Los Soldados en la Sombra de Cuba: Cómo los Combatientes de La Habana en Ucrania Amenazan a las Américas

La revelación de que al menos 4.200 ciudadanos cubanos están luchando por Rusia en Ucrania no es solo una curiosidad del campo de batalla: es un temblor geopolítico. Detrás de las cifras se esconden preguntas más profundas: ¿quién les permitió ir? ¿Qué pasará cuando regresen? ¿Y hasta dónde llegará La Habana para revivir su vieja alianza con Moscú mientras busca ganar influencia en el nuevo orden mundial?
El Nuevo Viejo Juego de La Habana
La cifra en sí misma asombra. Funcionarios de inteligencia ucranianos dijeron al New York Post que más de 4.200 cubanos sirven en las filas rusas. Incluso en una guerra saturada de mercenarios y mano de obra importada, la imagen de cubanos en las trincheras de Donetsk evoca recuerdos de la Guerra Fría: una vez más, La Habana luchando por la causa de Moscú.
La crisis de mano de obra de Rusia ha sido visible durante meses. Pero reclutar en Cuba parece un déjà vu envuelto en desesperación. Moscú obtiene carne de cañón; La Habana recibe divisas, combustible y poder de negociación. Según el gobierno cubano, los hombres son “voluntarios”. Pero pocos lo creen. Cuba controla los movimientos de sus ciudadanos con uno de los sistemas de salida más restrictivos del mundo. La idea de que miles abandonaron la isla sin ser detectados desafía toda credibilidad.
“4.200 mercenarios cubanos no es un número pequeño en absoluto, y es poco probable que el gobierno cubano no lo sepa”, dijo Alex Plitsas, miembro del Atlantic Council, al New York Post. Lo calificó como un “retroceso”, un retorno a la complicidad de la Guerra Fría con “criminales de guerra y terroristas”.
Para Washington, la señal es clara. “Otro ejemplo más de regímenes autoritarios en América Latina tomando partido por los enemigos de Estados Unidos”, dijo al New York Post una fuente cercana a la Casa Blanca.
El patrón resulta familiar. Durante la Guerra Fría, Cuba envió tropas a Angola, Etiopía y Nicaragua: guerras por poder que permitieron a La Habana proyectar fuerza sin asumir las consecuencias. Esta vez, la ideología ha sido reemplazada por la transacción. Lo que está en venta es la fuerza humana.
Lo Que Realmente Indican los 4.200 Combatientes
Para Rusia, la lógica es simple: llenar las trincheras sin irritar a las élites de Moscú. Los reclutas cubanos aportan cuerpos que mantienen calladas a las madres rusas. Pero lo que más importa no es la ganancia militar inmediata, sino la señal de lealtad.
Si Bielorrusia, el aliado menor de Rusia, está ayudando a entrenar tropas cubanas —como dijeron funcionarios de defensa bielorrusos al New York Post—, entonces existe una cadena viva de suministro de combatientes que se extiende de Minsk a Moscú y hasta La Habana. No es una metáfora; es un oleoducto humano.
El Departamento de Estado de EE. UU. señaló directamente a Cuba: “El régimen cubano ha fallado en proteger a sus ciudadanos de ser usados como peones en la guerra entre Rusia y Ucrania”, dijo en un comunicado al New York Post. La palabra “peones” golpea fuerte. No implica negligencia, sino orquestación.
Mientras La Habana protesta contra el embargo estadounidense en las Naciones Unidas, exporta a su propia gente hacia la guerra de Rusia. Washington desestimó las maniobras cubanas en la ONU como simple teatro cínico: un intento de “victimizarse” mientras oculta “crímenes atroces contra el pueblo cubano”.
Kyiv es más directo. Un alto funcionario ucraniano dijo al New York Post que es “altamente plausible que el gobierno cubano sea cómplice”, advirtiendo que los combatientes regresarán con “experiencia moderna de combate contra fuerzas entrenadas por la OTAN”, experiencia que podría ser usada “contra aliados de EE. UU. en América Latina”.
Ese es el verdadero problema: esta no es solo la guerra de Rusia; es la herencia de América Latina.
De Bielorrusia al Barrio: El Riesgo del Boomerang
La guerra es una maestra, y sus lecciones nunca se quedan quietas. Cuando los soldados cubanos regresen a casa —o a regímenes vecinos— no solo traerán historias; traerán habilidades.
Una fuente de defensa ucraniana dijo al New York Post que “la experiencia de combate es una mercancía peligrosa y transferible”. Puede venderse a redes criminales, usarse para reprimir disidencia o prestarse a aliados. Thor Halvorssen, de la Human Rights Foundation, describió la estrategia de La Habana con claridad: “Cuba es un subcontratista de la represión, sirviendo en las guerras de Moscú en el extranjero y silenciando la disidencia en casa”.
No es un modelo nuevo, solo un mercado nuevo. En los años 70 y 80, las tropas cubanas luchaban en África como emisarios revolucionarios. En la década de 2020, luchan por lucro y supervivencia. El idealismo de la Guerra Fría desapareció; la infraestructura permanece.
Los profundos lazos militares y de inteligencia de Cuba con Venezuela y Nicaragua hacen aún más alarmante la perspectiva del retorno de los veteranos. Unos pocos miles de hombres entrenados en tácticas rusas de pequeñas unidades, guerra electrónica y combate urbano podrían servir como instructores de fuerzas paramilitares o como tropas de choque contra la oposición interna.
Piénsese en ello como un efecto boomerang: hombres enviados a luchar contra armas de la OTAN en Ucrania podrían usar esas mismas lecciones algún día contra manifestantes prodemocracia en Caracas —o en la propia Habana.

EFE/ Sergei Ilnitsky
Un Problema del Hemisferio Occidental, No Solo una Guerra Europea
Es tentador para Washington archivar el ángulo cubano de la guerra en Ucrania como una “preocupación lejana”. Sería un error. El hemisferio occidental vuelve a estar en juego.
La administración Trump ya había desplazado activos hacia el Caribe, usando operaciones antinarcóticos como cobertura para una presencia naval. Las patrullas aéreas y marítimas de EE. UU. ahora se superponen con las zonas de influencia rusa en la región. Si se añaden 4.200 cubanos curtidos en combate a esa ecuación, el resultado no es un titular: es un dilema de seguridad hemisférico.
La política debe ponerse al día con la realidad.
Paso uno: dejar de tratar el teatro cubano en la ONU como inofensivo. Es parte de una estrategia coordinada para ganar simpatía mientras se profundizan los lazos con Rusia.
Paso dos: tratar la etiqueta de “voluntarios” como lo que es: subcontratación estatal.
Paso tres: prepararse para el boomerang.
Eso implica rastrear a los retornados, monitorear los viajes a través de Minsk y Moscú, y construir cooperación de inteligencia con aliados democráticos en América Latina. También requiere invertir en la reforma policial y la resiliencia de la sociedad civil en las naciones más vulnerables a la infiltración. Si La Habana y Moscú están reconstruyendo sus redes, Washington y sus socios deben reconstruir sus defensas.
Las apuestas van más allá de Cuba. “Cuba se ha convertido en un activo estratégico para un estado agresor”, dijo el funcionario ucraniano al New York Post, instando a las democracias a oponerse a la última resolución de La Habana en la ONU.
La pregunta ya no es si EE. UU. debe actuar, sino cómo y cuándo. La presión en los foros diplomáticos, las sanciones específicas contra reclutadores y facilitadores, y el apoyo sostenido a los actores prodemocracia en América Latina no son provocaciones; son mantenimiento preventivo.
Cuba insiste en que estos combatientes se fueron por su cuenta. Tal vez algunos lo hicieron. Pero los patrones no mienten. Una vez más, la isla que antes enviaba médicos al extranjero como poder blando está enviando soldados para librar una guerra dura. La geografía puede haber cambiado. El libreto, no.
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En las trincheras de Ucrania y en los ministerios de La Habana, un viejo juego se está repitiendo, con nuevas apuestas para un hemisferio que creía haberlo superado.