Reportaje: El universo detrás de la moda indígena
La influencia indígena en la moda es innegable, pero hay un significado detrás de cada pieza que los indígenas tratan de proteger, ya que no hay leyes que los protejan a ellos
No hay duda de que en los últimos años lo indígena y lo artesano están teniendo una gran influencia en la moda. Algunas prendas indígenas se han vuelto símbolos identitarios e inspiración para diseñadores dentro y fuera de América Latina. Basta ver la acogida que tuvo la mochila Wayúu y Arhuaca hace un tiempo, y cómo todas las personas en grandes ciudades como Bogotá y Medellín las usaban como parte de su vestimenta. Los cojines con tejidos oaxaqueños decoran también los sofás de apartamentos en la Ciudad de México.
El bordado guatemalteco también ha llegado ya a otros países fuera de Centro América, y es también usual ir a Perú, Bolivia o Ecuador por prendas de alpaca. Así, ha habido un fenómeno de migración de los tejidos indígenas: ya no están solo en las comunidades, sino que las prendas se han trasladado a las calles de las grandes ciudades y más recientemente a las pasarelas.
Esto, aunque es una gran noticia para las comunidades y para el mundo de la moda en general que siempre se verá beneficiado por nuevas técnicas, patrones y tendencias, ha demostrado los huecos que hay con respecto a la regulación y legislación de los tejidos indígenas y el diseño. Dado que esta influencia indígena en la moda es algo relativamente nuevo, es la primera vez que las comunidades se han visto enfrentadas al mercado. Para indagar en este aspecto, investigué distintas perspectivas alrededor de este asunto para traer distintas miradas de la influencia indígena en la moda.
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La mirada indígena
Natalia es Arhuaca. Este es el nombre que da en Bogotá, pero el que le pusieron cuando nació es Sereyi. Se demora un mes tejiendo una mochila. Cuenta que cada tejido tiene un significado distIGNORE INTO, pero se rehúsa a explicarlo. Ella y su familia tejen mochilas Arhuacas y hacen pedidos a distIGNORE INTOs lugares del país. Desde Bogotá, Natalia hace los envíos. No es empleada ni dueña de ninguna empresa. No vende a intermediarios, pero sí es ella misma una intermediaria, pues vende también mochilas Wayúu que trae de la Guajira a Bogotá.
Rosa es Embera, viene del Caquetá y hace collares con chaquiras. Se demora entre 15 y 20 días en una pieza. Como Natalia, cuando le pregunto por el significado del tejido del collar, evita el tema y me habla más bien de cada patrón: flor, estrella, sol. Ninguna de las dos me deja tomarle foto ni grabarla. Para ellas, estas prendas están ligadas con su historia y su cosmogonía.
Como consumidora de moda indígena y como reportera, me preocupó que estas piezas pierden significado al momento en que entran al mercado, pues pasan a ser un bien material e indumentario y dejan de ser una pieza de arte que hace parte y dice algo sobre una cultura. Ellas, en cambio, parecen proteger ese significado detrás de cada pieza, pues no me lo revelan. Al no transmitirla, parecen entender mejor que yo este rasgo identitario de la prenda, pues no lo transmiten, son guardianas de esta identidad.
La perspectiva de las marcas
Lina Castillo es la jefa de comunicaciones de Limón Piel, una marca que ya lleva 20 años en el mercado y que trabaja con comunidades de indígenas y artesanos. La marca, que trabaja sobretodo con marroquinería, mezcla el cuero con técnicas y materiales originarios de distIGNORE INTOs lugares de Colombia. Su relación con las tejedoras ha sido completamente colaborativa. Sin embargo, los indígenas no hacen parte formal de la empresa.
No hay indígenas en los administrativos de la marca, ni tampoco en los diseñadores. Tampoco son empleados, pues no tienen ninguna exclusividad con la marca. Las mujeres de las comunidades trabajan independientemente en una especie de modelo freelance: tejen para distintas empresas y hacen encargos desde donde viven.
Limón Piel es una marca registrada que tiene la patente de sus diseños, que están firmados por Liliana Montero, diseñadora y dueña de la marca, más no de las técnicas, pues como me dice Lina, "ese conocimiento y su significado es de ellos, no nuestro". Así, dado que la forma de trabajo del indígena es distinta, su incursión en la moda exige otros modelos de trabajo.
De acuerdo con Lina, más allá de la sofisticación de la técnica, la marca está interesada también en hacer un puente comercial entre el indígena y el mercado. Actualmente trabajan con mujeres Awá del Putumayo. Me cuenta que cada mujer trabaja por encargo para Limón Piel y para otros. La marca se concentra en guiar a estas mujeres en el mundo de la moda y contarles qué buscan los clientes y cuáles son las tendencias en colores, patrones, etc, para así lograr un producto que tenga demanda.
Cuando le pregunto a Lina qué debe hacer una marca para tener buenas prácticas, me dice que lo primero es valorar "no solo la riqueza que implica desarrollar una técnica, sino entender que hay algo de su cultura y de su forma de ver el mundo en los tejidos y aterrizar eso a un retorno económico". Así, el valor de estas piezas no solo está en las horas de trabajo y en la complejidad de la técnica, sino en lo que representa vender una pieza en la que hay una identidad.
¿Cómo es el panorama?
En 2015, la diseñadora francesa Isabel Marant fue acusada de patentar los tejidos mixe, originarios de Oaxaca, México. Si bien la diseñadora luego aclaró que pretendía darle crédito a los indígenas de Santa María Tlahuitoltepec, este caso demostró el hueco legislativo que hay con respecto a la propiedad intelectual de los tejidos indígenas en América Latina.
En palabras de Adriana Aguerrebere, de la ONG Impacto, para The Guardian, este caso debía ser una invitación para “las autoridades federales e incluso internacionales a que trabajen en la legitimación de la herencia del colectivo y de los indígenas”. Parecido es el caso de Stella Rittwagen, diseñadora española que comercializaba en 2014 una colección con diseños Wayúu.
Hace apenas dos semanas, en el marco de la New York Fashion Week, la marca Michael Kors presentó un diseño de su nueva colección indudablemente parecido a una prenda típica de los mercados mexicanos. Así, se está desdibujando la línea entre inspiración y plagio en las casas de diseño internacionales.
Suéter del diseñador Michael Kors parte de su colección primavera/verano 2019 es igual a nuestras prendas mexicanas de jerga.
Debería haber una pizca de ética en el mundo del diseño. pic.twitter.com/DuQpdkXAUd
— Erandi Sánchez (@erandi_san) 14 de septiembre de 2018
Por otro lado, me cuenta Lina que Limón Piel trabajaba antes con indígenas Wayúu, pero después del boom de las mochilas, Expoartesanías decide que solo aceptará empresas administradas por los propios indígenas. Esto, para impulsar el emprendimiento indígena y para que sean ellos mismos quienes gestionen sus artesanías y compitan a la par con otras marcas en el mercado.
Desde la perspectiva de Lina, esto si bien es una iniciativa bien intencionada, no protege a las comunidades de lo que para ella es la consecuencia más perversa de la influencia indígena en la moda. Me cuenta que en San Andresito se encuentran las riatas Wayúu a un precio menorsísimo de lo que realmente valen. Esto puede ser, por un lado, piratería y plagio del tejido, que no es castigado porque estos patrones no están patentados; y por otra parte, que no se esté dando retorno económico a los proveedores, es decir, a los indígenas.
¿Qué hacer?
En Colombia no hay aun un control claro de la propiedad intelectual indígena. El Ministerio de Cultura permite e incentiva a través de campañas y mecanismos de participación que miembros de las comunidades indígenas patenten los patrones de los tejidos y otros saberes ancestrales. Sin embargo, a Rosa, por ejemplo, su madre le enseñó a tejer y a ella su abuela, y Rosa le enseña a las niñas de su comunidad.
Ella, entonces, no se concibe como autora o diseñadora del tejido de collares Embera. El concepto de autoría es distIGNORE INTO para el indígena, pues no concibe sus saberes como propios, sino como de la comunidad. Ninguno, entonces, se declararía dueño del tejido Embera ni Wayúu ante la ley. Así como las marcas se han adaptado a la forma de trabajo indígena, la ley deberá moldearse a las concepciones indígenas de autoría colectiva para regular este asunto.
Según Aida Vivian Lechter, quien era gerente de Artesanías de Colombia en 2014 durante el caso de la diseñadora española, para El Espectador: "se han desarrollado procesos de propiedad intelectual de todas las artesanías emblemáticas de Colombia, dentro de ellas las mochilas, que son apetecidas en Europa".
Sin embargo, Zenaida Pana, líder de un grupo de tejedoras Wayúu dijo a La W sobre el mismo caso que "estamos indefensos porque no tenemos quién nos defienda". Ante esta sensación de estar indefensos, es natural que Rosa y Natalia no me permitan tomar fotos de ellas ni de sus diseños, ni que tampoco me revelen el significado de sus tejidos, pues no se sienten protegidas contra el plagio.
En Perú, el Ministerio de Cultura y el Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual están desarrollando un convenio para proteger y valorar los conocimientos de las comunidades originarias. En México ya existe la Plataforma de Registro de Patrimonio Cultural y de Mercado que, según CNN, pretende generar una base de datos con registros de las comunidades a quienes pertenecen una u otros textiles y cerámicas para tenerlo en cuenta en políticas futuras.
En Guatemala está el primer caso de una iniciativa creada por las mismas indígenas. El Movimiento Nacional de Tejedoras Mayas presentó el año pasado un proyecto de ley que busca reconocer la propiedad intelectual colectiva indígena. Buscaban con esto, por un lado, definir la propiedad intelectual colectiva y, por otro, declarar a los pueblos originarios autores de sus textiles.
La influencia real
En este sentido, se necesitaría que las leyes de cada país en América Latina protegieran la propiedad intelectual colectiva de sus comunidades, teniendo en cuenta su cultura y su forma de entender el trabajo y el intercambio cultural. Pero además que, como ya lo decía Adriana Aguerrebere, las autoridades internacionales tomaran alguna iniciativa al respecto.
Queda claro, sin duda, que la influencia indígena en la moda va más allá de los patrones del tejido y los materiales del textil: la entrada de las prendas indígenas a la industria de la moda deberá significar un cambio en las leyes y en modelo de trabajo. Significará, incluso, un cambio en la forma en la que consumimos y portamos algunas prendas, pues el valor de estas va más allá de las horas de trabajo y el precio de los materiales dado que tiene que ver también con una cultura y una forma de concebir el mundo.
Las marcas de moda, el gobierno y el consumidor tendrán que entender y valorar lo que una de estas prendas representa para quien la teje, pagar por ellas lo que valen y reconocer a los indígenas ya no solo como artesanos, sino también como diseñadores. Tendremos también que dejar que las comunidades participen en los cambios que tendrá que haber en el mercado y dejar que influencien la industria de la moda en más de un sentido.
Por ejemplo, que compitan ellos mismos en el mercado y que participen en el desarrollo de nuevas políticas sobre el reconocimiento de la autoría. Las tejedoras Awá le contaron a Lina y a Limón Piel lo que significa para ellas el tejido. Esto puede ser prueba de que estos secretos le son revelados solo a quien los valora por completo. Cuando hagamos esto, empezaremos a portar prendas con un universo detrás de ellas.
LatinAmerican Post | Juliana Rodríguez Pabón
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