Lula da Silva y el dilema del pasado o el presente
El presidente brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva, deberá elegir qué tipo de posición tomará en el contexto latinoamericano. Elegirá a sus antiguos aliados o mirará a los nuevos amigos cool del hemisferio
Foto: Presidencia de Argentina
LatinAmerican Post | Santiago Gómez Hernández
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Desde el 1 de enero, Brasil ha tenido una vida política agitada. Con hasta una toma de los edificios del poder brasileño (Parlamento, palacio presidenciable y Corte Suprema). Esto ha dejado a un recién posesionado Lula enfocado en la política interna, por lo que ha dado poca información de cuál será el papel de Lula en Latinoamérica, la región que ya lideró en sus primeros periodos y en la que hoy puede volver a jugar un papel determinante.
Desde su más reciente campaña presidencial, Lula ha sostenido su intención de volver a trabajar en la integración regional. Ha destacado el papel de la CELAC y de UNASUR, al igual que retomar su foco en los BRICS y en la cooperación Sur-Sur, principalmente entre Latinoamérica y África.
Un pasado muy integrado
En su momento, Lula era un presidente que puso a Brasil en las portadas mundiales. Su integración y su papel como socio fundador del grupo de los BRICS (una unión de países que pretendía hacer contra peso al G-7 y las potencias occidentales) engrandeció la figura del líder brasileño en toda la región. Un hombre que entendió la integración latinoamericana como un deber y un camino natural de Brasil, la principal potencia económica del área.
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En los dos primeros periodos presidenciales de Lula da Silva, destacó como uno de los principales líderes de Sudamérica. Fue uno de los principales impulsores de la integración latinoamericana. Siendo presidente de la superpotencia regional en momentos en que compartía con Hugo Chávez, Daniel Ortega, Fidel Castro, Rafael Correa, Evo Morales, Néstor Kirchner, Cristina Fernández, Álvaro Uribe, Vicente Fox, Felipe Calderón, Sebastián Piñera entre otros. Lula funcionó como puente y mediador.
Su papel fue de líder y uno que podía ser escuchado por ambos sectores del espectro político. A pesar de su pasado como sindicalista y ser el hombre fuerte del Partido de los Trabajadores, de clara tendencia socialista, Lula siempre fue considerado un moderado en el panorama latinoamericano.
Hoy la realidad es otra. Latinoamérica parece haber virado por completo a la izquierda y Lula tiene que volver a encontrar su lugar en el mapa político. Esta postura será importante para poder entender el papel que nuevamente tendrá el brasileño, luego de años en que el país carioca ha perdido relevancia tanto regional como mundial.
Las dos izquierdas que puede elegir Lula
Hoy vemos una América Latina roja, con una mayoría de presidentes comunistas, socialistas o de tendencias de izquierda. Para muchos, será un mapa de un solo color. Sin embargo, si se ve con detalle, hay diferentes tintes políticos y hay una clara división de grupos de países en el lado socialista. Por un sector, está la izquierda del siglo XXI, aquella izquierda que “fundó Hugo Chávez” y tiene unos preceptos muy de principios de siglo. Pero también hoy hay otra izquierda, que podría concomerse como una izquierda progresista, con una relevante influencia de corrientes postmarxistas que hoy ocupan los principales debates políticos en el mundo. Una izquierda ecológica, feminista y enfocada en los derechos liberales. Incluso, para muchos, una izquierda más socialdemócrata, más moderada (en algunos casos).
Por un lado, están viejos conocidos. Ya sea el castrismo de Miguel Díaz-Canel, o el chavismo de Nicolás Maduro, el andinismo de Daniel Ortega o el kirchnerismo que aún sigue vigente en Argentina. Sin embargo, dentro de estos movimientos, hay una clara cercanía y coqueteo con las dictaduras. No por nada, Nicaragua, Cuba y Venezuela son considerados por varios organismos internacionales como los países con peores índices democráticos en toda la región.
Muchos pueden ser, incluso, antiguos aliados de Lula en sus primeros periodos. Pero los tiempos han cambiado y antes ni Venezuela ni Nicaragua eran consideradas como regímenes antidemocráticos. Hoy la realidad ha demostrado que la persecución política contra opositores en esos países deja al descubierto los gobiernos.
Ahora, la izquierda “millenial” de Gabriel Boric y Gustavo Petro, tiene una postura distante a los demás. Sus políticas y discursos feministas y ecologistas muestran una clara distancia a los otros gobiernos. Igualmente, también defienden las instituciones democráticas e, incluso, critican fuertemente a los regímenes socialistas en la región. Por ejemplo, Gabriel Boric, presidente chileno, ha denunciado la falta de democracia en Nicaragua o Venezuela, lo que le ha implicado críticas desde estos gobiernos. E incluso, a Colombia y Venezuela, se le podría sumar el gobierno español de Pedro Sánchez.
¿Qué ha demostrado Lula?
Lula es un presidente poco convencional y al cual no se le puede encajar dentro de un molde preconcebido. Por ahora, ha dejado claro que dentro de su plan de Gobierno, no descarta la explotación minera y petrolífera como fuente de ingresos, posturas muy alejadas a las planteadas por Gustavo Petro, quién busca un cambio de modelo económico en Colombia, que, por ejemplo, quiere cambiar el país como una economía dependiente del petróleo y ser una potencia agroindustrial.
Pero igual, Lula ha sido claro en que no busca alinearse con las corrientes más radicales de la izquierda. Un claro ejemplo de este, es la elección de Geraldo Alckmin del Partido Socialista Brasileño como su fórmula vicepresidencial. Alckmin es un político moderado reconocido en la política interna en Brasil.