El Salvador amplía régimen de excepción y enciende debate sobre derechos humanos
El Salvador, el partido del presidente Nayib Bukele, Nuevas Ideas, con formaciones aliadas, aprueba la 26ª prórroga del controvertido régimen de excepción destinado a combatir las pandillas, lo que desató un amplio debate sobre sus implicaciones.
En una medida que subraya la lucha en curso contra la violencia de las pandillas en El Salvador, el partido gobernante Nuevas Ideas, liderado por el presidente Nayib Bukele, ha extendido una vez más el régimen de excepción. Esta medida, dirigida directamente a desmantelar notorias pandillas o ‘maras’, ha estado vigente durante más de dos años y recientemente fue renovada por 30 días adicionales sin discusión o análisis previo en la Asamblea Legislativa. Esta última extensión marca la número 26 desde su inicio y plantea profundas preguntas sobre el equilibrio entre seguridad y libertades civiles en la nación centroamericana.
Alto apoyo público al régimen de excepción
El régimen de excepción, implementado por primera vez en marzo de 2021, suspende ciertos derechos constitucionales, incluido el derecho de asociación y el derecho a ser informado de los motivos y derechos de la detención. Esto ha permitido al gobierno salvadoreño realizar arrestos generalizados, lo que ha resultado en más de 79.900 detenciones hasta la fecha. El gobierno justifica estas medidas como necesarias para desmantelar lo que describe como elementos criminales persistentes que intentan recuperar el poder.
Según la reciente encuesta realizada por el Instituto Universitario de Opinión Pública (Iudop) de la Universidad Centroamericana (UCA), el apoyo público al régimen de excepción sigue siendo alto. Aproximadamente el 79,4% de los encuestados cree que el gobierno protege a los salvadoreños, un aumento significativo del 48% cuando la medida llevaba seis meses en vigor. Además, el 87,3% de los encuestados se siente más seguro bajo el régimen, en comparación con el 76,2% después del primer mes de su implementación.
A pesar de estos altos índices de aprobación, la extensión del régimen no ha estado exenta de críticas importantes. Las organizaciones humanitarias han informado haber recibido más de 6.000 denuncias de violaciones de derechos humanos, incluidas detenciones arbitrarias y torturas. Además, ha habido informes de aproximadamente 240 muertes de personas detenidas bajo custodia estatal. Organizaciones como Amnistía Internacional han expresado su preocupación de que la violencia tradicionalmente asociada con las pandillas esté siendo reemplazada por violencia estatal, particularmente en comunidades empobrecidas.
Cambio en las tácticas de seguridad bajo Bukele
Las actuales extensiones de este régimen reflejan la dependencia del gobierno de medidas de línea dura para combatir la actividad de las pandillas, una estrategia que ha cambiado dramáticamente el panorama de la seguridad pública en El Salvador. Bajo la administración de Bukele, la atención se ha centrado principalmente en tácticas agresivas que priorizan los impactos inmediatos sobre las soluciones a largo plazo a los problemas profundamente arraigados de violencia y desigualdad social que alimentan la membresía en pandillas.
Los críticos argumentan que si bien la represión contra las pandillas ha traído una apariencia de paz a algunas áreas, lo ha hecho a costa de erosionar las normas democráticas y la independencia judicial. La implementación del régimen, a menudo caracterizada por una falta de transparencia y rendición de cuentas, plantea una grave amenaza al Estado de derecho y corre el riesgo de afianzar un ciclo de violencia y represalias.
La popularidad del presidente Bukele se ha mantenido sólida, impulsada por su enfoque duro contra el crimen. Esta popularidad le permitió asegurar la reelección este año para un segundo mandato consecutivo a pesar de las prohibiciones constitucionales contra la reelección consecutiva. La estrategia de su administración ha resonado en muchos salvadoreños que, agotados por años de criminalidad rampante, ven el régimen de excepción como un mal necesario.
Sin embargo, la comunidad internacional y los defensores locales de los derechos humanos continúan haciendo sonar la alarma sobre las posibles consecuencias a largo plazo de tales políticas. Advierten que sin una estrategia integral que incluya programas sociales para abordar las causas fundamentales de la participación de las pandillas (como la pobreza, la falta de educación y las oportunidades económicas limitadas) es probable que el ciclo de violencia continúe.
Equilibrio complejo entre seguridad y derechos
A medida que El Salvador avanza con esta controvertida política, el debate sobre su eficacia y moralidad se intensifica. Si bien el régimen de excepción puede haber disminuido las operaciones cotidianas de las pandillas, las implicaciones más amplias para los derechos humanos y la gobernabilidad democrática en El Salvador siguen siendo profundamente preocupantes. El gobierno salvadoreño enfrenta el desafío de navegar en este terreno complejo, esforzándose por garantizar la seguridad de sus ciudadanos y al mismo tiempo preservar sus derechos y libertades fundamentales.
Lea también: Asamblea de El Salvador aprueba reforma constitucional por vía rápida
La extensión del régimen de excepción en El Salvador es un momento crucial en la lucha actual del país contra el crimen organizado. Es un crudo recordatorio del delicado equilibrio entre garantizar la seguridad y defender los valores democráticos. Mientras el mundo observa, el futuro de la seguridad pública y la integridad institucional de El Salvador está en juego, lo que plantea interrogantes críticos sobre la dirección que tomará el país en su búsqueda de la paz y la estabilidad.