¿Cazar animales exóticos para proteger a los nativos?
Matar animales en Parques Nacionales parece contradictorio, pues uno de los objetivos de las áreas naturales protegidas es conservar la vida silvestre.
En algunos casos es necesario reducir las poblaciones de fauna exótica, para proteger a la nativa. / Foto: Pixabay
LatinAmerican Post | Jorgue Guasp
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Sin embargo, en algunos casos es necesario reducir las poblaciones de fauna exótica, para proteger a la nativa.
La fauna nativa y la exótica compiten por los recursos naturales
Uno de los propósitos de la creación de áreas naturales protegidas es preservar poblaciones de animales autóctonos, es decir, que se desarrollan espontáneamente en una región, y están en equilibrio con el ambiente. Como contrapartida, existen animales que el hombre ha introducido desde otros lugares y con fines diversos, y que compiten con la fauna local por recursos tales como el agua, la vegetación, las presas, etc.
Algunas de estas especies exóticas son invasoras: se reproducen con rapidez, y se adaptan a un amplio rango de condiciones ambientales. “Por ejemplo, el castor americano (Castor canadensis) es invasor y produce grandes problemas en Tierra del Fuego y en Chile, mientras que en su ambiente de origen es considerado un componente que mantiene una dinámica de relaciones con el resto de los componentes de su ecosistema” (Material Didáctico sobre Especies Exóticas Invasoras en Argentina, FAO, Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, Argentina, 2018). En efecto, los diques construidos por el castor, introducido desde el Hemisferio Norte, provocan en Tierra del Fuego importantes inundaciones, que no solo deterioran el bosque sino que modifican la sucesión ecológica, puesto que en esas áreas anegadas crece luego una vegetación distinta de la original.
En Australia, entre 1850 y 1860, se introdujeron con fines cinegéticos el conejo europeo y el zorro colorado. Desde su introducción, el zorro ha invadido gran parte de Australia; en la actualidad representa una amenaza para diversas especies de fauna autóctona, principalmente marsupiales y aves. Los conejos, por su parte, constituyen una amenaza para la regeneración de la vegetación nativa australiana, ya que se reproducen con gran rapidez.
Según la Sociedad Argentina para el Estudio de los Mamíferos (SAREM), el jabalí (Sus scrofa) "es una especie que ocupa diferentes tipos de hábitats; entre ellos, marismas, bosques, matorrales, manglares, praderas y pantanos. Muchas veces prefiere la cercanía a algún curso de agua. También puede utilizar plantaciones forestales, agroecosistemas y zonas periurbanas (Rosell et al., 2001)".
En Argentina, el jabalí “fue introducido para la caza deportiva en 1906 en la provincia de La Pampa, en un coto de caza mayor; posteriormente algunos ejemplares fueron llevados a campos cercanos al lago Nahuel Huapi. En 1914 muchos ejemplares se escaparon de estos cotos y se dispersaron en varias provincias e invadieron incluso algunos Parques Nacionales como Lanín, Los Alerces y Nahuel Huapi" (Sistema de Información de Biodiversidad, Administración de Parques Nacionales de Argentina).
“El Parque Nacional Nahuel Huapi alberga un gran número de especies exóticas incluyendo grandes mamíferos como el jabalí y la vaca. Ambas especies se encuentran ampliamente distribuidas en el Parque y representan un valor socio-cultural como especie de caza deportiva (jabalí) y como ganado (vaca). Sin embargo, se conoce que estas especies provocan impactos negativos sobre los ecosistemas nativos afectando a la flora, fauna y los procesos ecosistémicos” (revista Macroscopía Nº6, Año 5, Edición 2015, Parque Nacional Nahuel Huapi, Argentina).
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Otra especie introducida en la Patagonia argentina es el ciervo colorado. Según el trabajo Ecología, Impacto y Manejo del Ciervo Colorado (Cervus elaphus) en el noroeste de la Patagonia Argentina, publicado en la revista científica Mastozoología Neotropical, 23(2):221-238, Mendoza, 2016, “estudios recientes muestran que los ciervos introducidos en Isla Victoria, prefieren consumir las especies de árboles nativos, coihue y ciprés, a los introducidos, pino ponderosa (Pinus ponderosa) y pino oregón” (Nuñez et al., 2008)".
Uso de armas de fuego para controlar fauna exótica
En varios parques nacionales del mundo, se utilizan armas de fuego para controlar animales exóticos. Hace unos 20 años, en el Parque Nacional Kakadu, Patrimonio de la Humanidad australiano, participé de la experiencia de perseguir a un jabalí en medio del monte, hasta que un guardaparque lo abatió de un disparo desde el vehículo en que ambos nos desplazábamos.
En el parque nacional El Rey, en Salta, Argentina, los guardaparques combaten con armas de fuego ejemplares salvajes de ganado vacuno, animales remanentes de la época en que el área protegida era una finca ganadera. Este ganado salvaje compite con grandes animales nativos, como por ejemplo el tapir, y también representa un riesgo para el turismo, ya que los toros suelen atacar a los visitantes. En el Parque Nacional El Palmar, en la provincia argentina de Entre Ríos, también se abaten jabalíes invasores por medio de armas de fuego. En todos los casos, estas actividades se llevan a cabo dentro de un programa de control de especies exóticas, que establece el protocolo correspondiente y minimiza los efectos negativos de las tareas.
“Se calcula que en la provincia del Neuquén existen 30.000 cabezas de ciervos colorados y jabalíes. Se introdujeron en la zona en el año 1922 en la estancia Collun-Co y a partir de ese momento su existencia fue creciendo vertiginosamente y muchos animales emigraron al Este, ingresando al Parque Nacional Lanín, poblándose en toda su extensión. Hoy, la caza se transformó en uno de los mecanismos para controlar la especie, la cual afecta enormemente a la fauna y flora nativa del Parque Nacional” (Parque Nacional Lanín, Patagonia Argentina, caza deportiva, www.pnlanin.org)
Ninguna persona en su sano juicio desea la muerte de un animal. Sin embargo, las funciones ecológicas que rigen los ecosistemas están por encima de ciertas especies, más aún cuando éstas no pertenecen al área natural en que se encuentran. Combatir a las especies exóticas no es, por lo tanto, un acto de crueldad, sino una actitud de respeto por las leyes de la naturaleza, gracias a las cuales el planeta sostiene su armonía.