AMÉRICAS

Se recuerda la masacre de Tlatelolco en México mientras se reavivan las protestas

Esta semana, la conmemoración de la masacre de Tlatelolco de 1968 se tornó violenta en la Ciudad de México, reavivando los debates sobre quién es el verdadero responsable del trágico evento. Cincuenta y seis años después, las heridas siguen abiertas, con preguntas sin respuesta que se ciernen sobre uno de los días más oscuros de México.

Los enfrentamientos continúan décadas después del evento

En el 56 aniversario de la masacre de Tlatelolco, miles de manifestantes marcharon por la Ciudad de México, honrando la memoria de los cientos de estudiantes que fueron asesinados el 2 de octubre de 1968. La marcha pacífica en la Plaza de las Tres Culturas terminó con enfrentamientos entre la policía y un grupo de manifestantes a su llegada al Zócalo, la plaza principal de la capital. La marcha de este año reflejó las frustraciones y la ira de las conmemoraciones anteriores, con una mezcla de duelo y desafío que alimentó las acciones de los manifestantes.

Mientras la mayoría de los manifestantes se desplazaban pacíficamente de Tlatelolco al Zócalo, una facción radical conocida como el “Bloque Negro” comenzó a destrozar comercios y a enfrentarse a la policía en su intento de profanar la sede del Gobierno de la Ciudad de México. La situación se agravó cuando los manifestantes lanzaron piedras, fuegos artificiales y artefactos incendiarios, lo que llevó a los agentes de policía a responder con extintores para dispersar a la multitud. Según el secretario de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México, Pablo Vázquez Camacho, varios agentes resultaron heridos durante el enfrentamiento.

La masacre de Tlatelolco es un acontecimiento grabado para siempre en la historia de México y, cada año, la marcha para conmemorarla despierta emociones que van desde el dolor hasta la rabia. La violencia durante las protestas refleja un sentido más amplio de justicia no resuelta y la continua demanda de rendición de cuentas. El recuerdo de la masacre todavía persigue a la nación y muchos mexicanos se preguntan si alguna vez se sabrá toda la verdad detrás de los asesinatos.

La masacre de Tlatelolco: el trágico 1968 en México

Para entender la importancia de la protesta de Tlatelolco, hay que remontarse al 2 de octubre de 1968, una fecha que marcó un brutal punto de inflexión en la historia de México. En los meses previos a ese día, estallaron protestas estudiantiles en toda la Ciudad de México. Estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y otras escuelas se organizaron para exigir reformas democráticas, el fin de la represión gubernamental y una mayor libertad de expresión. Los llamados de los estudiantes al cambio se encontraron con una hostilidad cada vez mayor por parte del gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz.

Lo que comenzó como un movimiento estudiantil pacífico rápidamente se convirtió en una confrontación violenta con el estado. El gobierno mexicano, temiendo una interrupción de los próximos Juegos Olímpicos de 1968 que se celebrarían en la Ciudad de México, trató de aplastar el movimiento. En la noche del 2 de octubre, miles de estudiantes se reunieron en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco para escuchar discursos y manifestarse pacíficamente. Sin previo aviso, fuerzas militares y policiales rodearon la plaza y hombres armados (que se cree eran francotiradores del gobierno) abrieron fuego contra la multitud.

La masacre que siguió dejó cientos de estudiantes muertos, y algunas estimaciones sugieren que el número de muertos llegó a 500. El número exacto de víctimas sigue siendo objeto de controversia hasta el día de hoy, ya que el gobierno implementó de inmediato un encubrimiento, deteniendo a miles de manifestantes y controlando la narrativa a través de los medios de comunicación. La administración del presidente Díaz Ordaz culpó a agitadores y extremistas comunistas de incitar la violencia, pero testigos oculares y evidencias sugieren que el gobierno mexicano orquestó el derramamiento de sangre para silenciar al movimiento estudiantil.

La masacre no solo fue un momento de profunda tragedia, sino también un punto de inflexión en la sociedad mexicana. Destruyó la ilusión de un gobierno benévolo y expuso los extremos brutales a los que llegaría el gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI) para mantener el control. Los acontecimientos de Tlatelolco marcaron el inicio de la Guerra Sucia en México, un período de intensa represión política y violencia que duró hasta bien entrada la década de 1980.

¿Quién es el responsable? Décadas de negación y encubrimiento

Una de las preguntas más urgentes en torno a la masacre de Tlatelolco es quién tiene la responsabilidad última del derramamiento de sangre. Inmediatamente después, el gobierno mexicano culpó directamente a los manifestantes, afirmando que estudiantes armados habían disparado contra los militares, provocando el ataque. Sin embargo, con el paso de los años han surgido pruebas que sugieren una trama mucho más siniestra que involucra a las fuerzas gubernamentales.

Documentos desclasificados tanto de los gobiernos mexicano como estadounidense han arrojado luz sobre el papel desempeñado por el ejército y la policía mexicanos, así como sobre la participación de la CIA y el gobierno estadounidense en el apoyo al régimen de Díaz Ordaz durante un período de paranoia de la Guerra Fría. Estos documentos revelan que el gobierno mexicano había estado siguiendo de cerca el movimiento estudiantil y se había preparado para una confrontación violenta mucho antes de que ocurriera la masacre.

Una pieza clave de evidencia es la participación del Batallón Olympia, una fuerza gubernamental secreta creada para garantizar la seguridad de los Juegos Olímpicos de 1968. Los miembros de este batallón fueron vistos en la plaza la noche de la masacre, usando guantes blancos para distinguirse de los civiles. Testigos oculares e investigadores han argumentado desde entonces que estos agentes dispararon los primeros tiros, provocando deliberadamente a los militares para que tomaran represalias contra la multitud. Se cree que esta estrategia fue diseñada para justificar la violenta represión del gobierno contra el movimiento estudiantil.

A pesar de la creciente evidencia que apunta al papel del gobierno en la orquestación de la masacre, los responsables han evadido principalmente la rendición de cuentas. El presidente Díaz Ordaz y su sucesor, Luis Echeverría, ambos mantuvieron su inocencia, e incluso Echeverría fue nombrado embajador en España en 1977, a pesar de su presunta participación en los asesinatos. En 2006, Echeverría fue puesto brevemente bajo arresto domiciliario acusado de genocidio, pero el caso finalmente fue desestimado por falta de pruebas.

Hasta el día de hoy, nadie ha sido condenado por su papel en la masacre de Tlatelolco, lo que deja una sensación persistente de injusticia para las familias de las víctimas. La pregunta de quién es responsable sigue sin respuesta, y muchos mexicanos sienten que el gobierno no ha tenido en cuenta su pasado violento. La reciente disculpa pública del gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum representa un paso hacia el reconocimiento de la culpa del estado, pero para muchos, es demasiado poco y demasiado tarde.

Memoria, protesta y rendición de cuentas

La masacre de Tlatelolco ha dejado una gran sombra sobre el panorama político de México, moldeando la relación del país con la protesta, la disidencia y el poder estatal. Cada año, el aniversario de la masacre sirve como recordatorio de los peligros de la autoridad sin control y la necesidad de vigilancia para proteger las libertades civiles. Para los sobrevivientes y las familias de los asesinados, la marcha es a la vez una forma de protesta y un llamado a la justicia que se ha negado durante más de cinco décadas.

La masacre también sigue siendo un potente símbolo de la lucha por la democracia en México. En los años posteriores a la masacre, México experimentó cambios políticos significativos, que culminaron con la elección de Vicente Fox en 2000, que puso fin a 71 años de gobierno del PRI. Sin embargo, el legado de Tlatelolco sigue resonando, ya que las recientes protestas contra la corrupción, la violencia y la impunidad del gobierno se hacen eco de las demandas de los estudiantes que se reunieron en la plaza en 1968.

Hoy en día, la masacre de Tlatelolco se compara a menudo con otros actos de violencia infames patrocinados por el Estado, como la masacre de la Plaza de Tiananmen en China o los tiroteos de la Universidad Estatal de Kent en Estados Unidos. En cada caso, el uso de la fuerza letal por parte del gobierno contra sus ciudadanos destruyó la confianza del público en el estado y desencadenó movimientos duraderos en favor de la reforma.

Para México, la masacre de Tlatelolco sigue siendo una herida abierta. Como lo demuestra la reciente protesta, la ira y la frustración que sienten quienes buscan justicia no han disminuido. La violencia que estalló durante la conmemoración de este año es un recordatorio de que la lucha por la rendición de cuentas continúa y que las cicatrices de 1968 aún no han sanado.

Lea también: Cinco elementos clave de la polémica propuesta de reforma judicial de México

La disculpa pública emitida por el gobierno mexicano esta semana es un paso hacia la solución de los errores del pasado, pero no es suficiente. La verdadera justicia para las víctimas de Tlatelolco requerirá un reconocimiento completo de los hechos de esa noche, incluida una investigación transparente sobre quién dio las órdenes de disparar y por qué. Solo entonces México podrá salir adelante de la sombra de su pasado violento.

Related Articles

Botón volver arriba