ANÁLISIS

Abrazar el cambio: una revolución sostenible en nuestro sistema alimentario

El reciente informe de la Alianza Global para el Futuro de los Alimentos subraya una cruda realidad: nuestra producción, transporte y almacenamiento de alimentos contribuyen significativamente a las emisiones de gases de efecto invernadero. Este hecho alarmante exige una transformación urgente y radical en la forma en que abordamos nuestros sistemas alimentarios .

Verduras en una canasta

Foto: LatamPost

The Latin American Post Staff

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La interconexión de los alimentos y el planeta

Nuestros alimentos –su producción, su viaje desde la granja a la mesa y su esencia misma– están estrechamente ligados al bienestar de nuestro planeta. El reciente informe de la Alianza Global para el Futuro de los Alimentos ofrece una mirada aleccionadora al costo ambiental de nuestros sistemas alimentarios actuales, señalando que más de un tercio de las emisiones totales de gases de efecto invernadero provienen de la producción, el transporte y el almacenamiento de alimentos. Pero más allá de estas alarmantes estadísticas existe una hoja de ruta para el cambio, un cambio que debemos adoptar para nuestro futuro.

Combustibles fósiles: una amenaza inminente

El uso cada vez mayor de fertilizantes, sintomático de un creciente apetito energético en los sistemas alimentarios, revela una verdad incómoda. Nuestra dependencia de los combustibles fósiles no sólo es insostenible; es una bomba de tiempo. Patty Fong, de la Alianza Global, lo deja claro: para evitar un desastre climático, debemos eliminar los combustibles fósiles de nuestros sistemas alimentarios y, de hecho, de nuestra economía en general.

La transición a energías renovables y la adopción de prácticas agrícolas agroecológicas regenerativas no se trata solo de salvaguardar el medio ambiente. Es una solución multifacética que promete alimentos más asequibles, mayor seguridad alimentaria, creación de empleo, mejor salud y un arma formidable contra el hambre. Esta visión holística, centrada en las energías renovables y la agricultura sostenible, trasciende la mera conservación ambiental y encarna el mejoramiento económico y social.

Un cambio de paradigma: desacoplar los alimentos y los combustibles fósiles

Se espera que la demanda de alimentos aumente hasta un 56% para 2050. Satisfacer esta demanda bajo el actual paradigma dependiente de los combustibles fósiles es una receta para el desastre. Es esencial un cambio de paradigma que desvincule la producción de alimentos de los combustibles fósiles. Debemos repensar fundamentalmente cómo producimos y consumimos nuestros alimentos. Adoptar prácticas como la agroecología y la regeneración de tierras y adoptar dietas ricas en plantas no son sólo opciones sino necesidades.

Antes de la COP28, el llamado del informe a los formuladores de políticas y a los donantes de fondos es claro: eliminar gradualmente el uso de agroquímicos derivados de combustibles fósiles, inclinarse hacia la energía renovable para el procesamiento de alimentos y reevaluar los subsidios para los productores de biogás y biocombustibles. Esto exige una revolución, no sólo en tecnologías y prácticas, sino también en mentalidades y políticas.

Superar los desafíos de la transición

Los críticos podrían argumentar que estos cambios integrales podrían ser más prácticos y económicamente perturbadores. Sin embargo, el costo de la inacción –en términos de cambio climático, salud y desigualdades económicas– supera con creces los desafíos de la transición. La transformación que propugna el informe no se trata sólo de prevenir la degradación ambiental; se trata de construir un sistema alimentario más equitativo, saludable y resiliente.

Este no es un territorio inexplorado. Numerosas comunidades y países han comenzado a demostrar que los sistemas alimentarios sostenibles y bajos en emisiones son viables. La agricultura orgánica, la permacultura y la integración de energías renovables en la agricultura ya no son conceptos marginales sino prácticas cada vez más comunes. Ofrecen vislumbres de un futuro posible en el que los sistemas alimentarios estén en armonía con la naturaleza.

Esto no es sólo una cuestión ambiental; es un imperativo ético. La forma en que respondamos a los desafíos del informe definirá nuestro compromiso con las generaciones futuras. ¿Nos aferraremos a logros de corto plazo y prácticas obsoletas, o tomaremos las medidas audaces necesarias para garantizar un planeta habitable?

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Un esfuerzo colectivo

También debemos reconocer que esta transición será un esfuerzo colectivo. Exige compromiso y colaboración entre gobiernos, industrias, comunidades e individuos. Requiere una reconceptualización de nuestra relación con la naturaleza y reevaluar lo que consideramos progreso y éxito.

En conclusión, las recomendaciones de la Alianza Global para el Futuro de los Alimentos no son meras sugerencias; son un claro llamado a la acción urgente. Necesitamos rediseñar fundamentalmente nuestros sistemas alimentarios sobre la base de principios de sostenibilidad, equidad y resiliencia. Esta transformación no se trata sólo de evitar una crisis, sino de crear un mundo donde los alimentos se conviertan en una fuente de vida, no sólo para nosotros sino para el planeta mismo. Nuestra respuesta a este desafío marcará nuestro legado y definirá nuestra era. Hagamos de él un regalo de esperanza, acción y transformación.

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