¿Renegociar el TLCAN? Los mexicanos piden que Estados Unidos se apresure
Durante más de dos décadas, el libre comercio ha estado en el corazón de las relaciones entre México y Estados Unidos, y ha sido responsable de un flujo de artículos como vehículos, componentes electrónicos y aguacates hacia el norte, así como de maíz barato, ganado y software hacia el sur.
Para los líderes mexicanos, ese intercambio era central, vital y no negociable. Al menos hasta que llegó el presidente Donald Trump y prometió anular los casi 500 mil millones de dólares anuales del comercio entre los dos países si no se lograba renegociar algo más favorecedor para Estados Unidos.
Ahora los políticos de México tienen una nueva prioridad: insistirle a sus contrapartes estadounidenses para que se apresuren y actúen.
Aunque desde hace tiempo el libre comercio es cuestión de fe en México, la incertidumbre respecto del Tratado de Libre Comercio de América del Norte está afectando al país de manera negativa.
La inversión extranjera disminuyó de forma abrupta y las empresas están ahorrando sus capitales para ver cómo terminan las cosas. El año pasado, este tipo de inversión disminuyó un seis por ciento, un preludio de lo que los analistas predicen que será una caída del 21 por ciento en 2017.
Si a esto se le suman las fluctuaciones del peso, una disminución en las expectativas de crecimiento, una tasa de interés que va en aumento y una inminente resistencia política, el apuro se hace evidente. México y sus inversionistas necesitan certezas.
Hasta el momento, los estadounidenses no se las están dando y no parecen apurados por eso. Este mes, el Secretario de Comercio, Wilbur Ross, comentó que las negociaciones comenzarían cuando el año haya avanzado más, después de un período de consultas con el congreso, que aún no ha comenzado. La demora ha irritado a los mexicanos, quienes ni siquiera quieren renegociar el tratado.
“Desde la perspectiva estadounidense y la de Trump, este es un problema meramente opcional”, afirmó Michael Camuñez, presidente de ManattJones Global Strategies y secretario adjunto de Comercio en el gobierno de Obama. “Han tomado una de las relaciones comerciales más productivas del mundo y, aunque sea difícil de creer, la han convertido en un problema”.
Lo que impulsa la presión es el delicado ambiente político de México. Los índices de aprobación del presidente Enrique Peña Nieto son casi de una sola cifra y las demoras para esclarecer el futuro del TLCAN podrían perjudicar no solo el crecimiento, sino también el empleo en un momento en que el gobierno no puede darse el lujo de perder apoyo.
Otro factor que se añade a la incertidumbre son las elecciones en el Estado de México, el más habitado y de donde procede el presidente. Este estado, que desde hace tiempo ha sido un bastión de poder para Peña Nieto y su partido, tendrá comicios el 4 de junio y no está claro si vencerá el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Una derrota sería un golpe devastador para el PRI, pues nunca antes ha perdido en este territorio, y significaría dificultades para las elecciones presidenciales de 2018.
Eso representa otra paradoja más: cuanto más esperen los estadounidenses para entablar las negociaciones del TLCAN, mayor presión política tendrá Peña Nieto; en consecuencia, se verá reducida la flexibilidad que tiene para ajustarse a las exigencias —o sorpresas— del equipo de Trump.
Por ejemplo: si la falta de empleo comienza a crecer durante los próximos seis meses, como algunos economistas predicen, la presión pública sobre el mandatario podría ser tan inmensa que quizá tenga dificultades para que el congreso y los mexicanos acepten un acuerdo modificado.
“Cuanto más esperemos, más difícil será que Trump consiga lo que desea, porque la presión nacionalista sobre Peña Nieto será acumulativa”, sostuvo Pamela Starr, profesora adjunta de relaciones internacionales en la Universidad del Sur de California.
El gobierno mexicano ha incrementado sus críticas a la postura de Trump con respecto al TLCAN. El Secretario de Economía de México Ildefonso Guajardo declaró que no se firmará ningún acuerdo que no se acomode a las necesidades del país e incluso dio una lista de puntos no negociables: cualquier discusión sobre pagar el muro fronterizo, gravar las remesas o imponer un supuesto ajuste fiscal en la frontera.
Al mismo tiempo, cada vez hay más conciencia de que hacer negociaciones para el TLCAN, una prioridad durante la campaña de Trump, es un asunto secundario con respecto a preocupaciones más urgentes. Y los mexicanos lo saben.
“Está claro que ahora la prioridad de Trump es que aprueben Trumpcare, y ya sabemos cuánto tardará eso”, explicó Carlos Elizondo, profesor del Tecnológico de Monterrey. “El resultado de ese debate, y de su proceso en el Congreso de Estados Unidos, sin duda afectará todos los otros puntos de la lista, desde luego, incluido el TLCAN”.
Eso podría ser la salvación. Aquellos que predicen las eventuales negociaciones tienen la esperanza de que, si Trump está distraído, funcionarios como Ross y el Secretario de Estado Rex Tillerson lleven las riendas de las negociaciones. Ambos hombres tienen experiencia en industrias complejas y globales por lo que muchos esperan que tengan una visión más amplia sobre el comercio.
Una creencia que empieza a calar en el mundo de los negocios, entre los académicos e incluso entre funcionarios públicos es que los miembros del gabinete de Trump comprenderán la importancia del TLCAN y tratarán de conservarlo y ampliarlo, pero no destrozarlo.
“Si conoces el tipo de cadena de valor que manejamos, entenderás que es un mundo muy difícil de destruir, casi imposible”, dijo Juan Pablo del Valle Petrochena, director ejecutivo de Mexichem, un fabricante mexicano de químicos y material de construcción. “Desde luego, hay muchas más cosas en riesgo para México que para Estados Unidos, pero ya hay mucho valor posicionado. Y cuando la gente entiende eso ya no se preocupa tanto”.
No obstante, la incertidumbre ha tenido un impacto claro en la economía mexicana. El peso cayó un porcentaje de dos cifras después de la elección de Trump; eso obligó a que el Banco de México subiera la tasa de interés a un nivel que no se había visto en ocho años, con el fin de anclar la inflación e impulsar la moneda, que desde entonces se ha recuperado.
A la espera de más presión a raíz de la tensa relación con Estados Unidos, economistas de varias instituciones han corregido hacia abajo el crecimiento esperado para México en 2017. Por ejemplo, Bancomer un banco con operaciones en el país, corrigió sus expectativas del crecimiento de la economía mexicana a un 1 por ciento anual.
Si las negociaciones se retrasan hasta el 2018, se realizarán en un año de elecciones presidenciales. De hecho, algunos analistas sugieren que Peña Nieto podría dejárselas a su sucesor si se demoran demasiado. Y eso, en opinión de algunos, podría ser desastroso para los que esperan que se conserve el TLCAN.
Hasta ahora, el candidato que se cree tiene las mejores posibilidades de ser elegido es Andrés Manuel López Obrador, un populista cuya postulación se ha visto muy beneficiada por la elección de Trump. López Obrador, quien ha sido candidato en dos ocasiones y casi ganó en 2006, ha prometido acabar con la relación de “subordinación” con Estados Unidos y concentrarse en asuntos nacionales.
Es poco probable que, si gana, sea tan conciliador en las negociaciones como el gobierno actual. “La tentación de simplemente aplazar la negociación y que se convierta en un problema del nuevo presidente es real”, añadió Elizondo.