AMÉRICAS

El ELN de Colombia rechaza la paz: Tensiones, guerra e incertidumbre

En Colombia, la tensión ha resurgido. El grupo guerrillero ELN rechaza cualquier acuerdo de paz con el presidente Gustavo Petro. La muy publicitada iniciativa de “paz total” del gobierno sigue en duda, especialmente en Catatumbo, donde el conflicto se intensifica.

Por qué el ELN se retira

Con la bandera de la “paz total”, Gustavo Petro buscaba acuerdos con los grupos armados del país, lo que parecía una posible solución a la prolongada violencia. Sin embargo, en una entrevista desde las remotas selvas del Catatumbo, comandantes del ELN, bajo los alias de “Ricardo” y “Silvana Guerrero”, declararon que no ven un camino viable con el actual gobierno.

Los comandantes señalaron la ruptura de la confianza y expresaron su descontento. Desde su perspectiva, la “paz total” se ha convertido en una “guerra total”. Acusan al gobierno de haber realizado acciones militares y de anunciar ataques en áreas específicas. El ELN está especialmente molesto por la estrategia gubernamental en los combates en curso, incluyendo presuntos asesinatos de personas que alguna vez participaron en acuerdos de paz pero que ahora han sido acusadas de retomar las armas.

El presidente Petro dejará el cargo antes de agosto de 2026, pero los líderes del ELN sostienen que un tratado de paz integral dentro de ese plazo es imposible. Aunque el grupo inicialmente creyó que la administración de Petro podría estar abierta a un diálogo renovado, especialmente después de la reanudación de las negociaciones en 2022, ahora insisten en que el gobierno ha mostrado poca alineación con las aspiraciones que le dieron apoyo electoral. Cuestionan la sinceridad del presidente, afirmando que contradice la plataforma con la que llegó al poder. Incluso sugieren que Petro “busque ayuda psiquiátrica”, lo que muestra el deterioro de las relaciones entre el gobierno y el ELN.

Este lenguaje directo marca un cambio en la actitud del ELN. En el pasado, participaron en negociaciones y algunos de sus representantes se sumaron a diálogos oficiales con gobiernos anteriores. Ahora, descartan por completo el proceso de paz, lo que subraya la rapidez con la que pueden cambiar las dinámicas entre el gobierno y la guerrilla en Colombia. Los líderes electos suelen proponer iniciativas ambiciosas para reducir la violencia, solo para verse atrapados en luchas de poder locales, enemistades históricas y disputas territoriales que eclipsan cualquier intento de compromiso.

El conflicto estalla en Catatumbo

Catatumbo, una región de bosques, montañas y pasos fronterizos con Venezuela, es un reflejo de la violencia en Colombia. Allí existen campos de coca, lo que atrae a grupos armados que buscan controlar las economías ilícitas. La presencia del ELN en la zona se ve desafiada por la reaparición de facciones disidentes de las FARC, en particular el “Frente 33”, que rompió con los acuerdos de paz previos y se rearmó.

En enero, el gobierno de Petro suspendió las negociaciones de paz con el ELN en respuesta a la escalada de violencia en Catatumbo. Las autoridades acusaron a los guerrilleros de cometer crímenes de guerra tras una serie de ataques que dejaron decenas de muertos y forzaron a comunidades enteras a huir. Desde entonces, miles de personas han sido desplazadas. El ELN sostiene que muchos de los objetivos de estos ataques eran individuos que habían retomado las armas tras haber pertenecido a las FARC desmovilizadas. La situación subraya la complejidad del conflicto, donde los civiles a menudo enfrentan acusaciones y represalias.

Según “Ricardo” y “Silvana Guerrero”, las decisiones de Petro han agravado la tensión en Catatumbo. En lugar de verlo como un posible aliado o negociador, lo acusan de alinearse con las fuerzas del Estado para erradicar sistemáticamente la influencia guerrillera. Alegan que las comunidades de Catatumbo sufren debido a estas ofensivas, las cuales, según ellos, buscan imponer proyectos de extracción de recursos, agroindustria o intereses corporativos extranjeros en el territorio.

El resentimiento es tal que el ELN ahora promete seguir luchando “hasta que todos sean expulsados”, refiriéndose tanto a las tropas del gobierno como a los disidentes de las FARC. En una región que ha soportado ciclos constantes de violencia—desde incursiones paramilitares hasta ofensivas estatales y enfrentamientos entre insurgentes—una nueva escalada podría ser devastadora para la población local. La combinación del cultivo de coca y los oleoductos ha convertido a Catatumbo en un campo de batalla lucrativo para los grupos ilegales. El ELN ha dejado claro que no cederá, lo que hace que las perspectivas de negociación sean sombrías y el futuro, incierto.

Implicaciones para el futuro de Colombia

Los eventos recientes afectan el futuro de la paz en Colombia. La política de “paz total” de Petro busca integrar a diversos grupos armados dentro de un marco común, similar al acuerdo logrado con las FARC. Sin embargo, el rechazo del ELN supone un obstáculo para este plan. Si la segunda guerrilla más grande del país se niega a participar en negociaciones significativas, grandes regiones rurales seguirán atrapadas en el conflicto, dejando a los ciudadanos como principales víctimas de la violencia.

El colapso de los diálogos subraya los desafíos históricos de la paz en Colombia. Los grupos disidentes, las luchas internas de poder y la economía del narcotráfico han frustrado repetidamente los acuerdos. En Catatumbo, diversas facciones compiten por el control, y los programas sociales y de infraestructura enfrentan serias limitaciones debido a la falta de seguridad, dejando a muchas comunidades sin apoyo institucional suficiente. La ausencia del Estado genera desconfianza y cinismo, obstaculizando cualquier intento de acuerdo.

Desde la perspectiva del ELN, la falta de avances en la reducción de desigualdades refuerza su desconfianza en las intenciones del gobierno. Expresan preocupaciones sobre la explotación de recursos, la autonomía local y las promesas incumplidas, temas que han persistido a lo largo de diferentes administraciones.

Para Gustavo Petro, quien alguna vez fue visto como un líder con credibilidad y capacidad para negociar eficazmente, la negativa del ELN es una señal de la rápida erosión de su capital político. Enfrenta la difícil tarea de reabrir los canales de diálogo—arriesgándose a parecer complaciente con un grupo que lo ha despreciado públicamente—o de intensificar las medidas de seguridad, lo que podría generar más desconfianza entre quienes lo veían como un reformista pragmático. Si el conflicto se agrava, sus críticos cuestionarán la viabilidad de su política de paz, mientras que sus partidarios podrían considerar estos fracasos como parte de un esfuerzo arduo pero necesario para alcanzar un futuro sin insurgencia armada.

A Petro aún le quedan tres años de mandato. Tanto su administración como el ELN tienen margen para cambiar de rumbo. Sin embargo, la postura firme de la guerrilla anticipa un panorama complicado: los asentamientos en Catatumbo y otras regiones seguirán siendo escenarios de choques constantes, desplazamientos forzados y una intensificación del conflicto. La situación se alimenta de problemas estructurales y divisiones internas.

Lea Tambien: Desapariciones Misteriosas Aterrorizan la Isla Caribeña de Antigua

Para Colombia, el camino a seguir sigue siendo incierto. Muchos ciudadanos esperaban un proceso de unificación nacional, pero la declaración del ELN de una “guerra total” deja en evidencia los enormes obstáculos. La capacidad del gobierno para rescatar el diálogo o evitar una crisis mayor podría definir el legado de Petro y, posiblemente, el próximo capítulo en la interminable búsqueda de la paz en Colombia.

Related Articles

Botón volver arriba