Patrimonio

Preservando la herencia judía marroquí de América Latina

El Foro Latinoamericano Judío Marroquí Sefardí inaugural en Essaouira destacó la rica historia y las conexiones culturales entre los judíos marroquíes y América Latina, fomentando debates sobre la preservación del patrimonio y los vínculos comunitarios. Este artículo es una adaptación de un informe de The Jerusalem Post.

La antigua ciudad portuaria de Essaouira, antes conocida como Mogador, en el oeste de Marruecos, está llena de historia judía. Las raíces de la comunidad se remontan a la década de 1760, cuando el sultán Mohamed ben Abdallah invitó a 10 familias judías a establecerse y ayudar a convertir la ciudad en una importante ciudad portuaria, gestionando el comercio desde las ciudades europeas.

El pasado mes de junio, Essaouira acogió un evento trascendental: el Foro Latinoamericano Judío Marroquí Sefardí inaugural. Organizado por la Asociación Mimouna bajo la iniciativa DAKIRA, un proyecto financiado por USAID, el foro había enfrentado numerosos desafíos y aplazamientos debido a las tensiones geopolíticas y los tumultuosos acontecimientos del 7 de octubre. Sin embargo, finalmente se convocó, reuniendo a académicos judíos, líderes comunitarios , e historiadores de todo el mundo, marcando un hito importante en la preservación del patrimonio judío.

Celebrado en la zona de la kasbah de la antigua medina de Bayt Dakira (La Casa de la Memoria), a pocos pasos del mullah (el antiguo barrio judío), el evento contó con una asamblea diversa de participantes de Estados Unidos, Panamá, México y Colombia. , Chile, Perú, Brasil, Argentina e Israel. Esta rica diversidad enriqueció las discusiones con sus variadas perspectivas y experiencias, ofreciendo una comprensión integral de la naturaleza multifacética de las comunidades judías latinoamericanas.

Un asistente notable fue Jacob Marrache, fundador de la organización genealógica marroquí Adafina. Marrache explicó el significado del nombre de la organización, que refleja una profunda conexión con las tradiciones culinarias sefardíes. “Adafina es el nombre sefardí marroquí para el cholent [estofado] de Shabat”, dijo Marrache. “Para los asquenazíes es cholent. Para los israelíes es hamin. En el sur de Marruecos lo llaman definir o brillar; en el norte lo llaman definir, al igual que en Gibraltar”.

Marrache destacó la importancia de profundizar en el pasado de Marruecos para comprender al pueblo judío que alguna vez vivió allí. Él cree en exponer esa historia para garantizar que no se olvide.

Uno de los aspectos más destacados del foro fue su sentido homenaje a la comunidad judía marroquí, en particular a aquellos del norte de Marruecos que emigraron a América Latina a principios del siglo XIX. El evento celebró el legado duradero de estos primeros inmigrantes, enfatizando los fuertes lazos culturales e históricos entre Marruecos y su diáspora.

Celebraciones culturales y patrimonio compartido

Durante el foro, a Vanessa Paloma Elbaz, investigadora asociada senior de la Facultad de Música de la Universidad de Cambridge, se le pidió que cantara una canción en haketia, el judeoespañol de Marruecos, similar al ladino pero con un toque marroquí. Esta actuación destacó el patrimonio cultural compartido y las conexiones emocionales que unen a estas comunidades.

El rabino Abraham Tobal, rabino principal de la comunidad Damasco en México, Monte Sinaí, se sumó a la celebración cultural cantando “Cuando el Rey Nimrod”. Con sus orígenes medievales y su toque flamenco, esta canción es un elemento básico del repertorio sefardí. El canto colectivo de esta canción por parte de los asistentes subrayó la herencia marroquí sefardí compartida y creó un sentido de unidad entre los diversos participantes.

Debates sobre la preservación del patrimonio

El foro facilitó debates sólidos sobre diversos temas, incluidos los patrones históricos de migración de judíos a América Latina, las influencias culturales y religiosas de estas comunidades y los desafíos y oportunidades que enfrentan. Estos intercambios culminaron en un compromiso decidido de fortalecer los vínculos entre las comunidades judías de América Latina y sus raíces históricas en Marruecos, demostrando la dedicación inquebrantable a la preservación del patrimonio.

Estudiantes judíos de México, Colombia y Chile, junto con Yana Naftalieva, presidenta de la Unión Mundial de Estudiantes Judíos, hablaron sobre los desafíos que enfrentan los judíos en América Latina, incluido el antisemitismo en los campus. Destacaron su determinación y arduo trabajo en la lucha por un futuro mejor para los judíos en la región, enfatizando la importancia de preservar su herencia e identidad.

El foro también celebró los logros de personas distinguidas con tres premios. Fernando Lottenberg, comisionado de la Organización de Estados Americanos (OEA) para la Vigilancia y Lucha contra el Antisemitismo, fue homenajeado por su incansable labor. El rabino Messoud Asher Zrihan, rabino jefe de la comunidad judía sefardí en México, fue reconocido por su profundo liderazgo educativo y espiritual. El rabino Abraham Tobal fue premiado por su dedicación al diálogo interreligioso y la justicia social.

Compromiso de Preservación

Jacob Marrache participó en un panel de discusión sobre la preservación de la herencia judía latinoamericana, junto con Jason Guberman, director ejecutivo de la Federación Sefardí Estadounidense, y Laziza Dalil, directora de comunicaciones de la Asociación Mimouna. Vanessa Paloma Elbaz facilitó el debate.

Marrache habló sobre la preservación del patrimonio judío marroquí mediante la documentación de historias orales, árboles genealógicos y cementerios históricos. También habló de la importancia de hacer accesibles los registros comunitarios mediante su digitalización, ya que muchos están escritos en soletreo, una escritura cursiva sefardí.

Marrache presentó en el foro un importante proyecto: los libros de contabilidad beit din (tribunal rabínico) de Essaouira que datan de 1919 a los años 1960. Estos libros de contabilidad, que detallan matrimonios, compromisos, dotes y más, se están transcribiendo y traduciendo para que sean accesibles a investigadores y descendientes.

Un pasado histórico y un futuro vibrante

La migración judía a América Latina tiene un pasado histórico. En los siglos XVI y XVII, los judíos sefardíes que huían de la persecución en la Península Ibérica buscaron refugio en el Nuevo Mundo, estableciendo raíces en Brasil, México y el Caribe. A finales del siglo XIX y principios del XX llegaron importantes oleadas de inmigrantes de Europa y Oriente Medio, incluidos muchos judíos marroquíes. Estas comunidades florecieron en países como Argentina, Brasil y México, preservando sus identidades culturales y religiosas únicas y al mismo tiempo contribuyendo inmensamente a sus nuevos países de origen.

“Hacia la década de 1820, los judíos marroquíes comenzaron a ir a Brasil, Belém y el Amazonas”, explicó Marrache. “A partir de la década de 1880, muchos jóvenes judíos del norte de Marruecos, como Tánger, comenzaron a ir al Amazonas debido al auge del caucho, con la esperanza de hacer fortuna. Algunos lo lograron, otros no, y algunos incluso perecieron en el Amazonas debido a las duras condiciones.”

La migración de la década de 1820 a la de 1960 estableció comunidades en Brasil, Perú, Venezuela, Argentina y México. Muchas de estas comunidades todavía rezan el rito litúrgico sefardí marroquí y conservan vestigios de sus lenguas originales.

El Foro Latinoamericano Judío Marroquí Sefardí concluyó con un compromiso renovado de mantener y fomentar las conexiones entre las comunidades judías latinoamericanas y sus raíces marroquíes. Subrayó la dedicación de la comunidad para preservar sus tradiciones e historias únicas, incluso cuando se integran en sociedades más amplias.

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A través de experiencias compartidas e intercambio cultural, estas comunidades continúan honrando su pasado y fortaleciendo su identidad. El foro en Essaouira sirvió como testimonio de su dedicación a preservar y construir sobre la historia judía marroquí, mantener viva la historia y garantizar que las generaciones futuras permanezcan conectadas con sus raíces mientras contribuyen al vibrante tapiz de la vida latinoamericana.

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