Política

Argentina y El Salvador se unen en histórico pacto contra el crimen

En un acuerdo histórico, Argentina y El Salvador firmaron una declaración conjunta en la que se comprometen a cooperar en la lucha contra el crimen organizado. El acuerdo refleja un cambio de paradigma en su enfoque del narcoterrorismo, al establecer ocho principios rectores destinados a fortalecer la soberanía y la seguridad del Estado.

Control territorial y soberanía

La firma de la “Nueva Doctrina contra el Crimen Organizado” entre Argentina y El Salvador marca un momento crucial en la lucha de ambas naciones contra el crimen organizado, el narcoterrorismo y el lavado de dinero. Encabezado por la Ministra de Seguridad de Argentina, Patricia Bullrich, y el Ministro de Justicia y Seguridad de El Salvador, Gustavo Villatoro, este acuerdo de ocho principios subraya un compromiso colectivo para recuperar el control de los territorios nacionales y combatir a las organizaciones criminales con un poder estatal inquebrantable.

El acuerdo se produce en el marco de la visita oficial del presidente salvadoreño Nayib Bukele a Argentina, que destaca la importancia de la cooperación internacional para abordar el aumento del crimen organizado en América Latina. Como celebró Bullrich en las redes sociales, el “histórico acuerdo” representa un cambio “revolucionario” en la forma en que ambos gobiernos abordarán la delincuencia, alineándose firmemente con las víctimas en lugar de con los perpetradores.

Uno de los principios básicos delineados en la doctrina se centra en la soberanía del Estado sobre su territorio. La declaración afirma que el Estado debe mantener el control total sobre su tierra, negándose a conceder espacio alguno a las organizaciones criminales. Este énfasis en la integridad territorial se considera una piedra angular de la seguridad nacional. Según el acuerdo, el Estado debe actuar con decisión para desmantelar las operaciones criminales que amenacen con socavar su autoridad, asegurando que ninguna parte del país se convierta en un refugio para los narcotraficantes o los sindicatos del crimen organizado.

Acción coordinada contra el narcotráfico

El segundo elemento clave de la doctrina gira en torno a la acción coordinada para combatir el narcoterrorismo, el narcotráfico y el lavado de dinero. Argentina y El Salvador se comprometieron a compartir inteligencia, intercambiar información y establecer mecanismos estables de financiamiento para reforzar los sistemas de seguridad en ambos países. Al crear un marco para esfuerzos de colaboración, ambas naciones buscan desmantelar las redes que permiten el florecimiento del comercio ilegal de drogas y el crimen organizado.

Un aspecto crítico de esta coordinación implica rechazar políticas que promuevan el acceso a drogas ilegales, que ambos gobiernos consideran perjudiciales para su estrategia más amplia contra el crimen. Destacan la obligación del Estado de reducir al mínimo la oferta ilícita de drogas y afirman que cualquier medida que debilite este compromiso corre el riesgo de envalentonar a las redes criminales. Además, la doctrina exige un marco legal sólido que imponga penas más severas a los miembros de organizaciones de tipo mafioso y amplíe los poderes de las fuerzas del orden para atacar con mayor eficacia a los delincuentes de alto nivel.

Los ministros también destacaron la importancia de combatir el lavado de dinero, que a menudo sirve como columna vertebral financiera del crimen organizado. A través de una mayor cooperación, los dos países planean implementar investigaciones paralelas sobre operaciones de lavado de activos asociadas con el crimen organizado, asegurando que las redes financieras de los criminales sean desmanteladas junto con sus operaciones de narcotráfico. Además, la doctrina aboga por la rápida restitución de los bienes incautados a las empresas criminales a las víctimas, posicionando al Estado como protector de los perjudicados por el narcoterrorismo.

Fortalecimiento de la aplicación de la ley y la justicia penal

El acuerdo reconoce el papel crucial de la aplicación de la ley en la lucha contra el crimen organizado y destaca también la necesidad de “dignificar” a la fuerza policial. Este principio se centra en apoyar y empoderar al personal policial y de seguridad para que desempeñe sus funciones de manera eficaz. Argentina y El Salvador afirmaron su compromiso de proporcionar a los agentes de policía los recursos, la formación y las protecciones jurídicas necesarias para combatir el crimen de manera más eficiente.

La doctrina subraya la necesidad de estrategias conjuntas y de intercambio de conocimientos entre las dos naciones. Estas estrategias incluyen programas de intercambio de agentes de policía y expertos en seguridad, facilitando la transferencia de las mejores prácticas y fomentando una colaboración más profunda entre los organismos de aplicación de la ley de ambos países. Este intercambio de personal y de conocimientos es vital para construir una fuerza policial más potente y capaz que pueda hacer frente a la naturaleza cambiante del crimen organizado.

Además, el acuerdo impulsa importantes reformas a los sistemas de justicia penal. Entre ellas se encuentran propuestas para modificar los códigos penales introduciendo nuevas categorías jurídicas y aumentando la severidad de las penas para los reincidentes y los delincuentes juveniles. Las reformas también apuntan a fortalecer el marco legal para la autodefensa y las funciones que desempeñan las fuerzas del orden, asegurando que los agentes estén protegidos mientras realizan su trabajo. Además, la doctrina exige reducir el riesgo de que las víctimas vuelvan a sufrir traumas a través del proceso legal, enfatizando la necesidad de leyes que prioricen el bienestar de las personas afectadas por actos delictivos.

Redefinición del papel de las prisiones y reformas legales

Otro aspecto crítico del acuerdo es la revisión de la gestión penitenciaria. La doctrina enfatiza que el Estado debe mantener el control sobre su sistema penitenciario, en particular para garantizar que las actividades delictivas no continúen tras las rejas. El principio aboga por identificar y clasificar a los reclusos en función del nivel de riesgo que representan y la implementación de medidas más estrictas para los reclusos de alto riesgo.

Estas reformas incluyen controles permanentes dentro de las prisiones y la eliminación de la comunicación irrestricta entre los reclusos. La comunicación irrestricta a menudo ha permitido a los líderes criminales seguir orquestando actividades ilegales desde dentro del sistema penitenciario. Al cortar estos canales, ambos países esperan debilitar las redes internas que permiten que las organizaciones criminales prosperen incluso cuando sus líderes están encarcelados.

Otra doctrina se centra en eliminar las ineficiencias burocráticas que obstruyen la justicia y apoyan inadvertidamente la actividad criminal. Exige agilizar los procedimientos legales, prestando especial atención a las instituciones cooptadas para proteger intereses estrechos y sectarios. Los ministros enfatizaron la necesidad de armonizar los procedimientos policiales, legales y penales en toda América Latina para facilitar una colaboración regional más cohesiva y efectiva en la lucha contra el crimen.

Por último, la doctrina aborda el papel de las organizaciones internacionales en la lucha global contra el narcoterrorismo y el crimen organizado. Argentina y El Salvador piden que estos organismos se mantengan imparciales y eviten sesgos ideológicos que puedan obstaculizar los esfuerzos de aplicación de la ley. Los ministros criticaron a las instituciones internacionales que, en su opinión, han empoderado inadvertidamente a las organizaciones criminales al socavar los esfuerzos estatales para prevenir el crimen. Instaron a un enfoque más equilibrado que apoye, en lugar de criticar, las estrategias de prevención del delito dirigidas por los Estados.

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La “Nueva Doctrina contra el Crimen Organizado” representa un gran paso adelante tanto para Argentina como para El Salvador en su lucha contra el narcoterrorismo y el crimen organizado. El acuerdo marca el inicio de una nueva era en la búsqueda de la justicia y la seguridad en América Latina al reforzar la soberanía estatal, apoyar la aplicación de la ley y mejorar la cooperación regional. A través de este compromiso compartido de combatir las redes criminales, ambas naciones aspiran a fortalecer sus respectivos sistemas legales y de seguridad, brindando un entorno más seguro para sus ciudadanos y manteniéndose firmes frente al crimen organizado

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