ANÁLISIS

Abordar la crisis de los “Nini”: empoderar a la juventud olvidada de Colombia

El auge de los “ninis” (jóvenes que no estudian ni trabajan) pone de relieve una crisis creciente en Colombia. Debemos abordar urgentemente las barreras sistémicas que les impiden encontrar oportunidades en la educación y el empleo para evitar una generación atrapada en la vulnerabilidad.

El fenómeno “nini”

El término “nini”, abreviatura de “ni estudia, ni trabaja”, a menudo conlleva connotaciones negativas, que sugieren pereza o desinterés. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja para innumerables jóvenes en toda Colombia. María Rada, una joven de 26 años de las afueras de Bogotá, encarna los desafíos que enfrenta este grupo demográfico. Llegó de Valledupar hace cinco años, rebosante de ambición, con la esperanza de estudiar psicología en la Universidad Nacional, una de las instituciones públicas más prestigiosas de Colombia. A pesar de su determinación, no pudo conseguir un lugar y desde entonces ha luchado por encontrar un trabajo estable.

María representa a miles de jóvenes colombianos cuyos sueños no se hacen realidad debido a barreras estructurales. No son “ninis” por elección, sino por circunstancias que escapan a su control. Después de trabajar brevemente en una papelería sin derechos laborales formales, María ahora se queda en casa, frustrada por la falta de oportunidades. “Nos llaman ‘ninis’, pero no es porque no queramos trabajar o estudiar. Lo he intentado incontables veces, pero las oportunidades nunca llegaron”, explica.

El creciente número de ‘ninis’ no es solo una tragedia personal para cada individuo afectado, sino también un problema social más amplio que refleja desigualdades profundamente arraigadas. Para muchos como María, la vida se ha convertido en un ciclo implacable de caminos bloqueados. Sin acceso a una educación de calidad, empleo formal o movilidad social, estos jóvenes se quedan buscando esperanza en un entorno que ofrece poco más que delincuencia, informalidad o supervivencia precaria.

Las barreras sistémicas que frenan a la juventud colombiana

La difícil situación de los ‘ninis’ como María y miles de otros en Colombia pone de relieve las importantes barreras sistémicas que enfrentan los jóvenes, en particular en las comunidades marginadas. Suba, el distrito más poblado de Bogotá donde vive María, es un ejemplo emblemático de estos desafíos. Ubicado en la periferia de la ciudad, es el hogar de muchas familias desplazadas, migrantes y poblaciones vulnerables. La falta de servicios esenciales, oportunidades educativas y mercados laborales estables hace que Suba, y otros barrios similares en toda Colombia, sean caldo de cultivo para la crisis de los “nini”.

La cruda realidad es que en Colombia, se necesitan 11 generaciones para que alguien nacido en la pobreza alcance la misma situación financiera que alguien nacido en la clase media. Esta trampa generacional de pobreza crea un abismo que los jóvenes no pueden cruzar fácilmente. Si bien las instituciones educativas como la Universidad Nacional ofrecen esperanza, los espacios limitados disponibles hacen que sea casi imposible para los jóvenes de entornos pobres conseguir el ingreso. Muchos de los que encuentran empleo están confinados en el sector informal, trabajando sin beneficios ni protecciones, incapaces de mejorar sus circunstancias o continuar su educación.

El sistema es implacable para personas como Óscar Daza, otro residente de Suba que quería estudiar fisioterapia. Óscar, desplazado por la violencia cuando era niño, se ha visto obligado a trabajar en diversos empleos para sobrevivir. A pesar de su pasión por la educación, las puertas de la universidad se le han cerrado. Con pocas opciones viables, muchos jóvenes en la posición de Óscar caen en la trampa de la actividad criminal o las pandillas, que ofrecen dinero fácil pero a un alto costo.

Los sistemas diseñados para apoyar a los jóvenes colombianos les están fallando. La desigualdad generalizada del país, junto con la falta de infraestructura en las zonas rurales y urbanas marginadas, ha creado un entorno en el que la ambición no es suficiente para escapar de la pobreza. Hasta que se aborden estas barreras, el fenómeno de los “nini” seguirá creciendo, poniendo a toda una generación en riesgo de quedarse atrás.

Programas como Jóvenes en Paz son cruciales pero insuficientes

Si bien la situación de los ‘ninis’ en Colombia puede parecer sombría, hay destellos de esperanza en iniciativas como el programa gubernamental Jóvenes en Paz. Lanzado hace menos de un año, este programa está dirigido a jóvenes de entre 14 y 28 años que corren un alto riesgo de ser reclutados para actividades delictivas o caer en la pobreza. Al brindarles a estos jóvenes recursos educativos, capacitación laboral y un pequeño estipendio mensual (alrededor de $230), el programa pretende ofrecer un camino alternativo.

María fue aceptada recientemente en Jóvenes en Paz y se siente esperanzada sobre su futuro por primera vez en años. “No es un programa para delincuentes”, dice, disipando los conceptos erróneos sobre la iniciativa. “Es para jóvenes como yo, que no tienen acceso a la educación ni al empleo, y nos ayuda a orientarnos hacia esas oportunidades”.

Óscar también se benefició del programa. Antes de unirse, se dedicaba al liderazgo comunitario y a la organización de actividades deportivas para niños locales. “Jóvenes en Paz” reconoció su potencial y le ofreció el apoyo que necesitaba para formalizar sus esfuerzos, desarrollar habilidades de liderazgo y seguir trabajando con su comunidad.

El programa es esencial para alejar a los jóvenes de caminos peligrosos. Sin embargo, si bien “Jóvenes en Paz” es sin duda un paso positivo hacia adelante, no es una solución integral para el problema más importante. Si bien brindar ayuda financiera y capacitación es útil, no aborda los problemas sistémicos más profundos que atrapan a tantos jóvenes colombianos en ciclos de pobreza y vulnerabilidad. El alcance del programa también es limitado, ya que atiende a una fracción de los necesitados.

Si Colombia realmente quiere resolver la crisis de los “nini”, debe ir más allá de las intervenciones temporales. Las reformas estructurales son necesarias para garantizar que todos los jóvenes tengan acceso a una educación de calidad, empleo formal y movilidad social. Programas como “Jóvenes en Paz” pueden servir como punto de partida, pero deben ser parte de una estrategia más amplia para abordar la desigualdad y brindar soluciones a largo plazo.

Romper el ciclo

La crisis de los “ninis” no es sólo un reflejo de la desgracia individual, sino que es el resultado de un sistema que no ofrece igualdad de oportunidades a sus ciudadanos. Las barreras que enfrentan los jóvenes como María y Óscar no son exclusivas de Colombia; son parte de un problema mundial más amplio en el que el desempleo juvenil y la desigualdad educativa afectan desproporcionadamente a las comunidades marginadas. Sin embargo, la situación de Colombia es particularmente urgente dada la historia del país de conflicto armado, desplazamiento y malestar social.

Para romper el ciclo de los “ninis”, Colombia necesita implementar reformas multifacéticas que aborden las necesidades inmediatas y de largo plazo de sus jóvenes. La educación debe hacerse más accesible, especialmente para las zonas rurales y marginadas. Esto incluye aumentar la capacidad de las universidades públicas, ofrecer becas y apoyo financiero y crear programas de formación profesional adaptados a las necesidades del mercado laboral. Además, el mercado laboral formal debe ampliarse para incluir más oportunidades para los jóvenes, con protecciones que aseguren salarios y condiciones laborales justos.

Además, Colombia necesita invertir en infraestructura comunitaria (como escuelas, centros de salud e instalaciones recreativas) para ayudar a evitar que los jóvenes caigan en las trampas de la delincuencia y la pobreza. Iniciativas como “Jóvenes en Paz” muestran que, con el apoyo adecuado, los jóvenes están ansiosos por aprender, crecer y contribuir a sus comunidades. Pero sin un cambio sistémico, estos esfuerzos sólo ofrecerán un alivio temporal.

Por último, es esencial desafiar el estigma que rodea a los “ninis”. En lugar de culpar a los jóvenes por su situación, la sociedad necesita reconocer las fallas sistémicas que han limitado sus oportunidades. Las campañas públicas que resaltan el potencial y la resiliencia de los jóvenes en las comunidades marginadas pueden ayudar a cambiar la percepción pública y obtener apoyo para políticas que generen un cambio real.

La crisis de los “ninis” es uno de los desafíos más urgentes de Colombia. Jóvenes como María y Óscar representan una generación ansiosa por trabajar, estudiar y construir un futuro, pero las barreras y desigualdades sistémicas los frenan. Si bien programas como “Jóvenes en Paz” brindan un apoyo crucial, no pueden resolver el problema más importante.

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Para abordar verdaderamente el fenómeno de los “nini”, Colombia debe invertir en soluciones a largo plazo que brinden igualdad de oportunidades a todos sus jóvenes. Esto requiere reformas integrales en educación, empleo y desarrollo comunitario. Solo así Colombia podrá comenzar a cerrar la brecha de desigualdad y empoderar a su próxima generación para que prospere.

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