Comunidades indígenas de Bolivia amenazadas por incendios y desplazamientos forzados
Las comunidades indígenas de las tierras bajas de Bolivia se enfrentan a la extinción debido a los incendios forestales y el desplazamiento forzado. Mientras las llamas devastan la Amazonía, crisis similares se desarrollan en toda América Latina, amenazando la supervivencia de culturas antiguas y ecosistemas naturales.
La destrucción de las tierras indígenas en Bolivia
Las comunidades indígenas de Bolivia en las regiones de las tierras bajas de Santa Cruz, Beni y Pando están al borde de la desaparición debido a los incesantes incendios forestales y el desplazamiento forzado. Los pueblos ayoreo, tsimane, sirionó y ese eja, entre otros, se encuentran atrapados en una lucha por la supervivencia mientras sus tierras arden y se vuelven inhabitables.
Según Miguel Vargas, director del Centro de Estudios Jurídicos y Sociales (Cejis), la situación se ha vuelto grave. En solo cinco años, el fuego ha devastado 45 territorios indígenas de los 58 oficialmente reconocidos por el gobierno boliviano, y siete han sufrido graves daños. Desde los catastróficos incendios de 2019, que destruyeron más de 5,3 millones de hectáreas, la situación no ha hecho más que empeorar. El gobierno boliviano estima que las llamas han consumido 3,8 millones de hectáreas de bosque este año.
Los incendios destruyen viviendas y tierras sagradas y contaminan las fuentes de agua con cenizas, volviéndolas inseguras para el consumo humano. Comunidades enteras se ven obligadas a abandonar sus tierras ancestrales y trasladarse a zonas urbanas, donde sus tradiciones y formas de vida empiezan a desvanecerse. Vargas advierte de que los grupos indígenas más pequeños, que ya se enfrentan a retos demográficos, son especialmente vulnerables a lo que él llama un etnocidio inminente.
La causa subyacente de estos incendios es la práctica de los chaqueos, o quemas controladas, que se han descontrolado debido a la laxa regulación. Esta técnica agrícola, destinada a despejar la tierra para la agricultura y la ganadería, se ha extendido sin control en los bosques, lo que ha agravado aún más la crisis. Los grupos indígenas que dependen de la caza y la recolección están viendo cómo sus bosques se transforman en tierra árida y quemada, y sus medios de vida desaparecen junto con los árboles.
Los incendios forestales devastan la Amazonia y otros lugares
La crisis de incendios en Bolivia no es un hecho aislado. En toda América Latina, la selva amazónica y otros ecosistemas están sufriendo incendios forestales devastadores alimentados por la tala ilegal de tierras, la deforestación y un cambio climático cada vez más severo. Según el Instituto Brasileño de Investigaciones Espaciales (INPE), América del Sur sufrió más de 350.000 incendios forestales entre enero y septiembre de 2023, la cifra más alta en 15 años.
Brasil, hogar de la mayor parte de la selva amazónica, enfrenta una situación similar. Los incendios que arrasan allí amenazan no solo a las comunidades indígenas del país, sino también a la salud de todo el planeta. La Amazonia es crucial para absorber dióxido de carbono y regular el clima global. A medida que los incendios se propagan, se pierden grandes franjas de bosque, lo que libera carbono a la atmósfera y acelera el calentamiento global.
Los grupos indígenas asháninka y awajún de Perú se han visto gravemente afectados por los incendios forestales en las regiones de Ucayali y Loreto. Estos incendios, a menudo provocados por la tala y la minería ilegales, no solo han destruido bosques, sino que también han contaminado ríos con sustancias químicas tóxicas, poniendo en mayor peligro a las comunidades indígenas que dependen de estas fuentes de agua para beber, pescar y cultivar.
En Colombia, la deforestación y el desmonte ilegal de tierras en la Amazonia han alcanzado niveles récord, lo que contribuye al aumento de los incendios forestales. Los pueblos tikuna y huitoto, que viven en las profundidades de la Amazonia, ven sus tierras ancestrales reducidas a cenizas. Al igual que sus homólogos de Bolivia, se enfrentan al desplazamiento forzado y a la pérdida de su patrimonio cultural a medida que sus bosques se queman.
América Latina está siendo testigo de un patrón de destrucción que se extiende más allá de las fronteras nacionales. Los incendios forestales no son solo un problema ambiental; son una crisis humanitaria que amenaza con acabar con culturas y ecosistemas enteros.
Extinción cultural
Las comunidades indígenas de Bolivia y de toda América Latina se ven obligadas a huir de sus hogares y sus culturas se enfrentan a la extinción. El desplazamiento altera los modos de vida tradicionales, desde las estructuras de gobierno hasta las prácticas de subsistencia. Una vez que los pueblos indígenas son expulsados de sus tierras ancestrales, su capacidad de transmitir conocimientos culturales, lenguas y prácticas espirituales a las generaciones futuras se ve gravemente comprometida.
En Bolivia, muchos grupos indígenas se han trasladado a centros urbanos como Santa Cruz y La Paz, donde luchan por adaptarse a un modo de vida muy diferente del que han conocido durante generaciones. Los pueblos tsimane y sirionó, que tradicionalmente dependen de la caza, la pesca y la agricultura, encuentran cada vez más difícil mantener sus modos tradicionales en entornos urbanos. A medida que pierden el acceso a sus bosques, también pierden la capacidad de mantener sus prácticas culturales.
Esta pérdida de cultura no es exclusiva de Bolivia. En Brasil, los pueblos kayapó y yanomami han enfrentado luchas similares a medida que la deforestación y la minería ilegal los obligan a abandonar sus tierras. Para estos grupos, el bosque no es sólo un lugar donde vivir, sino la base de su identidad. Cuando el bosque desaparece, también desaparece su modo de vida.
En Ecuador, el pueblo waorani ha sido desplazado por los incendios y la extracción de petróleo, lo que ha provocado un colapso de sus estructuras de gobierno tradicionales. Sin su tierra, ya no pueden practicar las costumbres que han sostenido a su comunidad durante siglos. La migración forzada a las zonas urbanas ha erosionado su lengua, sus prácticas espirituales y su cohesión social.
El costo cultural del desplazamiento es devastador y, a medida que más grupos indígenas se ven desarraigados, aumenta el riesgo de extinción cultural. La situación en Bolivia es un duro recordatorio de la urgente necesidad de proteger no sólo el medio ambiente, sino también el patrimonio cultural de los pueblos indígenas que han administrado estas tierras durante milenios.
Soluciones para una región en peligro
Los incendios en Bolivia y otras partes de América Latina ponen de relieve la urgente necesidad de realizar esfuerzos regionales coordinados para abordar tanto la degradación ambiental como el desplazamiento de las comunidades indígenas. Si bien algunos países, como Brasil, han implementado políticas para reducir la deforestación, la aplicación de las mismas sigue siendo inconsistente y las actividades ilegales continúan alimentando los incendios forestales.
El gobierno de Bolivia ha declarado una emergencia nacional en respuesta a los incendios y ha prohibido temporalmente todas las quemas controladas. Sin embargo, esta medida por sí sola no es suficiente para abordar la escala de la crisis. Miguel Vargas de Cejis sostiene que las soluciones a largo plazo deben centrarse en fortalecer las prácticas de gestión forestal, mejorar la prevención de incendios y ofrecer un apoyo más significativo a las comunidades indígenas.
Una posible solución es la creación de bosques gestionados por la comunidad, donde los grupos indígenas tengan la autoridad legal y los recursos para proteger y gestionar sus tierras. Este modelo ha tenido éxito en países como Guatemala, donde la Reserva de la Biosfera Maya ha visto una reducción drástica de las tasas de deforestación gracias a la participación de las comunidades locales en los esfuerzos de conservación.
La cooperación regional también es fundamental. La Amazonia se extiende por varios países y los incendios no respetan las fronteras nacionales. Un acuerdo pan-amazónico que reúna a países como Bolivia, Brasil, Perú y Colombia para combatir la tala ilegal, la minería y el desmonte de tierras podría ayudar a reducir el número de incendios y proteger los territorios indígenas. Esto requeriría que los gobiernos se comprometieran a hacer cumplir las leyes ambientales e invertir en proyectos de desarrollo sostenible que beneficien a las comunidades locales.
Por último, la comunidad internacional debe proporcionar asistencia financiera y técnica a los países latinoamericanos que enfrentan las consecuencias de los incendios forestales. Las organizaciones ambientales globales y los gobiernos extranjeros tienen un papel que desempeñar en el apoyo a los esfuerzos de reforestación, los programas de prevención de incendios y la preservación de las culturas indígenas.
Si no se toman medidas inmediatas, los incendios seguirán devastando los bosques de América Latina, empujando a las comunidades indígenas hacia la extinción. El momento de actuar es antes de que las pérdidas culturales y ambientales se vuelvan irreversibles.
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Los incendios que consumen los bosques de Bolivia no son solo un problema nacional, sino parte de una crisis más amplia que afecta a América Latina. Las comunidades indígenas, que durante mucho tiempo han sido las guardianas de estas tierras, están siendo expulsadas de sus hogares y sus culturas corren el riesgo de desaparecer para siempre. Para salvar el medio ambiente y el rico patrimonio cultural de los pueblos indígenas de América Latina, se necesitan medidas urgentes a escala regional y mundial. El futuro de la Amazonia y de sus habitantes depende de ello.