ANÁLISIS

Colombia ¿Es la economía naranja la solución?

Hemos oído hablar mucho de ella durante el curso de este año de campaña y posesión presidencial, pero ¿Qué es realmente? ¿Qué de bueno trae? ¿Será suficiente?

¿Es la economía naranja la forma de hacer crecer la economía colombiana?

Durante su campaña presidencial, el ahora presidente Iván Duque se refirió repetidas veces a la economía naranja como una forma de hacer crecer la economía nacional colombiana. ¿A qué se refiere? El presidente define la economía naranja como “el conjunto de actividades que de manera encaminada permiten que las ideas se transformen en bienes y servicios culturales, cuyo valor está determinado por su contenido de propiedad intelectual”.

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Así, la economía naranja sería una economía de las ideas, que, convertidas en bienes, pueden tener un valor específico y un significante ingreso al país. Es por esto que la economía naranja está compuesta “por áreas relacionadas con la economía cultural y las industrias creativas, en cuya intersección se encuentran las industrias culturales convencionales y las áreas de soporte para la creatividad”, en palabras de Duque, citado por el diario La República.

De esta manera, nuestra cultura podría, en cierto sentido, consumirse. El cine, la música, el baile y la moda podrían ser, entonces, la base de nuestra economía. Sin duda, el mercado internacional tiene sus ojos puestos en la cultura latinoamericana, que se ha vuelto objetivo de consumidores e inversionistas.

En América Latina, las economías creativas movieron el año pasado alrededor de 200.000 millones de dólares, según cifras de La República. De acuerdo con El Espectador, la economía naranja genera alrededor del 3.3% del PIB (Producto Interno Bruto) en Colombia y emplea 30 millones de personas en el mundo.

Con estas cifras, podría pensarse que el potencial de la economía naranja es innegable. Existen también ejemplos de regiones del país en las que ha se han implementado proyectos creativos que le generan ingresos a la región. Ese es el caso de San Andrés y la iniciativa 'Backstage to the future: Caribbean', que incentiva el estudios de los saberes ancestrales de las islas y promociona su patrimonio inmaterial.

También es el caso de Delirio, academia de salsa y circo en Cali para la que, según su fundadora Andrea Buenaventura para el periódico El Tiempo, trabajan 690 personas en solo la parte de producción. Otro ejemplo de proyectos de economía naranja es el de Artesanías de Colombia, que está a la cabeza de Expoartesanías, feria que en su última versión vendió cerca de cinco millones de dólares.

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Todo esto parece muy prometedor, pero ¿Es suficiente? De acuerdo en El Espectador, el presidente promete que “basado en las industrias culturales, el PIB del país se duplicará para el 2025” ¿Cómo pretende hacerlo? El primer paso fue la implementación de la ley naranja cuando aún era senador. Según El Tiempo, esta ley “promueve una política de incentivos y de facilidades de financiación para los productores creativos y culturales.”

Sin embargo, según el Ministerio de Cultura, la economía naranja genera un impacto de apenas 1.5% en la economía nacional. Cifra para nada despreciable, pero tampoco suficiente para afirmar que será la base de la economía y que duplicará el PIB en menos de diez años, cómo ya lo dijo el presidente. La ley naranja, además, no se ha puesto en ejecución, pues no se cuenta aún con los protocolos para administrar la financiación a los actores culturales.

Por otro lado, si bien las industrias culturales, que, como ya dijo Duque, transforman las ideas en bienes, no se componen solo de ideas. Los colectivos musicales como Delirio, por ejemplo, requieren de la manufactura de vestidos típicos. Esto, por un lado, genera más empleos. Por otro, las maquilas no pertenecen necesariamente a la industria creativa, pues son más de la industria textil, así que no se verían beneficiadas por iniciativas como la ley naranja.

De esta manera, habría que estudiar qué sectores se verían realmente beneficiados por la concentración del gobierno en la economía naranja. La industria textil, por ejemplo, que genera mucho más impacto en la economía nacional, no estaría recibiendo así ningún beneficio.

Dice también el presidente Duque que el gobierno está comprometido con “el impulso a la economía naranja para que nuestros actores, artistas, productores, músicos, diseñadores, publicistas, joyeros, dramaturgos, fotógrafos, y animadores digitales conquisten mercados, mejoren sus ingresos, emprendan con éxito, posicionen su talento y atraigan los ojos del mundo”.

Puede verse en este discurso que el apoyo está inclinado a los campos profesionales únicamente, en un país en el que, según cifras del Ministerio de Educación, solo el 7.5% de la población alcanza el nivel de educación profesional.

Así, el apoyo del gobierno estaría dirigido a una población muy reducida que cuenta con el capital para emprender. Estos emprendimientos culturales generarían muchos empleos, por supuesto. Pero el apoyo económico no iría entonces hacia el artesano, sino a la institución para la que trabaja.

Con todo esto no queremos decir que no deba impulsarse el desarrollo de las industrias creativas, pues son ya sin duda un sector que ha llamado la atención de inversionistas y que se han abierto camino incluso antes de la existencia de la ley naranja. Sin embargo, aunque el potencial de la economía naranja es innegable, no se puede confiar en ella el futuro de la economía del país.

Si bien es una industria que poco a poco va creciendo y a la que el gobierno debe apoyar y prestarle atención, su impacto no es aún suficiente como para que signifique la solución a los problemas económicos del país. Colombia debe aún invertir en desarrollo manufacturero e industrial, que representan una gran parte de la economía, y solo de la mano de estos, podrá la economía naranja dar un salto y llevar la economía nacional hacia adelante.

 

LatinAmerican Post | Equipo Editorial

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