Madres haitianas buscan atención en la República Dominicana en medio de crecientes dificultades
En un momento en que la creciente violencia en Haití ha hecho que los servicios médicos sean inaccesibles para innumerables familias, las mujeres haitianas cruzan la frontera fuertemente vigilada hacia la República Dominicana para dar a luz y acceder a atención hospitalaria, mientras intentan evitar la deportación.
Aumento de la inestabilidad y crisis sanitaria en Haití
En los últimos años, Haití ha caído en un ciclo de creciente inestabilidad que ha paralizado las actividades diarias. Partes de la capital, Puerto Príncipe, han caído en manos de bandas criminales, y el gobierno central ha fracasado en la prestación de servicios esenciales a los ciudadanos. Según un informe de enero de observadores humanitarios, la violencia ha alcanzado niveles sin precedentes: grupos armados dominan barrios enteros, imponen bloqueos en las carreteras y restringen el acceso a clínicas y hospitales. Menos de una cuarta parte de los hospitales están operativos en el área metropolitana, y muchas instalaciones rurales se han visto obligadas a racionar suministros, rechazando a los pacientes que no pueden tratar.
Una madre haitiana en Puerto Príncipe le dijo a Reuters, entre lágrimas: “Escuchamos disparos todos los días. No se puede caminar hasta el centro de salud.”
Incluso antes de esta ola de violencia, el sistema médico de Haití ya era muy frágil: la escasez de personal capacitado, la insuficiencia de fondos y las rutas de suministro inestables generaban condiciones riesgosas en las clínicas. Ahora, muchos centros de salud deben cerrar sus puertas debido a los ataques de bandas armadas. Esto deja a las mujeres embarazadas sin atención prenatal ni lugares seguros para dar a luz. Las fuerzas de seguridad combaten a los grupos violentos, pero no logran proteger ambulancias ni camiones de suministros médicos. La falta de suministros vitales, como tanques de oxígeno y sangre, pone en riesgo a las futuras madres.
En los últimos meses, trabajadores de la salud en Puerto Príncipe, que hablaron con Reuters bajo anonimato, describieron una vida diaria al borde del colapso. Las bandas han saqueado clínicas, exigiendo pagos a médicos y personal. Las tácticas de intimidación, señalaron, con frecuencia se dirigen contra los administradores de hospitales. En los barrios afectados, se observan restos de vehículos incendiados y rastros de enfrentamientos violentos que bloquean carreteras y restringen el movimiento de pacientes. Dar a luz se vuelve extremadamente difícil en estas condiciones.
Este colapso ha provocado un desplazamiento masivo: miles de personas, incluidas mujeres embarazadas, se refugian en albergues improvisados, a veces en patios de iglesias o terrenos abandonados. Incluso cuando las agencias de ayuda intentan establecer clínicas temporales, los tiroteos recurrentes las obligan a retirarse. Un médico relató: “Intentamos seguir operando en una zona de alto riesgo, pero al final tuvimos que cerrar. Nuestro personal recibía amenazas, y las pandillas locales exigían más sobornos cada día.”
Madres cruzan la frontera en medio de deportaciones
Ante la desesperada situación en su país, las mujeres haitianas embarazadas emprenden peligrosas travesías hacia la República Dominicana, la otra nación en la isla de La Española. Según datos de organizaciones de ayuda, miles cruzan la frontera anualmente en busca de atención médica más segura. Su decisión es comprensible: a pesar de sus propios desafíos socioeconómicos, la República Dominicana cuenta con una infraestructura hospitalaria relativamente mejor y un suministro de medicamentos más estable. Sin embargo, el gobierno dominicano ha endurecido sus políticas de deportación, amenazando con expulsar a cualquier haitiano sin documentación adecuada, incluso a mujeres embarazadas que se dirigen a los hospitales de maternidad.
Una mujer haitiana, que se identificó como Cineas Lionne, dijo a Reuters que viajó durante días para llegar a un hospital en la ciudad dominicana de Punta Cana: “Tuve a mi hijo aquí. No creo que hubiera recibido buena atención en Haití por la situación con el gobierno; no hay gobierno.”
Su testimonio refleja el de muchas madres haitianas que describen cómo las clínicas locales han sido saqueadas o cómo todos los días escuchan disparos cerca de los restos de hospitales en ruinas. A lo largo del camino, enfrentan acoso o extorsión por parte de traficantes, pero aun así concluyen que es más seguro que dar a luz en medio del caos.
Para empeorar la situación, los niños nacidos de padres haitianos en la República Dominicana no reciben automáticamente la ciudadanía dominicana. Un conjunto de estrictas normativas, vigentes desde hace décadas, vinculan la nacionalidad con la ascendencia o un estatus de residencia específico, lo que deja a muchas familias haitianas sin un país al que llamar hogar. La compleja burocracia les impide acceder a escuelas públicas, atención médica básica y empleo legal. Aunque algunas madres están dispuestas a enfrentar estos obstáculos por la seguridad de su parto, el futuro sigue siendo incierto: la posibilidad de una deportación forzada a Haití sigue latente, a menudo con un recién nacido sin nacionalidad reconocida.
A pesar de este endurecimiento en las políticas migratorias, muchas mujeres continúan cruzando la frontera en pasos remotos o incluso intentan hacerlo en puntos oficiales, con la esperanza de no ser detenidas. En algunos casos, logran encontrar refugio temporal con organizaciones benéficas o conocidos. En ciertos hospitales, el personal teme que los agentes de migración realicen redadas. La ONU ha advertido que mujeres haitianas embarazadas que buscan atención médica han sido detenidas en condiciones inhumanas o incluso arrestadas durante sus citas prenatales. Para ellas, el dilema de ingresar a un hospital para recibir atención esencial también implica el terror de ser sorprendidas por oficiales de inmigración.
Respuestas dominicanas y limitaciones de recursos
Por otro lado, los funcionarios dominicanos argumentan que la infraestructura de salud del país ya está al límite. Atribuyen los crecientes desafíos a la gran ola de haitianos que huyen de la pobreza y la violencia. En palabras de un senador dominicano que anteriormente se desempeñó como ministro de salud, quien habló con Reuters: “Nuestra infraestructura no puede recibir esa cantidad de personas.” Aunque la economía de la República Dominicana ha crecido recientemente, cerrar la brecha de desigualdad sigue siendo un desafío difícil. Según las autoridades, la llegada masiva de haitianos ejerce una presión adicional sobre las clínicas de bajo costo, las salas de maternidad y suministros esenciales como la fórmula para bebés o herramientas estériles para cirugías.
Los representantes del gobierno también han reafirmado su intención de aplicar un proceso de deportación más estricto. Más de 200,000 haitianos fueron expulsados del territorio dominicano el año pasado, y al menos 15,000 deportaciones se realizaron en las primeras dos semanas de 2025, según estimaciones oficiales. Algunas familias haitianas intentan esconderse en zonas rurales o en apartamentos urbanos abarrotados para evitar ser detectadas, y en ocasiones solo llegan a los hospitales cuando el parto es inminente. Los trabajadores de la salud admiten que han visto un aumento en la llegada de mujeres haitianas sin seguimiento prenatal, lo que ha llevado a partos de emergencia en los que los médicos tienen información mínima sobre el estado de las pacientes.
Si bien algunos defensores han pedido más indulgencia con las embarazadas haitianas, el clima político general sigue siendo poco comprensivo. En el discurso público, a menudo se describe a los migrantes haitianos como una carga que desestabiliza los recursos disponibles. El creciente número de nacimientos de mujeres indocumentadas ha generado debates sobre quién debe pagar por los servicios de atención materna. El Ministerio de Salud dominicano ha dejado clara su postura: sigue directrices de atención universal que exigen que los hospitales atiendan a todos los pacientes en emergencia sin importar su estatus migratorio. Sin embargo, muchas haitianas desconfían de estas declaraciones, preocupadas de que, una vez se recuperen, los agentes de inmigración puedan estar esperándolas para escoltarlas de vuelta a la frontera.
En una entrevista con Reuters, un alto funcionario de salud dominicano aclaró que “los agentes de migración no tienen permitido entrar al hospital para hacer arrestos.” El funcionario insistió en que los médicos tratan a las madres haitianas “de la misma manera” que a las dominicanas. No obstante, los testimonios de las pacientes haitianas revelan una sensación de inquietud, especialmente entre aquellas que deben permanecer en el hospital por observación tras partos complicados o complicaciones posnatales. En muchos casos, se marchan antes de lo recomendado, temerosas de que una estadía prolongada llame la atención de las autoridades.
Equilibrando las necesidades humanitarias y la realidad política
En última instancia, la búsqueda de un parto seguro por parte de las mujeres haitianas en la República Dominicana pone de manifiesto la complejidad de la migración, la atención médica y la política local. En este escenario, cada actor—desde las madres haitianas que buscan seguridad básica hasta los hospitales dominicanos sobrecargados y las fuerzas de seguridad encargadas de hacer cumplir las leyes migratorias—toma decisiones influenciadas por la crisis de gobernabilidad y la escasez de recursos en Haití.
Algunas organizaciones humanitarias han instado a los países vecinos a suspender las deportaciones, argumentando que devolver a las personas a un Haití sumido en la anarquía y con un sistema de salud colapsado es, en esencia, empujarlas hacia el peligro. La ONU ha documentado que más de cinco millones de haitianos enfrentan inseguridad alimentaria y más de un millón han sido desplazados internamente debido a la violencia de las pandillas. Muchas familias haitianas viven en campamentos temporales, hacinadas en pequeñas viviendas para protegerse de los grupos armados. En este contexto, expulsar a las madres haitianas de los hospitales dominicanos las condena a una incertidumbre extrema junto con sus hijos recién nacidos.
Al mismo tiempo, los líderes dominicanos se preguntan si su país puede asumir el rol de red de seguridad para Haití. La crisis haitiana va más allá de los problemas médicos: incluye escasez masiva de alimentos y un desorden civil sin precedentes. La infraestructura colapsada hace que el gobierno haitiano sea incapaz de abordar estos problemas. La situación representa una carga significativa para la República Dominicana, que no puede asumir toda la responsabilidad. Este dilema es aún más evidente en comunidades dominicanas que también enfrentan escasez de empleo y centros médicos insuficientes. Sin embargo, los críticos responden que negar o dificultar el acceso de las madres haitianas a un parto seguro socava principios humanitarios fundamentales.
Detrás de estas tensiones yace una historia de relaciones conflictivas. Aunque ambos países comparten la isla de La Española, las sospechas mutuas, las disputas fronterizas y episodios históricos de discriminación y conflictos raciales han marcado su relación. La actual ola migratoria haitiana reaviva estas divisiones. Los intentos de hallar una solución equilibrada—como la creación de zonas seguras provisionales o acuerdos bilaterales para la atención materna—suelen estancarse debido a disputas políticas y limitaciones de recursos. Mientras tanto, las madres haitianas siguen llegando, conscientes de que dar a luz “ilegalmente” en la República Dominicana sigue siendo una opción más segura que arriesgarse a un hospital en Haití que podría ser asaltado en cualquier momento.
En este escenario, el personal médico local se convierte en un puente entre las políticas gubernamentales y las necesidades de los pacientes. La ley exige deportaciones, pero los médicos y enfermeras tienen el deber ético de atender todos los casos urgentes. Además, ayudan a las mujeres haitianas que temen ser arrestadas tras recibir atención. Algunos miembros del personal recuerdan cómo, en la incertidumbre del posparto, familias enteras desaparecen en la noche para evitar ser detectadas. Su ausencia deja interrogantes sobre si lograron encontrar un refugio estable o si fueron devueltas a un Haití donde el sistema de salud sigue en ruinas.
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En palabras de una madre haitiana que acababa de dar a luz en Santo Domingo, quien habló con Reuters: “En Haití hay muchos pandilleros. No se puede dar a luz allí. Pero si estás aquí sin papeles, también es complicado.” Esa complejidad define toda la situación, que requiere soluciones más amplias y coordinadas tanto por parte de los gobiernos de Haití y la República Dominicana como de actores internacionales con la voluntad y los recursos para estabilizar las condiciones de salud en Haití. Mientras tanto, las madres haitianas y sus recién nacidos continúan recorriendo un camino precario, poniendo a prueba los límites entre la compasión y el cumplimiento de la ley en una isla dividida entre el caos y la oportunidad.