La pandemia de la COVID-19: la peor enemiga de un Gobierno en elecciones
La crisis social y económica que ha generado (o acrecentado) la pandemia de la COVID-19 cobra una nueva víctima electoral: la Colombia de Iván Duque.
Foto: Pexels
LatinAmerican Post | Santiago Gómez Hernández
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Read in english: The COVID-19 Pandemic: the Worst Enemy of a Government in Elections
Los Colombianos salieron a votar. A pesar de una abstención cercana al 45%, el mensaje de la ciudadanía fue claro: un voto castigo en contra del Gobierno actual de Iván Duque. Federico Gutiérrez, el candidato apoyado por el partido oficialista y por el mismo Duque (debajo de cuerda) fue el máximo perdedor de la jornada democrática colombiana al ubicarse 3 con el 23.91% de los votos, alejado de Gustavo Petro (40.32%) y Rodolfo Hernández (28.15%).
Las elecciones de Colombia demostraron un fenómeno que se viene presentando en varios países del mundo: el voto castigo. Pasó con Piñera en Chile, pasó en Perú con los gobiernos interinos que promovió Acción Popular, pasó en Honduras con Juan Orlando Hernández, pasó en Ecuador de Lenin Moreno, pasó en Estados Unidos con Donald Trump, y ahora pasó en Colombia.
Parece que la crisis social que trajo la COVID-19, ha cobrado las cabezas de varios Gobiernos que no pudieron dar respuestas necesarias ante semejante crisis.
Si es verdad que también influyeron muchos otros elementos, parece haber un patrón de inconformismo que pasa en Latinoamérica y en distintos otros países del mundo. Todos estos, también relacionados con la crisis que ha generado la emergencia sanitaria de la COVID-19.
A Duque no le bastó con una campaña de vacunación que ha tenido indicadores destacados en la región. El legado de su mal manejo en el Paro Nacional del 2021 llevó a incrementar la desaprobación que hoy es cercana al 70%.
El voto del domingo pasado no solo fue debido a la actualidad que la pandemia y la crisis económica han dejado. En Colombia, al igual que en Ecuador, Chile y hasta en Estados Unidos, una serie de protestas sociales y rechazo a las instituciones fueron elementos claves para demostrar el descontento de un Gobierno, pero también de un sistema político y económico que no ha sabido satisfacer las necesidades de la ciudadanía del siglo XXI.
En Estados Unidos, la violencia policial; en Chile, el aumento en la tarifa del metro; en Ecuador, un incremento en los precios de los combustibles; y en Colombia, una fallida reforma tributaria fueron la chispa que se necesitaba para encender años de insatisfacción. Ese rechazo se ve hoy reflejado en los resultados electorales en estos 4 países.
Recientemente, solo Canadá, Francia y Hungría, mantuvieron al partido de Gobierno y los ciudadanos votaron reeligiendo a Justin Trudeau, Emmanuel Macron y Viktor Orbán.
Casi en la totalidad de las elecciones en países democráticos, han demostrado un descontento general a cómo se han manejado los Gobiernos.
Una izquierda favorecida
Ya sea por coincidencia o por azares del destino, los Gobiernos que han debido sufrir el cambio de poder durante estos tiempos son, en su mayoría, de derecha. Esto ha generado una nueva ola socialista en Latinoamérica que ha llegado a países como Perú o Chile, en los que tradicionalmente, la izquierda había sido mucho más moderada a los Gobiernos que hoy Pedro Castillo y Gabriel Boric comandan.
Incluso, en Estados Unidos, donde es tradicional un apoyo masivo para la reelección del presidente actual, el inconformismo terminó por hacer caer a un presidente en turno (Donald Trump). Algo que no sucedía desde la época de Jimmy Carter. Ni Bill Clinton, ni George Bush hijo, ni Barak Obama, habían perdido su reelección.
¿Brasil, el próximo en la lista?
En Brasil ocurre un fenómeno que podría fortalecer este panorama y parecería que va en la misma ruta que en los otros países. Primero, hay una elección polarizada entre el Gobierno de turno de Jair Bolsonaro y el popular líder de izquierda, Luiz Inacio Lula da Silva. Sin embargo, actualmente, el jefe del Partido de los Trabajadores encabeza la intención de voto con cerca del 48%.
Si ambos factores se cumplen: una tendencia favorable para los partidos de izquierda y un castigo a los Gobiernos actuales, Brasil podría volver a tener un presidente socialista desde la destitución de Dilma Rouseff en agosto de 2016.
Esto marcaría un continente completamente ubicado en el lado izquierdo del espectro político. Salvo unas contadas excepciones como Ecuador, Uruguay, Paraguay, El Salvador y otros cuantos, la mayoría de las economías y de los pesos pesados estarán del lado izquierdo. La mayoría de estos con una agenda progresista y enfocada en un discurso de equidad y de ampliar el Estado de Bienestar en un panorama post pandémico que ha dejado a millones de latinoamericanos en la extrema pobreza.
Una situación en la que también hoy, cada 30 horas hay un nuevo multimillonario más en el mundo, pero casi también en paralelo hay 1 millón de personas en el mundo que es botada a la pobreza. Es ahí cuando los discursos de izquierda, populistas y anti establishment son mucho más interesantes para el grueso de los votantes.