sobrevivieron se enfrentaron a una recuperación larga y dolorosa, tanto física como emocional.
La devastación del incendio se vio agravada por el hecho de que gran parte del mismo podría haberse evitado. La ausencia incluso de las precauciones de seguridad contra incendios más básicas en el edificio Joelma hizo que la tragedia fuera impactante. Se podrían haber salvado muchas vidas si el edificio hubiera estado equipado con rociadores, alarmas o salidas ignífugas. Además, la insuficiencia del equipo de extinción de incendios en el lugar dificultó las tareas de rescate, ya que los bomberos no pudieron llegar a las personas atrapadas por encima del piso 14.
El incendio se calmó a las 10:30 a. m., pero no se extinguió por completo hasta la 1:30 p. m. Después de apagar las llamas, los rescatistas buscaron sobrevivientes entre los escombros. Entre las ruinas, no solo encontraron los cuerpos de los que habían perecido, sino también sobrevivientes que habían escapado milagrosamente de las llamas escondiéndose debajo de las tejas del techo o encontrando refugio en los rincones protegidos del edificio.
Reformas de seguridad contra incendios
El incendio del edificio Joelma fue una llamada de atención para Brasil y el resto del mundo, destacando la gran necesidad de mejorar las regulaciones de seguridad contra incendios en edificios de gran altura. En respuesta al desastre, Brasil implementó una serie de reformas de seguridad contra incendios para evitar que ocurrieran tragedias similares.
Uno de los resultados más significativos del incendio fue la introducción de códigos de construcción más estrictos en São Paulo, que se convirtió en la región líder en Brasil en materia de regulaciones de seguridad contra incendios. En 1975, 1976, 1978 y 1983 se aprobaron leyes de seguridad contra incendios, y en 1994 y 2001 se introdujeron normas adicionales. Estas leyes exigían que los edificios de gran altura tuvieran alarmas contra incendios, rociadores, iluminación de emergencia y escaleras ignífugas. Los propietarios de los edificios también tenían la obligación de realizar simulacros de incendio con regularidad y asegurarse de que se publicaran los planes de evacuación.
Más allá de Brasil, el incendio del edificio Joelma fue un caso de estudio mundial sobre seguridad contra incendios en estructuras de gran altura. En los Estados Unidos, por ejemplo, la Asociación Nacional de Protección contra Incendios (NFPA) utilizó las lecciones aprendidas de Joelma para mejorar sus códigos de seguridad contra incendios. Si bien los incendios en edificios de gran altura no son poco comunes (Estados Unidos sufre más de 17.000 incendios de gran altura al año), el incendio de Joelma enfatizó la necesidad de una mayor preparación para prevenir tales desastres.
La integridad estructural del propio edificio Joelma también se convirtió en un tema de estudio. Aunque el edificio sufrió daños importantes, no se derrumbó, principalmente debido a la rápida combustión de materiales combustibles que impidieron la exposición prolongada de la estructura de hormigón a altas temperaturas. Esto contrasta marcadamente con el derrumbe de las Torres Gemelas, con estructura de acero, durante los atentados del 11 de septiembre de 2001, que sufrieron una exposición sostenida a temperaturas extremas.
Recordando a las víctimas: un legado perdurable
Cincuenta años después del incendio del edificio Joelma, los recuerdos de las víctimas y las lecciones aprendidas de esta tragedia siguen estando siempre presentes. Cuatro años después del incendio, el edificio fue cerrado para realizar amplias reparaciones y reabrió con un nuevo nombre: Praca da Bandeira, o Plaza de la Bandera. A pesar del nuevo nombre, el lugar del incendio sigue siendo un solemne recordatorio de las vidas perdidas y el sufrimiento soportado.
Hasta el día de hoy, las historias de quienes perecieron en el incendio son contadas por sus familiares y seres queridos, asegurando que las víctimas no sean olvidadas. Una de las más conmovedoras es la historia de las 13 víctimas no identificadas, cuyos cuerpos fueron descubiertos en el ascensor, fundidos para siempre en la muerte. Sus tumbas en el cementerio de São Pedro siguen atrayendo visitantes, un testimonio de la tragedia que puso de rodillas a la nación.
El incendio del edificio Joelma también sirve como un duro recordatorio de la importancia de la seguridad contra incendios en las estructuras de gran altura en Brasil y en todo el mundo. En un mundo donde los rascacielos siguen dominando los paisajes urbanos, las lecciones de Joelma son más relevantes que nunca. A medida que aumenta la urbanización, también aumenta la necesidad de estrictas medidas de seguridad contra incendios para garantizar que los horrores del pasado no se repitan.
El impacto continuo del incendio de Joelma
El incendio que devastó el edificio Joelma el 1 de febrero de 1974 fue uno de los incendios de edificios de gran altura más letales en la historia de América Latina. Este desastre alteró para siempre el panorama de la seguridad contra incendios en Brasil. Las historias de las víctimas (los que perecieron en las llamas, los que saltaron y los que sobrevivieron por pura suerte) siguen grabadas en la memoria colectiva de São Paulo y del mundo.
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En los años transcurridos desde el incendio, se han fortalecido las normas de seguridad contra incendios y los avances tecnológicos han hecho que los edificios de gran altura sean más seguros. Sin embargo, el incendio del edificio Joelma sirve como recordatorio de que el costo de la complacencia se mide en vidas perdidas. Al conmemorar el 50 aniversario de esta tragedia, honramos la memoria de las víctimas al garantizar que sus muertes no hayan sido en vano y que las generaciones futuras estén protegidas de este tipo de desastres.