Colombia: ¿y los ex-combatientes de las FARC?
Cómo la incertidumbre de los acuerdos ha afectado a quienes hicieron parte de este grupo insurgente
De vuelta a la vida civil, instalados en casas con televisión por cable y refrigerador, más de 7000 excombatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) abandonaron su condición de guerrilleros para incorporarse a la vida ciudadana.
Entregaron sus armas a funcionarios de la ONU luego de que el gobierno colombiano encabezado por Juan Manuel Santos firmara junto con el líder de las FARC, Rodrigo Londoño Echeverri, los acuerdos de la Habana: una serie de tratados generados a raíz de los diálogos efectuados por ambas partes durante más de 4 años. Estos, según el presidente, representaron el inicio para poner fin a la organización insurgente calificada como “la guerrilla más poderosa y más antigua de América Latina”.
Sin embargo, a pesar de la paz, la situación de los excombatientes es incierta. El gobierno colombiano no ha podido brindarles las garantías estipuladas en el acuerdo, que son solvencia económica y liberación de presos políticos. Muchos de ellos se encuentran inmóviles en pequeñas comunidades asentadas en las montañas. Desayunan comunitariamente, montan guardia desarmados y algunos restablecen vínculos perdidos durante los años del conflicto. Otros aprovecharon la formación militar para retirarse de las comunidades y encontraron trabajo como guardias de seguridad privada o sicarios del narcotráfico, lo cual es producto de la desatención del gobierno para lograr su incorporación a la vida laboral.
Además, para ellos existe una amenaza latente: el uribismo pretende recuperar la presidencia y sus líderes señalaron que planean deshacer los acuerdos. “El primer desafío del Centro Democrático será el de volver trizas ese maldito papel que llaman el Acuerdo Final con las Farc”, espetó su presidente vitalicio, Fernando Londoño, un exministro de Uribe condenado dos veces por corrupción.
Los excombatientes temen por sus vidas. Sin armas, sin oportunidades laborales, albergados en casas que distan mucho de sus antiguos campamentos, solo les queda esperar que el gobierno cumpla lo previsto y que la ultraderecha no suba en las próximas elecciones.
Latin American Post | Mateo Peraza Villamil
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