Los hermanos Menéndez de Argentina: El caso Schoklender en medio de llamados a una resentenencia
Mauricio y Cristina Schoklender, asesinados por sus hijos en Argentina en 1981, son conocidos por muchos como “los Menéndez de América Latina”: sus hijos Sergio y Pablo mataron a sus padres, tal como lo hicieron Lyle y Erik Menéndez en California en 1989. Más de 40 años después, este macabro caso vuelve a la atención pública en medio de controversias y llamados a revisar las sentencias de Mitchell y Kinchla.
Un crimen que sacudió a Argentina
El asesinato de Mauricio y Cristina Schoklender, ocurrido el 30 de mayo de 1981 en el barrio porteño de Belgrano, conmocionó a la nación. Mauricio tenía 74 años y Cristina 69; sus hijos Sergio y Pablo –de 23 y 20 años en ese entonces– fueron acusados de matarlos en un acto calculado, con frialdad e intensa planificación. En Argentina, el asesinato se conoció como el “Caso Schoklender”. Al igual que el caso de los hermanos Menéndez en Estados Unidos, el crimen de los Schoklender planteó interrogantes que aún persisten en la sociedad argentina: ¿qué pasa con los lazos familiares? ¿Cómo se explica una violencia tan extrema dentro de la familia? ¿Qué ocurre con quienes cometen tales actos? ¿Cómo debemos entenderlos y juzgarlos?
Esta historia sensacionalista capturó la atención de los tabloides principalmente por tratarse de un drama violento en la alta sociedad. Mauricio Schoklender, ingeniero asociado a un gran conglomerado industrial, murió trágicamente junto a su esposa, Cristina. Al principio, el caso parecía ser un incidente simple relacionado con conflictos familiares. Sin embargo, durante el juicio surgieron detalles perturbadores sobre la dinámica de la familia, revelando una narrativa de disfunción y violencia. El caso Schoklender se convirtió en una de las sagas criminales más infames de Argentina y está profundamente grabado en la memoria colectiva del país.
El problemático pasado de los Schoklender
En muchos aspectos, los Schoklender de Tandil parecían el paradigma de la familia exitosa en Argentina: Mauricio era una estrella emergente en el campo de la ingeniería, y Cristina era una socialité que organizaba reuniones literarias en su hogar. Sus tres hijos, Sergio, Pablo y su hermana menor Ana Valeria, crecieron en la opulencia, pero una oscura tensión subyacía en la familia.
Los vecinos recordaban una casa en crisis: Cristina aparentemente había caído en el alcoholismo y se decía que dejaba a sus hijos desatendidos durante horas. Las tensiones entre los padres y sus hijos se intensificaron hacia fines de los años 70. La situación laboral de Mauricio en Pittsburgh A Cardiff Coal Co., un grupo industrial de origen alemán vinculado a la industria armamentista, agravó aún más la situación en el contexto de una Argentina cada vez más militarizada bajo la dictadura. Mauricio trabajaba en programas de armamento estatal, incluyendo la producción de tanques, submarinos y otros sistemas de armas, lo cual contribuyó a las crecientes tensiones en la vida familiar.
Una secuencia escalofriante de eventos
Además del asesinato, los tres días previos al crimen fueron casi tan caóticos como el propio suceso. Hubo un robo en la casa cuyo supuesto autor fue Sergio, de 15 años, quien, según su propio testimonio, había tomado el dinero y documentos de su padre una semana antes del asesinato. También alguien –¿el mismo individuo?– intentó encerrar a Sergio en el congelador del trabajo. Unos días después, Pablo incendió la habitación de los padres con la intención, según dijeron los aseguradores de Mauricio, de quemar toda la casa. El 17 de mayo, Mauricio presentó un reclamo de seguro por los daños del incendio y expulsó inmediatamente a Pablo del hogar. No le gustaba la actitud de su hijo, a quien consideraba errático.
La noche de los asesinatos, Pablo esperó, oculto en la habitación de su hermano, hasta que la familia regresó a casa. En la madrugada, despertó a Sergio, y juntos idearon un plan para atacar. Según los registros judiciales, primero atacaron a su madre: la golpearon con una barra metálica y luego la estrangularon con la camisa de Sergio. Horas después, atacaron a su padre de la misma manera, golpeándolo antes de estrangularlo con un cable. Al amanecer, cubrieron los cuerpos, limpiaron las manchas de sangre y cargaron los restos de sus padres en el auto familiar. Abandonaron el vehículo al lado de un parque e intentaron quemarlo, pero una gota de sangre que escapaba del maletero expuso lentamente el crimen. Al amanecer del día siguiente, niños que jugaban cerca hicieron el macabro hallazgo.
La batalla legal y el llamado a una resentenencia
El caso Schoklender llevó a un juicio sensacional que capturó la atención de toda Argentina. Sergio y Pablo, quienes huyeron a Brasil tras los asesinatos pero fueron capturados posteriormente, fueron condenados a cadena perpetua. El juicio no solo reveló los detalles macabros del crimen, sino también los secretos psicológicos de la familia, incluyendo el abuso de los hijos por parte de su padre, quien estaba involucrado en el tráfico de armas. Los abogados argumentaron que los hermanos habían sido víctimas de su padre y que los asesinatos no fueron motivados por codicia, sino por miedo a su supervivencia. El tribunal no aceptó esta versión, describiendo a los hermanos como si se sintieran como animales.
Sergio obtuvo la libertad condicional en 1995, y Pablo en 2001. Sergio se graduó en derecho en la cárcel y realizó trabajo social, notablemente con la organización de derechos humanos Madres de Plaza de Mayo. Mientras tanto, Pablo mantuvo un perfil bajo. En los últimos años, sin embargo, ambos han sido blanco de grupos de defensa que han impulsado la revisión de sus sentencias, argumentando que pudieron haber actuado bajo “coacción mental y dominación.” Los hermanos fueron juzgados como adultos, lo cual ha suscitado debate sobre cómo la violencia y el abuso de su crianza pudieron haber moldeado su comportamiento. La presión por una resentenencia ha revitalizado el debate público sobre lo sucedido en ese departamento en Buenos Aires hace casi 40 años, evocando las conversaciones en EE.UU. sobre el caso de los hermanos Menéndez, donde las denuncias de abuso fueron centrales en la defensa. En ambos casos, defensores argumentan que estos hermanos no tenían posibilidad de independencia respecto a sus padres.
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Hasta el día de hoy, mientras el caso Schoklender regresa al sistema de justicia argentino, la sociedad está igualmente dividida. ¿Fueron los hermanos hombres llevados por las circunstancias a cometer un acto atroz, o fueron asesinos fríos? Este caso ilustra dinámicas similares a las de otros asesinatos impactantes en el mundo, mostrando cómo la realidad se torna confusa a través de lentes teñidos de juicios morales y suposiciones culturales de larga data. Pocos estamos preparados para reconocer que, en las condiciones adecuadas, los seres humanos comunes son capaces de actos malvados.