AMÉRICAS

Las calles de Colombia estallan mientras los seguidores de Uribe convierten el veredicto en un grito de batalla

Bajo un cielo gris de Bogotá, las calles mojadas por la lluvia se convirtieron en un coro de desafío. Miles de personas en Colombia y en el extranjero se movilizaron en apoyo al expresidente Álvaro Uribe, rechazando la condena de 12 años de arresto domiciliario que consideran persecución política más que justicia.

Marcha por un líder caído

El 7 de agosto —aniversario de la Batalla de Boyacá y punto medio del mandato del presidente Gustavo Petro— la “Gran Marcha Nacional” fue parte protesta, parte peregrinación. En Bogotá, comenzó en el Parque Nacional, donde una marea de camisetas blancas, todas con el rostro de Uribe, avanzó hacia la Plaza de Bolívar bajo una llovizna constante.

Para muchos, esto no se trataba de líneas partidistas estrictas. Era defender a un hombre que ven como símbolo de seguridad y firmeza. “No soy del Centro Democrático, pero lo que pasó con Uribe es injusto”, dijo Marta Caicedo a EFE, resumiendo el sentimiento detrás de pancartas que proclamaban “Uribe Inocente” y “No a la Justicia Politizada”.

El veredicto —dictado el 1 de agosto por la jueza Sandra Heredia— cayó como un trueno. Uribe, de 73 años, fue condenado por fraude procesal y manipulación de testigos, y se le ordenó cumplir la sentencia en su finca de Rionegro, Antioquia. Sus seguidores insisten en que los cargos fueron fabricados y que el juicio estuvo contaminado por sesgo político.

Una ola nacional de apoyo

En Medellín, ciudad natal de Uribe, la protesta se sintió más como una fiesta cívica que como un acto político. Los manifestantes recorrieron las calles junto a carrozas de la Feria de las Flores, algunas con enormes silletas florales que formaban la palabra “Inocente”. En Cali y nuevamente en Bogotá, estallaron breves gritos y empujones entre uribistas y simpatizantes de Petro, pero se disolvieron antes de que la policía interviniera.

Las pancartas contaban su propia historia. Las más visibles eran las enormes de “Uribe Inocente” en letras negras sobre fondo verde. Otras ampliaban el mensaje: “Basta Ya de Malos Gobiernos” y “No Más Corrupción en la Justicia”.

El Día del Ejército añadió otra dimensión. Oficiales retirados se unieron a la marcha en Bogotá, vistiendo ropa civil pero con un mensaje todavía marcial. “Creemos que nuestras Fuerzas Armadas están debilitadas —especialmente las Fuerzas Especiales, Inteligencia y Aviación del Ejército—”, dijo a EFE el mayor retirado Jorge Castillo. Acusó a Petro de descuidar a los militares, contrastándolo con los años de “seguridad democrática” de Uribe, cuando las fuerzas armadas eran eje central de la política nacional.

Tensiones políticas profundas

Para algunos, la protesta era tanto sobre el clima político general de Colombia como sobre el destino de Uribe. Luis Gabriel Cortés, manifestante en Bogotá, dijo que su indignación tenía varias capas. “Estoy indignado por lo que ha pasado con Uribe, por lo que está pasando en Colombia y por cómo se manipula la justicia”, declaró a EFE.

Las imágenes de la marcha también vincularon el caso de Uribe con otra herida reciente: el atentado del 7 de junio contra el senador Miguel Uribe Turbay, aspirante presidencial del Centro Democrático. Aunque no es pariente de Álvaro Uribe, recibió dos disparos en la cabeza durante un acto de campaña en Bogotá, lo que conmocionó al país.

En estado crítico durante semanas, su supervivencia se convirtió en un punto de unión. Carteles emparejaban su foto con la del expresidente bajo el lema “Yo Soy Doblemente Uribista”. El ataque reavivó viejos temores: que la violencia política, que se creía cosa del pasado, estuviera regresando al presente.

EFE/STR

Más allá de las fronteras, la marcha se vuelve global

Desde Miami hasta Madrid, colombianos en el extranjero se unieron al coro. Más de 20 ciudades albergaron concentraciones de solidaridad, con banderas y cánticos que acortaban la distancia entre los expatriados y las plazas que conocieron. Para estas comunidades, el legado de Uribe —ya sea como salvador o como villano— sigue siendo profundamente personal.

La carrera del expresidente siempre ha sido un equilibrio entre la lealtad y la controversia. Sus admiradores le atribuyen haber enfrentado de manera directa a los grupos guerrilleros; sus críticos lo acusan de abusos a los derechos humanos y tendencias autoritarias. Su condena ha avivado nuevamente este viejo debate.

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Pero ese día, en las calles desde Medellín hasta Nueva York, una verdad era evidente: para sus seguidores, la lucha de Uribe contra el veredicto ahora es su lucha. Los cánticos bajo la lluvia en la Plaza de Bolívar no eran solo sobre un hombre: eran sobre la Colombia que creen que defendió, y sobre la convicción de que la batalla por su nombre está lejos de terminar.

Citas y entrevistas cortesía de EFE.

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