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Seguridad alimentaria y cambio climático

Seguridad alimentaria y cambio climático

La seguridad alimentaria es definida por la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) como la posibilidad de todas las personas de acceder, en todo momento, física y económicamente, a suficientes alimentos que les permitan estar sanos y tener una vida adecuada.

Actualmente, este tema está relacionado con el cambio climático teniendo en cuenta que la agricultura se ve afectada por el mismo de forma inevitable.

Recientemente, Donald Trump decidió retirar a Estados Unidos de los acuerdos de París, en donde 195 países miembros de la Organización de Naciones Unidas habían acordado ciertos parámetros para disminuir la emisión de gases de efecto invernadero (GEI). Dichos gases, como ya se sabe, son los causantes del aumento en la temperatura a nivel mundial.

Pues bien, ¿qué impacto tiene sobre la seguridad alimentaria el que uno de los principales países emisores haya decidido retirarse del acuerdo? Es claro que la meta de mantener por debajo de 2 °C el aumento de la temperatura media mundial parece borroso luego de la declaración de Trump el pasado 1 de junio.

Con el aumento de las temperaturas a nivel global, el desarrollo de nuevas plagas que aparecen sólo con ciertas temperaturas son una gran amenaza para el ganado, la pesca, los cultivos y los seres humanos, según un informe de la FAO previo a la declaración de Trump. Evidentemente, esto significará un enorme riesgo para la seguridad alimentaria, teniendo en cuenta la disminución de la producción o la enfermedad que pueda transmitir la carne de cualquier animal que se consuma en determinadas condiciones.

Asimismo, la volatilidad de la lluvia complicará la agricultura en general, ya que las inundaciones de los cultivos o la falta de condiciones óptimas para el crecimiento de ciertas plantas son consecuencias claras del cambio climático.

Por otro lado, el aumento en la temperatura de las aguas hará que diferentes especies consumidas por el hombre se trasladen, haciendo mucho más difícil la pesca. Así, no solamente habrá menor oferta de productos marinos, sino también dificultades económicas para miles de familias que dependen de ese mercado. Sumado a eso, la FAO afirma que dichas familias tendrán que desplazarse debido al crecimiento de las aguas donde realizan sus labores. El desplazamiento será inevitable y con él las problemáticas que le son inherentes. Aun así, no se puede ignorar el impacto negativo que tiene la producción de alimentos en la emisión de GEI.

La producción masiva de animales para el consumo humano responsable es encargada de crear entre el 7% y 18% de las emisiones a nivel mundial según la FAO. Esto, más la deforestación de selvas como la del Amazonas, precisamente para el pastaje de vacas que en su totalidad representa el 70% de las tierras agrícolas del mundo. Lo anterior representa un problema, teniendo en cuenta que los GEI emitidos por estas prácticas tan comunes en América Latina producen un efecto directo en la seguridad alimentaria.

A pesar de todo lo anterior, la FAO afirma que, si se logra el desarrollo de buenas prácticas como el desarrollo de los sistemas de manejo pastoral, se podría mejorar la situación en cuanto a las emisiones y la deforestación. Esto generaría un impacto positivo en cuanto al futuro de la seguridad alimentaria, pues teniendo en cuenta que gran parte de América Latina depende de la agricultura.

Además, la FAO también sostiene que la intensificación sostenible del estiércol y su manejo podrían significar también una alternativa para la reducción de GEI por cada cabeza de ganado.

¿Es sostenible el consumo de carnes hoy?
Teniendo en cuenta lo anterior, vale observar la posibilidad de comenzar a promover un tipo de alimentación basado en producciones más sostenibles. La pérdida de biodiversidad por la tala, la degradación del suelo y las emisiones de GEI son algunas de las consecuencias causadas por la producción masiva de animales para consumo humano, según un informe de la FAO sobre políticas pecuarias.

A su vez, el precio de estos productos es mayor al de los granos, por ejemplo. En Bogotá un kilo de lomo cuesta 27 mil pesos colombianos frente a 115 mil que cuestan 50 kilos de frijol verde andino. Teniendo en cuenta que una persona come cerca de 100 g de este grano, es clara la abismal diferencia en precios y accesibilidad de uno frente a otro.

LatinAmerican Post | María Pía Wohlgemuth Neira
Copy edited by Susana Cicchetto

 

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