ANÁLISIS

Bolivia lidia con la agitación mientras Arce se retira de la elección

Bolivia se encamina hacia su muy anticipada elección presidencial del 17 de agosto con dos estruendosos giros políticos: el presidente en funciones, Luis Arce, retiró su candidatura a la reelección, y el Tribunal Constitucional prohibió al expresidente Evo Morales postularse nuevamente. Ambos movimientos alimentan una renovada incertidumbre en esta contienda tumultuosa.

La sorpresiva retirada de Arce

El miércoles, el presidente Luis Arce comunicó una decisión que sacudió la estructura política de Bolivia. Durante cinco años gobernó bajo condiciones económicas difíciles y conflictos internos. Confirmó que no tiene planes de postularse nuevamente a la presidencia. Arce acudió a las redes sociales para hacer un llamado a la unidad entre las fuerzas de izquierda y declaró que deseaba evitar la fragmentación del “voto popular” frente a lo que calificó como una amenaza “fascista de derecha”.

Su mandato ha estado marcado por una alta inflación, el desplome de la moneda y el agotamiento de las reservas del banco central. Muchos bolivianos atribuyen los problemas financieros a la administración de Arce. Expertos señalan que las dificultades estructurales comenzaron antes de su gestión. La reciente aparición de mercados negros de divisas, el cambio de país exportador de gas natural a importador de combustibles y el descontento generalizado con las políticas gubernamentales han generado una percepción negativa entre la población.

Arce también se enfrentó a poderosos sectores conservadores, en especial en Santa Cruz, donde un censo postergado en 2022 provocó protestas violentas. Al mismo tiempo, aumentaron las tensiones dentro del partido gobernante Movimiento al Socialismo (MAS), tradicionalmente vinculado tanto a Arce como a Morales. El MAS se fragmentó en facciones opuestas por diferencias en el estilo de liderazgo y la dirección política. La decisión de Arce de hacerse a un lado busca consolidar el voto de izquierda en torno a un solo candidato —posiblemente una figura nueva— en lugar de dispersar el apoyo de manera que beneficie a los contendientes conservadores.

Pero el llamado a la unidad de Arce ha recibido respuestas mixtas. Muchos militantes recuerdan desacuerdos internos, incluido un intento fallido de toma del poder ocurrido en junio de 2024. Ese intento fue liderado por el general del ejército Juan José Zúñiga, exaliado de Arce, quien lo acusó de una mala gestión del país y de haber aumentado la pobreza. Esta controversia evidenció aún más las fisuras internas del grupo gobernante y despertó dudas sobre si Arce contaría con un respaldo amplio en un nuevo ciclo electoral.

Las ambiciones cambiantes de Morales

El anuncio de Arce de no buscar un segundo mandato tuvo repercusión internacional. Al mismo tiempo, el Tribunal Constitucional emitió una decisión de igual impacto para Bolivia: confirmó un límite de dos mandatos para la presidencia, bloqueando así la candidatura de Evo Morales. Morales había sido presidente durante tres mandatos y enfrentó fuertes críticas tras intentar un cuarto en 2019, lo que generó una crisis política.

En sus redes sociales, Morales expresó su oposición a la decisión del Tribunal. Afirmó que solo el pueblo boliviano podría obligarlo a renunciar y sostuvo que presiones externas influyeron en el fallo, al que calificó de “político y partidista”. Aunque enfrenta cargos por estupro y acusaciones de corrupción durante y después de su mandato, Morales sigue aferrado a su imagen de primer presidente indígena de Bolivia y figura popular.

Tras su salida del país en 2019 en medio de una elección disputada, Morales denunció un golpe de Estado organizado por sus rivales. Ese episodio derivó en un breve gobierno interino de derecha antes de que Arce asumiera la presidencia. Sin embargo, Morales no ha desaparecido de la escena política. Desde su base en Cochabamba, mantiene apoyo dentro de sectores del MAS que lo ven como un líder revolucionario.

La gran pregunta es si Morales impulsará a un candidato títere afín a su línea ideológica o si surgirá una nueva figura que encarne su política de izquierda. Según la agencia EFE, muchos en Bolivia sospechan que Morales intentará burlar las restricciones de mandato por otras vías legales, aunque analistas advierten que el fallo del Tribunal parece firme.

Fragmentación dentro del MAS

Por primera vez, el Movimiento al Socialismo enfrenta un ciclo electoral sin una postura unificada. La analista Jimena Costa declaró a EFE que el MAS está “llegando al final de un ciclo”, en el que seguirá siendo “una fuerza”, pero ya no el poder dominante que solía ser. Costa explicó que el partido ahora tiene “un liderazgo en decadencia con Morales, otro nunca plenamente consolidado con Arce y uno emergente con [el presidente del Senado] Andrónico Rodríguez”.

Rodríguez, quien en su momento fue designado por Morales como su probable sucesor, rompió recientemente con él al lanzar su propia candidatura presidencial. Aunque durante un tiempo se mantuvo leal al expresidente, en los últimos días ha expresado posturas distintas, exponiendo las divisiones internas del MAS. Existe la posibilidad de que se presente como una figura más joven y menos polarizante, alejada de los problemas que rodean a Morales y Arce.

Costa considera que Rodríguez tiene las “mejores condiciones” para captar la base del partido, dado su relativo distanciamiento de las críticas que afectan a Arce y Morales. También señaló el creciente descontento con la gestión económica de Arce. Rodríguez, en cambio, ha evitado culpas directas por la crisis económica, lo que ha alimentado las especulaciones de que podría ser el próximo abanderado de la izquierda.

La tensión alcanzó un punto álgido el martes, cuando Arce retó públicamente a Morales a seguir su ejemplo y retirarse de la contienda. El expresidente no respondió de la misma manera. Rodríguez tampoco ha dado señales de abandonar sus ambiciosos planes de unificar al partido. Este estancamiento refleja la ruptura interna del MAS y aviva las especulaciones sobre una posible pérdida de poder del partido en la política boliviana.

Mirando hacia adelante: un futuro fragmentado

Con Arce fuera de la competencia y Morales impedido por los límites de mandato, la base de izquierda en Bolivia podría unirse en torno a una nueva figura —como Andrónico Rodríguez— o enfrentar la fragmentación. Mientras tanto, los movimientos de derecha ven una oportunidad para aprovechar el caos dentro del MAS y atraer a votantes frustrados. Las dificultades económicas y la inestabilidad monetaria han incrementado el debate sobre un posible cambio político, aunque su alcance aún es incierto.

Según Costa, el MAS enfrenta una transición crucial. Es probable que el partido sobreviva, pero ya no tiene el control absoluto. Los votantes bolivianos enfrentan múltiples problemas: aumento de precios, empleos inestables, pérdida de valor de la moneda y desconfianza en las instituciones gubernamentales. Este contexto podría favorecer a candidatos que prometan alivios económicos inmediatos y no estén asociados al conflicto Morales-Arce.

La historia demuestra que el MAS ha tenido un gran atractivo entre muchos bolivianos, especialmente pueblos indígenas, comunidades rurales y sectores laborales que vivieron las políticas progresistas de Morales en sus inicios. Para mantenerse en el poder, el MAS necesita un giro claro. Debe presentar una visión unificada que revierta el deterioro económico y estabilice a una nación dividida. Para los simpatizantes, los resultados tangibles —como controlar la inflación, asegurar el suministro de combustible y restaurar la confianza en el boliviano— son más importantes que las disputas internas.

Mucho puede cambiar antes de la elección del 17 de agosto. Los fallos judiciales podrían apelarse. Morales podría intentar estrategias desesperadas, y el respaldo de Arce podría alterar el equilibrio. Aun así, se vislumbra un cambio generacional, mientras los líderes históricos se retiran y nuevas figuras prueban su fuerza en los pasillos disputados de La Paz. Bolivia observa con atención mientras antiguos aliados se convierten en rivales, sin certeza de si emergerá una nueva conducción o si se profundizarán las divisiones.

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La presidencia está en juego. El otrora poderoso partido gobernante enfrenta decisiones esenciales. Algunos de sus líderes más conocidos se retiran o enfrentan límites legales. El país se prepara para lo que viene y se plantea una pregunta crucial: ¿logrará el MAS encontrar a alguien capaz de unir a la población? ¿O las divisiones internas darán ventaja a la oposición en este año electoral decisivo? En un país marcado por rápidos vaivenes políticos, los próximos meses revelarán si la unidad, la renovación o una fractura más profunda se imponen.

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