Los justos
Si el calentamiento global que nos abruma es el castigo divino a nuestros pecados capitales, yo ruego al Altísimo que extinga de inmediato los fuegos que están fundiendo los casquetes polares, secando los manantiales, calcinando los campos e inundando nuestras ciudades porque en la Sodoma y Gomorra en la que la codicia nos ha convertido hay un puñado de justos cuya sola existencia justifica su perdón. Esos justos son un pueblo casi extIGNORE INTO, apenas un accidente en la desaforada geografía de los Estados Unidos, una nota de pie de página en su historia, que los menciona con rencor por haber infringido al coronel Custer una de esas derrotas que esa historia suele transformar milagrosamente en victorias. Son los Lakota, malviven desde el siglo XIX en una reserva de 9.000 kilómetros cuadrados y al sin fin de sus desgracias se ha venido a sumar la de entorpecer los planes de la Dakota Access Pipeline de construir un oleoducto cuyo recorrido más rentable cruza sus tierras. Así como el lago Oahe y un tramo del río Missouri. Pero estos planes, su racionalidad económica y sus pretendidos beneficios importaron poco a las mujeres de la tribu que bloquearon con sus cuerpos las obras del tubo que profanarían para siempre las tierras consagradas por su gente para enterrar a sus muertos y rendir tributo a su memoria. Ellas no podían consentir que una empresa, por muy imponente que sea, consumara una nueva agresión contra su pueblo. Y el enésimo agravio contra la Madre Tierra, contra esa Pachamama a la que tiene al borde del colapso el todopoderoso complejo industrial que se enriquece con los combustibles fósiles. Desde las minas y los pozos petroleros hasta la producción y venta desmedida de automotores.
Su voz fue escuchada por el resto de la tribu y por muchísimas tribus ultrajadas y humilladas por la América imperial que, entre septiembre y octubre, fueron a Standing Rock a protagonizar “la mayor congregación india ocurrida durante mi vida. A partir de la sexta semana, dejó de ser un campamento y se transformó en una comunidad”, según Dennis Banks, líder histórico del movimiento indio americano. Fue tal su fuerza y la de quienes les apoyaron en el resto del país que el 15 de noviembre el presidente Obama ordenó suspender las obras del oleoducto. Al día de hoy esta suspensión sigue en suspenso pero ha quedado claro quiénes son los justos que nos hacen merecedores del perdón divino.