La tragedia olvidada de Brasil: el encanto y el horror del desastre de Goiânia
Hace cuatro décadas, en el corazón de Brasil se desató una tragedia que conmocionó al mundo con su fuerza silenciosa y mortal. El accidente radiológico de Goiânia, uno de los incidentes nucleares más devastadores de la historia de América Latina, ha quedado en el olvido, entre las sombras de las historias de terror olvidadas, pero su atractivo sigue siendo inquietantemente irresistible.
El resplandor azul mortal
Corría la década de 1980 en la ciudad brasileña de Goiânia, una ciudad aparentemente normal, donde una serie de acontecimientos devastadores marcarían para siempre la región con muerte y tragedia. Esta no es una historia que comienza con explosiones o un desastre natural; en cambio, el horror comenzó con un débil resplandor azul que fascinó y acabó matando a muchos.
En septiembre de 1987, unos recolectores de chatarra descubrieron una fuente radiactiva en una unidad de radioterapia abandonada. Sin que ellos lo supieran, el cesio-137 que desenterraron desataría una fuerza letal. El material, que brillaba de un azul inquietante en la oscuridad, parecía algo de otro mundo, hipnotizando a todo aquel que lo encontraba. Cuando los recolectores desmantelaron la máquina y distribuyeron el polvo brillante entre familiares y amigos, sellaron sin saberlo su destino.
Lo que comenzó como una simple curiosidad se convirtió en un envenenamiento masivo por radiación. El resplandor azul, que había encantado a tantos, pronto provocó una enfermedad física intensa. Las víctimas, la mayoría inconscientes del peligro mortal al que se enfrentaban, presentaban síntomas de náuseas, vómitos y quemaduras. Cuatro muertes finalmente se atribuirían al accidente, y cientos más sufrieron exposición a la radiación. No fue un incidente menor: fue una tragedia de proporciones monumentales, pero desde entonces ha desaparecido de la conciencia pública.
Cómo se desvanece la memoria pero las consecuencias perduran
El accidente de Goiânia, a pesar de ser uno de los desastres radiológicos más importantes, ha caído en el olvido. Si bien la respuesta inmediata fue rápida, con la intervención de las autoridades brasileñas y de los organismos nucleares internacionales para contener la situación, el desastre ha quedado en gran medida olvidado fuera de los círculos académicos y especializados.
Pero ¿por qué este incidente, que provocó la contaminación de grandes partes de Goiânia, múltiples muertes y el desplazamiento prolongado de familias, ha desaparecido de la memoria colectiva? Después del accidente, las víctimas fueron estigmatizadas, sus casas demolidas y sus pertenencias destruidas. El lugar del accidente se convirtió en un páramo y la vida de los sobrevivientes nunca volvió a ser la misma.
Para muchos en Brasil, la tragedia sigue siendo un símbolo de un gobierno fallido y de la peligrosa subestimación de la seguridad nuclear. Sin embargo, rara vez se enseña en las escuelas o se debate en foros públicos. Mientras Chernóbil y Fukushima dominan las conversaciones globales sobre desastres atómicos, el accidente radiológico de Goiânia se ha convertido en una nota a pie de página en la historia, olvidado aunque sus consecuencias todavía afectan a quienes lo vivieron.
El horror radiológico en América Latina
El accidente de Goiânia no es un incidente aislado en la historia de América Latina. La región ha sido testigo de otras tragedias radiológicas horribles, aunque menos conocidas, que acechan el paisaje.
En 1983, un incidente similar ocurrió en Ciudad Juárez, México, cuando una fuente de radiación de cobalto-60 fue desmantelada sin saberlo y se extendió por toda la ciudad, contaminando una gran área. Aunque no se reportaron muertes inmediatas, el incidente provocó una exposición generalizada a la radiación y planteó serias preocupaciones sobre el manejo de materiales radiactivos en América Latina.
En 1962, otro accidente radiológico tuvo lugar en la Ciudad de México cuando una fuente de cobalto-60 se rompió, exponiendo a cientos de personas a la radiación. Al igual que en Goiânia, la fascinación inicial con el material brillante enmascaró su amenaza mortal.
Si bien América Latina se ha librado de los desastres nucleares a gran escala vistos en otras partes del mundo, estos eventos radiológicos silenciosos y de lento avance no son menos trágicos. Estos desastres, que suelen ocurrir en zonas empobrecidas o subdesarrolladas, ponen de relieve la vulnerabilidad de las comunidades que no están preparadas para afrontar tales amenazas.
Los fantasmas que persisten
Para los supervivientes del accidente radiológico de Goiânia, la vida nunca ha vuelto a la normalidad. Los horrores del envenenamiento por radiación han dejado cicatrices profundas, tanto físicas como psicológicas. Los que tuvieron la suerte de escapar de la muerte han tenido que vivir con quemaduras por radiación que les desfiguran, cánceres y el conocimiento de que su exposición al cesio-137 puede acortar sus vidas.
El estigma que rodea a la contaminación por radiación se sumó a su sufrimiento. Las familias quedaron destrozadas, las casas destruidas y los supervivientes condenados al ostracismo por las comunidades que temían la contaminación. Muchos perdieron sus medios de vida, y el costo psicológico de sobrevivir a semejante horror ha dejado profundas cicatrices emocionales.
Las entrevistas con los supervivientes revelan un hilo conductor: una abrumadora sensación de abandono por parte de su gobierno y del mundo. Cuentan el atractivo de la sustancia azul brillante, sin saber que era una sentencia de muerte. El trauma de ese día, combinado con el abandono de los años siguientes, los ha dejado en un estado de duelo perpetuo, atrapados por los recuerdos del accidente que el mundo parece haber olvidado.
Por qué algunos horrores están destinados a repetirse
El desastre de Goiânia y otros nos recuerdan los peligros que acechan a nuestras ciudades y pueblos. Los accidentes radiológicos en Brasil, México y otras partes de América Latina comparten temas comunes: falta de supervisión, ignorancia de los peligros de la radiación y respuestas lentas de las autoridades. En muchos sentidos, reflejan las desigualdades que plagan la región. Las personas más afectadas por estas tragedias a menudo no pueden protegerse a sí mismas.
A pesar del paso del tiempo, las lecciones de Goiânia siguen siendo relevantes. El atractivo del material radiactivo brillante, las trágicas consecuencias de la ignorancia y el impacto devastador de la negligencia gubernamental siguen resonando. Sin educación, regulación y protocolos de seguridad adecuados, estos desastres silenciosos pueden repetirse y el mundo será demasiado lento para recordar.
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El accidente radiológico de Goiânia, cuatro décadas después, no es solo una tragedia olvidada. Es una historia que sirve de advertencia: un recordatorio de que los horrores que no reconocemos están destinados a regresar, más aterradores y más letales que antes.