Una crisis silenciosa mientras las flotas pesqueras de China amenazan los ecosistemas marinos de América Latina
Las agresivas prácticas pesqueras de China cerca de las costas de América del Sur están agotando las poblaciones de peces y desafiando las economías regionales, lo que generó llamados urgentes a la acción de Chile, Perú, Ecuador y Argentina para salvaguardar su biodiversidad marina y sus medios de vida locales.
Una crisis silenciosa se gesta en las vastas aguas abiertas donde termina la soberanía de las naciones costeras de América Latina y comienza la alta mar. La influyente flota pesquera china, armada con métodos de pesca invasivos, bordea los límites de las jurisdicciones nacionales, amenazando los ecosistemas marinos y las economías de los países sudamericanos. Esta situación ha aumentado la preocupación entre las autoridades locales, que luchan por detener el saqueo de sus recursos marítimos.
Un desafío regional
Desde las frías aguas del extremo sur de Chile hasta la rica biodiversidad a lo largo de las costas de Perú, Ecuador y Argentina, el impacto de la flota pesquera china es una preocupación compartida en todo el continente. Estas naciones, bendecidas con abundante vida marina, están en la primera línea de una crisis ambiental y económica alimentada por prácticas pesqueras insostenibles.
La difícil situación de Argentina
Argentina experimenta un grave agotamiento de sus especies marinas, como el calamar y la merluza negra, debido principalmente a los buques extranjeros, predominantemente bajo bandera china, que operan en el Atlántico suroeste. El área, un punto crucial de biodiversidad para el desove y la alimentación de la vida silvestre marina, incluida la ballena franca austral, carece de regulación protectora, lo que permite prácticas de pesca nocivas. Según lo observado por Global Fishing Watch, el aumento de los esfuerzos pesqueros de los buques chinos subraya la urgencia de la situación.
Argentina experimenta un grave agotamiento de sus especies marinas, como el calamar y la merluza negra, debido principalmente a los buques extranjeros, predominantemente bajo bandera china, que operan en el Atlántico suroeste. El área, un punto crucial de biodiversidad para el desove y la alimentación de la vida silvestre marina, incluida la ballena franca austral, carece de regulación protectora, lo que permite prácticas de pesca nocivas. Según lo observado por Global Fishing Watch, el aumento de los esfuerzos pesqueros de los buques chinos subraya la urgencia de la situación.
El Agujero Azul, un rico ecosistema oceánico en el suroeste del Atlántico, a 200 millas náuticas de las costas de la Patagonia argentina, se ha convertido en el Salvaje Oeste para los pesqueros chinos, depredando especies como calamares y merluza negra en aguas internacionales, libres de control y regulación. . Ubicada a unos 500 kilómetros al este del golfo San Jorge, en el límite de la Zona Económica Exclusiva (ZEE) de Argentina, que se extiende hasta 200 millas de la costa, esta área es un tesoro de biodiversidad, clave para el desove y la alimentación de aves y mamíferos marinos. como la ballena franca austral.
A pesar de su enorme importancia biológica, esta zona en aguas internacionales está desprotegida. Ningún organismo global o regional regula o controla las crecientes y nocivas prácticas pesqueras allí. Durante la temporada alta de pesca, de enero a julio, unos 400 barcos se concentran en esta zona: despliegan redes de arrastre de fondo para pescar merluza y encienden sus luces para atraer calamares. Según datos de la plataforma Global Fishing Watch, el esfuerzo pesquero aparente de los buques chinos en esa zona aumentó de 61.727 horas por 500 kilómetros cuadrados en 2013 a 384.046 horas en 2023. Es decir, se sextuplicó. Aunque hay barcos de Corea del Sur, Taiwán y España, la mayoría son de bandera china.
La lucha del Perú entre la ley y la realidad
En Perú, la transparencia reclamada por China contrasta marcadamente con la protesta de los conservacionistas y las comunidades pesqueras por las incursiones ilegales en aguas peruanas. A pesar de los esfuerzos legislativos para frenar tales prácticas, incluida una ley destinada a restringir el acceso a los puertos a los buques que utilizan sistemas satelitales peruanos, las presiones políticas y económicas han socavado estas regulaciones, permitiendo a los buques chinos continuar con sus operaciones.
La lucha de Chile por la sostenibilidad
Chile enfrenta el desafío de la pesca ilegal por parte de la flota china, que amenaza la sostenibilidad de sus recursos marinos y altera los patrones naturales de migración de peces y mamíferos, provocando desequilibrios ecológicos como las mareas rojas. A pesar de que no se han registrado violaciones de pesca ilegal, el tránsito constante de embarcaciones chinas por aguas chilenas exige un seguimiento y una aplicación de la ley vigilantes.
La vigilancia de Ecuador sobre un santuario marino
Ecuador también lucha con la presencia de la flota pesquera china, especialmente cerca de las Islas Galápagos, una reserva marina de incomparable valor de conservación. Incidentes como la captura de un barco cargado con miles de tiburones dentro de la reserva han provocado compromisos diplomáticos de Beijing para restringir las actividades pesqueras. Sin embargo, las operaciones de la flota china, fuertemente subsidiada, siguen siendo principalmente opacas, lo que genera preocupaciones sobre la sostenibilidad de especies críticas como el calamar gigante.
Una llamada a la acción
La situación exige un esfuerzo concertado de los países afectados para hacer cumplir regulaciones más estrictas y participar en la diplomacia internacional para garantizar prácticas de pesca sostenibles. Las aguas sobreexplotadas de América del Sur son un crudo recordatorio del desafío global de equilibrar las necesidades económicas con la preservación del medio ambiente. Mientras estas naciones se unen para enfrentar la amenaza que representan las flotas pesqueras extranjeras, el futuro de su biodiversidad marina y sus economías locales está en juego.
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La crisis actual subraya la necesidad de una reevaluación global de las prácticas pesqueras y la cooperación internacional para proteger los océanos del mundo. Mientras los países sudamericanos navegan por las complejas aguas de la diplomacia, la conservación y los intereses económicos, las acciones que se tomen hoy determinarán la salud de sus ecosistemas marinos para las generaciones venideras.